Capítulo 7

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Me di cuenta pronto de que el motivo por el que Yeonjun y yo congeniábamos tan bien, es que él formaba parte del grupo de personas que han pasado mucho tiempo de su vida escuchando, y que necesitaban a alguien que los escuchara. Yo era del segundo tipo, siempre preparado para oír lo que tuviera para decir.

Pero Yeonjun no era un narcisista. No se contentaba solo escuchando su propia voz o hablando de él mismo. No compartía conmigo para sentirse superior. De hecho, él no paraba de decir que era una pena que yo no pudiera responderle.

—¡Es que es tan injusto! ¿Por qué un doctor te prohibiría hablar? ¿Cómo hablar te puede poner en peligro de algo? ¡Ni que fueras el hijo de un yakusa!

Arreglábamos las cintas sueltas de mis cassettes con un lápiz, devolviéndolas a su lugar. A Yeonjun le costaba un poco más de trabajo. Por la costumbre a mi se me hacía una tarea casi terapéutica.

Yo trataba de no reír escuchando sus quejas hacia mi pobre doctor Jeon, que durante mucho tiempo fue la única persona que me apoyó en lo de hablar, y que pareció deprimirse bastante cuando decidí que ya nunca lo iba a hacer.

Lo seguía viendo de vez en cuando, porque era la pareja de mi tío Yoongi. Cada vez que lo veía los recuerdos de la impotencia que sentí de pequeño me torturaban, mi niño interior corría a esconderse.

—Puedes cantar, pero no puedes hablar —sus manos pararon de arreglar la cinta— el día que cantaste, ¿te pusiste en peligro?

Yo negué muchas veces, nervioso porque fuera tan perspicaz.

—Beomgyu, pareces ser perfectamente el muchacho al que no le importa lo que le ocurra, te puedo imaginar perfectamente rompiendo las reglas de tu doctor.

Genial. ¿Esa era la imagen que le daba?

"¿Estas sermoneándome?" ni mi madre me sermoneaba ya desde hace mucho. Pero claro, no es que Yeonjun y ella compartieran la misma información acerca de mi problema.

Mi cerebro —mis pensamientos, mejor dicho— afectaban mi habla, pero no a mi escritura —gracias a los años de practica— por eso, era bastante difícil de deducir mi problema.

El fenómeno extraño de cantar fue un desliz proporcionado por mi entusiasmo. Ese día llevaba los audífonos al máximo volumen, muy concentrado en la voz de Madonna.

El cómo sonó mi voz era todo un misterio para mi pero no para Yeonjun. Él siguió afirmando que soné bien.

Ese hecho no me tranquilizó.

—Si hablar en serio es tan peligroso no lo hagas —tragó saliva, y sus ojos me suplicaron como si fuera un cachorro apaleado—. No importa cuanto insista, no lo hagas si eso te hace daño.

Dejé los cassettes a un lado, apoyando una mano en el banco e inclinándome con mis rodillas, acune su mejilla con mi otra mano y dejé dos besos cortos. Lo único suficientemente eficiente como para callarlo, para detenerlo cuando sus palabras iban demasiado rápido.

A veces Yeonjun superaba mi lógica.

Si los pensamientos vuelan y son más rápidos que nosotros, volviéndose inconscientes ¿cómo es que él hablaba de cosas sin flirtrarlas primero?

Yeonjun no pensaba demasiado lo que iba a decir, simplemente decía lo que pensaba, sin importar lo deforme o cruda que fuera la idea.

Recién sacadas del horno, incluso podía escucharlo diciendo "Ten Gyu, esto es todo lo que pienso, resuelvelo sin volverte un desastre" y yo tenía que comerlo enseguida o perdería.

—Tus besos son como los de un niño —su nariz rozó la mía en un beso esquimal, su aliento cálido hizo arder mis mejillas—. ¿Nadie nunca te ha besado en la boca?

Su tono de voz grabe, sus labios casi tocando los míos. En cuestión de segundos, la atmósfera se volvió extremadamente privada, delicada, como si alguien hubiera colocado una manta de seda sobre nosotros, aislándonos del mundo.

Negué soltando un jadeo.

—Te enseñaré, pero antes —sus pestañas revolotearon sobre las mías—. Esto es un beso de mariposa.

Me causó gracia, reí para mis adentros, completamente embelesado.

—¿Me regalas tu primer beso?

En ese instante mi cerebro pensó dos cosas. Lo primero, fue el trozo de una canción que no recordaba, lo segundo —lo lógico— fue llegar a la conclusión de que parecíamos Peter y Wendy compartiendo un primer beso.

Asentí, aceptando la más audaz de sus propuestas.

Nadie nunca quiso besar una boca que no sabía hablar, pero el besó la mía. Sus labios se movieron sobre los míos con la suavidad característica con la que me trataba siempre, pausando de vez en cuando, pero sin retroceder. Luego, su lengua fue más como sus palabras, a por todo, sin darme tiempo de pensar, sacando a flote los instintos que pensé que había perdido, los más básicos.

Correspondí, no porque pensara que era lo mejor, sino porque quería; porque lo deseaba. Era suficiente, mi cerebro dejó de funcionar ese intervalo de tiempo maravilloso.

Mi mente se calmó, callándose, si no recordaba mal, algo que ocurría por primera vez en mi vida. Insólito.

Cuando sus labios me abandonaron lo extrañe sin remedio.

Soltar carcajadas abandonó el puesto como mi cosa favorita para hacer. Ya me iba haciendo a la idea de que Yeonjun iba a ocupar todos los puestos de cosas favoritas si seguíamos corriendo en vez de caminar. Ahora, volábamos.

—Ese fue un beso en la boca —dijo sonriendo de lado—. Nos dimos cuatro tipos diferentes de beso en menos de quince minutos.

"Impresionante" pensé, y luego "descarado". Yo le di permiso solo para uno. Yeonjun robó los demás.

—Nadie va a darte un tratamiento tan exclusivo Gyu, vas a tener que-

Cavó su propia tumba. Yo ya tenía otros recursos para callarlo cuando sus palabras fueran demasiadas.

Amado silencio. | yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora