C A P Í T U L O 22

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Era lo suficientemente pequeño para esconderse justo detrás de uno de los sofás que se encontraban en la sala de su abuela. Su abuela le había advertido que no iba a ser bonito, pero si quería conocer a su hermanita Ploy, tendría que mantenerse fuera de la vista de sus padres.

—Mon, ¿sabes lo que tienes que hacer? —le preguntó su abuela. El niño sonrió mientras asentía, un hueco entre sus dientes sacó una carcajada a la mayor.

A sus cinco años, el más grande de los hermanos ya había perdido su primer diente. Lo había perdido justo el día anterior y estaba emocionado por enseñarle a su nueva hermana lo que había sucedido. Sabía de antemano que no iba a ser tan fácil que su abuela consiguiera a la pequeña niña, pero al final de cuentas, Prigkhing también llevaba tiempo viviendo ahí con su abuela y el.

Con sus dedos, comenzó a contar las habitaciones de la casa mientras esperaban a que sus padres aparecieran. Al darse cuenta de que se iban a quedar cortas de habitaciones, miró a su abuela con preocupación.

—Abuela—la llamó desde su escondite. La mayor lo miró— ¡No tenemos suficientes habitaciones! ¿Qué vamos a hacer? —se detuvo por un momento, hasta que se le ocurrió algo— Ploy es nueva y Prigkhing es la vieja, ¿No es así? ¿Nos vamos a deshacer de Prigkhing porque ya está vieja y usada? —preguntó, preocupado.

—Mon, así no es cómo funcionan los hermanos, cariño —dijo, riendo—. Sabes que no es seguro que Ploy se quede aquí, cielo. Además, si Ploy se quedase, estaría durmiendo conmigo por unos meses. Después se iría a compartir habitación con Prigkhing o Prigkhing la compartirá contigo.

—¿Entonces no vamos a tirar a Prigkhing?

—No, cielo —dijo riendo. Las interrumpió el sonido del timbre—. Son ellos, corre, cariño, escóndete... —le dijo. El pequeño obedeció y casi con el corazón en la mano, corrió debajo de una mesa de cristal que tenía su abuela, pues no le daba tiempo a llegar a su habitación y mucho menos a esconderse en algún otro lado.

El pequeño sintió un ligero ardor en su oreja al sentarse debajo de la mesa, pero la emoción de conocer a su nueva hermana no lo dejaba pensar claro. La puerta se abrió de lado a lado y el pequeño dejó de escuchar a las personas hablar. No era que no pudiera hacerlo, soto preferiría no hacerlo

Sus padres eran malos

Sí te quieren, cariño —recordaba las palabras de su abuela—, sólo necesitan un tiempo.

El pequeño aún no sabía cómo funcionaba el tiempo, pero sabía que habían pasado ya tres navidades desde que no vivía con ellos. No le molestaba vivir con su abuela, sólo quería saber qué había hecho para que sus padres dejaran de amarlo a el y a Prigkhing.

Tienes que ser agradecida con ellos, de todas formas —volvió a recordar—, ellos te dieron a Prigkhing y te dieron un lugar donde vivir por casi tres años, cielo.

El amaba a Prigkhin. Amaba cuidar y proteger a la pequeña, aunque incluso el fuera muy torpe para cuidarse a sí mismo. Sus padres eran malos, pero le habían dado a Prigkhing y ahora, a Ploy.

Un llanto que provenía del piso de arriba la sacó de sus pensamientos. Podía escuchar a su hermana, Prigkhing, llorar con toda su fuerza, había olvidado darle su pato de peluche a su hermana para que no llorase cuando no lo viera. Sus preocupados ojos analizaron toda la casa en menos de un segundo: el pequeño pato se encontraba al lado de la puerta.

Subió la mirada para observar a sus padres, quienes ahora peleaban a gritos con su abuela. Su abuela ya tenía el teléfono en manos y seguramente estaba llamando a la policía, igual que cuando Prigkhing llegó a casa.

Almas gemelas~NaMon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora