C A P Í T U L O 20

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Claro que lo recordaba. Lo recordaba y hubiese preferido no hacerlo. Miró al chico fijamente durante diez segundos, diez segundos en los que estudió cada parte de su rostro, comenzando a recordar aún más cosas. De todas las personas que podía encontrarse en Chiang Mai, ¿por qué Pluem? Y ¿Por qué en esos momentos? El chico lo observaba y sus ojos brillaban, cuando con Chimon era todo lo contrario: quería huir de él e incluso jamás haberlo encontrado. Sonrió por compromiso y, por cortesía, lo saludó.

–Hola, Pluem.

–Hace mucho tiempo que no nos veíamos, ¿cuándo volviste a Chiang Mai?

–Hoy mismo, de hecho. Pluem, lo siento, pero tengo prisa... –dijo, continuando su camino, antes de que el mayor se pusiera delante de él.

–¿Te vas? ¿tan pronto?

–No tengo tiempo, Pluem. –contestó, algo molesto con el mayor.

El mayor lo miró con los ojos entrecerrados, no tan contento con la respuesta que había obtenido. Mantuvieron el silencio por algunos segundos, finalmente, Chimon decidió seguir su paso sin despedirse. Esta vez, Pluem decidió no interponerse en su camino. Sin embargo, usó su último recurso.

–El hospital en el que está tu abuela dejó de admitir visitantes hace una hora. –dijo, comenzando a juguetear con sus uñas. Se dio cuenta de que había logrado lo que quería cuando dejó de escuchar los pasos apurados de Wachirawit.

–¿Tú qué sabes? –preguntó Chimon, molesto.

–Acabo de venir de allí. Mi madre está de guardia hoy.

–Tengo que entrar.

–No podrás –dijo el mayor, sonriente–. No te dejarán entrar a menos de que tengas contactos fuertes ahí dentro.

Chimon comenzó a desesperarse. Sus ojos se cristalizaron y comenzó a hacer un puchero. No tenía a dónde ir si no podía entrar al hospital, no podía regresar a la casa de sus padres y ya no tenía dinero para ir a algún otro lado. Pluem sonrió.

–Puedo hacer que te dejen entrar –habló. Chimon la miró con un montón de esperanzas–. Pero tendremos una cita mañana.

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First lo iba a matar cuando se enterará. Les había pedido a Frank y Drake que le avisaran lo más pronto posible, aunque First decidiera vetarlo de toda Tailandia. Eran riesgos que Nanon de hacía unas semanas jamás habría tomado, mucho menos dejar su carrera de lado con tal de estar junto a Chimon Wachirawit. Pero, al final de cuentas, ¿qué no haría por su alma gemela?

Esperaba a Toey Sittiwat en el portón de la Universidad, donde una vez que saliera, no podría volver a entrar. Ni siquiera había pensado en qué les diría a sus padres cuando llegara a Chiang Mai. De hecho, no era parte del plan ir directamente a su casa. No había plan, pero si lo hubiese, se resumiría en una sola palabra: Chimon.

Aún llovía y quizás era un mal día para estar sentado en el pasto con dos maletas. El césped estaba húmedo y, si Toey no llegaba en los siguientes cinco minutos, iba a comenzar a caminar hacia el aeropuerto si era necesario. La lluvia aún no paraba, por el contrario, se había intensificado un poco más y él se cubría con un trozo de partituras la cabeza.

Poco antes de que comenzara a llorar de desesperación, la silente pelinegro apareció con una tímida sonrisa.

–¿Estás listo? –preguntó. Nanon asintió. Toey sacó unas llaves de su bolsillo derecho– subamos tus maletas.

No pasaron mucho tiempo en ello. Nanon se encargó de desperdiciar el menos tiempo posible. Poco tiempo había pasado y ya se encontraban en mitad de la carretera, escuchando música clásica que Toey había elegido. Nanon golpeaba suavemente sus dedos contra el reposa brazos como si de eso dependiera la velocidad del auto.

Almas gemelas~NaMon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora