I'm Broken. I'm Damage. [DreamNotFound]

|Capítulo 24|

Cacería

El ritmo es constantes.

Aparto con las manos las ramas que se cruzan en mi camino, las hojas crujen bajo mis pies.

Mi pecho hace lo posible por mantener la respiración. Siento mi cabeza palpitar con fervor, el calor sube con irreconocible rapidez y se siembra desde mi cuello hasta mi rostro. El cansancio se arrastra por mis piernas, corroe el hueso y lo deja inútil, bebiendo la energía de mis músculos, drenando hasta la última gota. Ahora son nada más que gelatina.

El esfuerzo es inhumano.

Mi corazón bombea con intensidad, golpea con tanta fuerza bajo el pecho. Siento la sangre que corre por mis venas con la rapidez suficiente como para cruzar todas las capas de mi piel y comenzar a escurrir por mis brazos.

Un burbujeante baño de vino.

Tengo que detenerme, sé que tengo que parar, pero mis piernas siguen en la persecución; siguen al tanto del camino, giran a la derecha y corren, ganan velocidad.

Las contracciones de mis pulmones se vuelven violentas, evitando que mi cuerpo se oxigene como se supone que debería.

Una ya conocida sustancia salada escurría por mi frente y se acumulaba por debajo de la camisa. El sudor pegaba la fina tela a mi piel, y gracias al extraño pedazo de cuero amarrado a mi torso el fresco viento no lograba llegar a esa área.

Mi visión pronto pierde enfoque, siendo no más que manchas borrosas e indescriptibles, moviéndose con rapidez a mis lados, con la boca seca y la garganta rasposa.

"Uno pie tras otro.

Inhala. Exhala.

Concéntrate.

Sigue corriendo, no te detengas." Igual al silbido del viento, esas palabras fueron susurradas dentro de mi cabeza, con delicadeza, serenas como una sugerencia.

Una chispa de adrenalina se disparó por mi columna. Como si su voz fuera una clase de motivación mis piernas quisieron correr hasta su dirección, encontrar la forma de que esa voz no sonara solo en mi cabeza, sino que también sonara justo frente a mí, pero mi cuerpo estaba destrozado, agotado por el esfuerzo y ni la mejor motivación podría cambiar esa situación.

Y por primera vez, mis piernas reaccionaron a lo que les mandaba. Bajando la velocidad. Interrumpiendo la exhaustiva carrera, con nadie en particular.

Las piedras, ramas y lo constantes desniveles de la tierra no ayudaban en lo absoluto, convirtiéndose en la razón de mis tropiezos.

Los pasos se volvían más pesados, testarudos ante el misterioso deseo que brillaba detrás de mis ojos; Animándome a seguir, a encontrar aquello que se encontraba tan cerca y al mismo tiempo a kilómetros de distancia.

Y por fin, detengo mi andar.

Mis piernas flaquean y termino estrellando contra el tronco del árbol más cercano; raspo la tela de mi sudadera y caigo de rodillas, embarrándolas con el lodo que se formaba por una suave llovizna. Pequeñas manchas borrosas brincan frente a mis ojos, tengo la sensación de que me estoy quedando ciego.

Busco la luz, pero no la encuentro.

El furioso grito del cielo retumba, los latidos desenfrenado de mi corazón arremeten contra mis tímpanos, el susurro cortado del viento, el rebotar de la lluvia contra la tierra, el canto de los grillos, el tronar de pequeñas patas de algún animal asustado, el aleteo de alguna lechuza que habita alrededor observando con sus grandes y obscuros ojos. Mi mente cae por un barrando, se separa y se dispone a abandonar mi cuerpo moribundo y escaso de oxígeno.