C A P Í T U L O 21

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Jodido Wachirawit Ruangwiwat. Jodido una, y otra, y otra vez. Sabía desde el primer momento que no había estado bien buscarlo, que no había estado bien encontrarlo. Estaba en una constante pelea consigo misma: quería odiar a Chimon pero no era capaz de hacerlo.

Su corazón se rompió en el momento en el que vio al pelinegro besar a otro chico. Lágrimas brotando sin darle un momento de procesar lo que acababa de ver.

Sus cicatrices hervían y Nanon deseaba poder arrancarlas y que no le pertenecieran a Chimon también. No le iba a dar el placer al menor de verlo así, ¿No era suficiente ya? Con lágrimas aun corriendo, decidió marcharse, sin nada más qué hacer ahí.

Tomó sus maletas y salió despavorido de ahí.

Aún le quedaban algunos billetes, así que decidió tomar un taxi hasta su casa. Ya podía escuchar a sus padres castigarlo y a Love mirarlo con decepción. ¿Qué debía hacer, entonces? Si la vida de Love constaba en decirle que no se diera por vencido con su alma gemela.

Le hizo la parada al primer taxi que vio pasar y le pidió, con un montón de lágrimas en su rostro, que por favor lo llevara a casa. No sabía qué tan en la mierda se veía, pero a juzgar por el rostro del taxista al verlo, sí estaba muy jodido.

Pasaron quince minutos antes de que el chico pudiese llegar a su hogar. Con cuidado, el taxista ayudó a bajar ambas maletas y Nanon le pagó con los últimos billetes que albergaban en su bolso. Susurró un "gracias" y una sonrisa leve iluminó un poco su rostro. El taxista desapareció por la calle y Nanon se dio la vuelta hacia su casa. Al ver dos habitaciones encendidas, suspiró. Caminó hasta la puerta principal y tomó sus llaves del bolso, introduciéndolas para poder abrir la dichosa puerta de caoba que sus padres habían comprado un poco antes de que se fuera a la Universidad. Al abrir la puerta, asomó la vista, sin lograr ver nada más que el corredor principal. Con algo de prisa, metió sus maletas dentro del lugar y las dejó a un lado de la mesita donde cada miembro de la familia colocaba sus llaves.

Pequeños pasitos apurados llamaron su atención desde lo más alto de las escaleras. El pequeño pomeranian color café bajaba casi volando. Nanon sonrió al verle.

—¡Kuma! —le saludó, abriendo ambos brazos. El pequeño perro prácticamente se lanzó hacia el al verle. Suavemente lamió su rostro demostrándole lo mucho que le había extrañado.

Nanon lo apretó tiernamente y sonreía mientras que el pequeño se movía frenéticamente en los brazos del pelinegro.

—¿Love? —escuchó la voz de su madre. Su sonrisa se disipó al instante y bajó al piso al pequeño pomeranian.

—No, soy Nanon. —dijo, acercándose al mayor.

—¡Nanon, pequeño! ¿Pensé que habías dicho que no volverías hasta el fin de mes...? —dijo, abrazándole.

—Me dieron un descanso. —uno muy largo.

—¿Cómo has estado, cariño? No nos has enviado nada en algunas semanas.

—Estuve muy ocupado con los proyectos finales.

—¿Tan rápido? ¡Ya quiero enterarme qué has hecho!

—Compuse una canción. —sonrió levemente.

—¡Oh, cielo! ¿Tendrás alguna presentación o algo así? ¡Tengo que decirle a tu padre que habrá que volar hasta allá contigo! —dijo, limpiándose las manos con un pañuelo antes de dirigirse a algún otro lugar del primer piso.

Nanon por fin pudo respirar, su pecho ardía un poco y, al ver la emoción de su madre, se sentía todavía peor.

—¿Madre? —la voz de su hermana mayor la sacó de sus pensamientos, el pequeño Kuma bajaba de nuevo las escaleras junto a él. Love abrió los ojos como platos en cuanto vió al pelinegro— ¡Kirdpan! —gritó, emocionada, teniendo la misma reacción que algunos minutos antes había tenido el pomeranian, prácticamente se lanzó hacia los brazos de su hermana.

Almas gemelas~NaMon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora