I N T R O D U C C I Ó N

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—¿Mon? —llamó la mayor a su nieto— es hora de dormir, cariño.

—¿Tan pronto, abuela? —cuestionó el niño con una mueca, dejando los carritos de lado.

—Así es, cariño. Vamos, hoy te contaré tu historia favorita. —dijo, ayudándole a recoger los carritos esparcidos por el piso.

Chimon se apresuró a levantar los carritos que aún se encontraban por el piso, de esa manera, su abuela no tendría que esforzarse mucho. Al terminar, buscó en su pequeña mochila su pijama y su pequeño pato de peluche. Tomó la mano de su abuela y la siguió hasta su habitación, donde pudo cambiarse la ropa. Al terminar de vestirse, con ternura, su abuela lo tomó y lo subió a la cama, dándole un pequeño beso en la frente.

—¿Cómo va esa herida, Mon? —preguntó la anciana, volteando ligeramente la cabeza del menor, buscando justo debajo de su oreja.

—Bien, abuela. Ya no duele como antes. —contestó, sonriendo con dulzura.

Hacía unos días que Chimon se había cortado detrás de la oreja con la esquina de una mesa de cristal. Fue lo suficientemente profunda para dejarle una larga cicatriz que se escondía detrás de su oreja.

El niño observó con curiosidad a su abuela, quien seguía con su dedo el trazo de la cicatriz.

—¿Crees que mi alma gemela la tenga?

—Quizás, corazón. —dijo la abuela soltando una risita— ¿Empezamos con la historia?

El niño asintió con una sonrisa, abrazando su pato y acurrucándose en la cama, viendo de frente a su abuela.

—Te recuerdo, Chimon Wachirawit, que las almas gemelas no son un juego: no son una leyenda o un mito. Existen, y todos tenemos una. No muchos entienden cuando tienen una. Hace algún tiempo, el mundo era enteramente habitado por personas capaces de sentir a su alma gemela, de alguna forma u otra, la más común era sentir sus heridas y recibirlas en su cuerpo, mediante cicatrices...

—¡Como la mía! —sonrió el niño, señalando su oreja.

—Como la tuya, Chimon. —dijo su abuela, devolviendo una sonrisa, se aclaró la voz y continuó— Decían que, aunque sintieran el mismo dolor, conocer a su alma gemela valía totalmente la pena. Se dice que cuando conoces a tu alma gemela, las cicatrices que comparten comienzan a arder, casi como si se estuvieran quemando. Tus manos comienzan a cosquillear, y la emoción comienza a apoderarse de tu cuerpo.

El niño, aunque adormilado, veía con emoción a su abuela. Dando lo último de ella para escuchar el final de la historia. ''No, no es una historia, ¡es real y comparto una cicatriz con mi alma gemela!" pensó el niño.

—Hoy en día, son contadas las personas que son capaces de sentir a su alma gemela sufrir, sin embargo, todos tenemos una, está ahí, afuera: esperando ser encontrada. Y seremos capaces de sentir con las demás personas del mundo, pero jamás se compararía a lo que se siente el estar junto a tu alma gemela.

Chimon ya se había quedado dormido. Era una historia realmente corta, y hasta ahora, ni sus padres ni su abuela entendían cómo podía gustarle tanto.

-♡-♡

Chimon realmente creía que las almas gemelas existían, y no había manera de quitarle eso de la mente. Con su nueva cicatriz, Chimon buscaba detenidamente detrás de las orejas de las niñas, para ver si, por casualidad, conocería a su alma gemela en el jardín de niños.

Jamás dio con una cicatriz similar, al menos no en una niña, hizo un puchero y se mantuvo en la línea junto a sus compañeros. Chimon era uno de los niños más bajitos de su grupo, siendo el segundo en su línea, junto con su amigo First. Alguna vez, con inocencia, miró por casualidad detrás de la oreja de su mejor amigo, buscando señales de la larga línea que ella misma portaba. Detenida en la línea, tomando la mano de First para mantenerla, miró al aula de enfrente, donde una línea estaba saliendo.

El segundo niño de la línea captó la atención de Chimon, quien al instante soltó la mano de First por el ligero hormigueo que comenzó a sentir.

—¡Chimon! ¡Si te sueltas me voy a perder! —respingó el pequeño.

—Lo siento, First. —lamentó el menor, tomando de nuevo la mano del menor con una sonrisa y un ligero sonrojo. First se percató que Chimon miraba en frente de ellos.

—¿Qué es tan interesante, Mon? —preguntó inocentemente.

Con inocencia, el niño no tardó en responder:

—Mira ese niño, First. —dijo señalando al segundo niño de la fila de enfrente— ¿No es bonito?

—Un poco, Mon. Es más bonito el de adelante —dijo First sonrojándose—. ¡Deberíamos ir a hablarles durante el recreo!

Chimon abrió los ojos como plato.

—¡No, First! —le apretó la mano a el mayor.

Chimon se percató de que los niños los estaban observando, pero le sorprendió que el segundo niño de la fila lo mirara con una sonrisa. Inmediatamente se sonrojó y escondió la mitad de su cara detrás del hombro de First, sintiendo nuevamente los hormigueos, esta vez un poco más intensos.

—¡Fluke Pusit! —se escuchó la voz de la maestra del aula de enfrente.

El niño sonrió para First. First le devolvió la sonrisa y lo saludó con la mano, Fluke inmediatamente desvió la mirada, sonrojándose al instante. El siguiente nombre captó la atención de Chimon.

—¡Nanon Korapat!

Nanon Korapat.

***

La historia original es de NatMEdwards, pueden encontrarla allí como Moonsun. Discúlpenme y notifíquenme si tengo algún error. Espero que les guste tanto como a mi!^^

Almas gemelas~NaMon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora