Chapter 4

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Yeonjun llevaba mis audífonos puestos mientras yo escribía una idea en mi libreta. La cual estaba toda desecha: las hojas fuera de lugar y paginas repletas de garabatos y textos de todos los tamaños, en horizontal y vertical.

La explicación: yo me la pasaba llenando cualquier espacio indiscriminadamente.

Él miraba de reojo mientras movía su cabeza al ritmo de la música. Yo podía escuchar un poco de Queen sonando a través de los audífonos.

Releí varias veces lo que escribí, buscándole un sentido a la idea de convertir las pizzas en un postre. Remarqué las palabras con el mismo bolígrafo para que resaltara sobre lo demás, esperando que mi yo del futuro retomara esa tontería y la convirtiera en un éxito.

¿Cuantas veces escribí algo con esa intensión? Muchas, por eso seguía sin hacer nada con mi vida.

Yeonjun se rió, así fue como me di cuenta de que ya no llevaba los cascos puestos.

—Cuando te concentras eres adorable, si algo de lo que escribes te disgusta frunces la nariz.

Yo rodé los ojos, acostumbrado a que me dijera ese tipo de cosas después de dos semanas viéndonos. No era mucho para dos personas normales, pero si se trata de un mudo y un hablador el tiempo se aprovecha al máximo.

—¿Eres bueno en la cocina? —preguntó echándole un ojo a la idea sobre las pizzas.

Negué encogiéndome de hombros. Quien no intenta no gana.

La cosa es que yo en realidad no iba a intentarlo, porque tenía esta vocesita en mi cabeza que me decía que era un inútil y todo lo que llevara a cabo terminaría en fracaso.

Le miré interrogante, era mi manera de devolverle la pregunta.

—No soy excelente cocinando de todo, pero se defender —luego agregó con orgullo— me llevo mejor con las carnes.

Ese era el momento idóneo para explicar que yo era verano, que respetaba que él fuera fanático de las carnes, y explicaba que mi malteada tenía leche de almendras.

Nada de eso ocurrió por obvias razones.

—Hace unos días escuché una canción de Madonna muy buena, dime su nombre, sonaba así... —tarareó la melodía.

Me encantó escuchar eso, así que me hice el que no entendió nada para que lo repitiera. En esa ocasión lo capté enseguida, era Ray of light.

Escribí en el borde de la libreta el nombre y se lo señalé.

—La descargaré luego —avisó— es de esas canciones que me suenan a carretera.

Mis ojos se abrieron por la impresión.

"¿En serio dijo eso?"

Cogiendo la libreta sin cuidado rebusque entre las páginas.

—¿Qué ocurre? —preguntó divertido por mis erráticos movimientos, yo finalmente encontré aquel escrito que fue de los primeros en ese notebook, uno que nunca pensé mostrarle a nadie.

Se lo extendí y el leyó en voz alta—: Canciones que me suenan a carretera: Riptide de Vince Joy, One The Run de Tipling Rock, Mistery of Love de Sufjan Stevens, Weast coast de Lana del Rey, Losing my religion de R.E.M, Ray of light de Madonna.

Me miró como un gato travieso, separó la hoja de papel y con sus dedos la rompió, escandalizándome por el atrevimiento. Me abalancé sobre él para arrebatárselo, pero nada pude hacer, arrancó un pedazo de la hoja.

—Me llevaré esto —me señaló la lista rota, abrí mi boca con indignación— luego te diré que tal.

Quise enfadarme mucho, hacer eso que hacen las personas de despotricar y soltar groserías, pero todo lo que pude hacer fue tomar mi cuaderno y lanzarlo dentro de mi mochila, con mi ceño fruncido diciéndolo todo.

—No te enojes Gyu —mi cuerpo tembló al escuchar el apodo— solo quiero saber que otras cosas escuchas además de música de los ochenta y canciones de Disney.

"No tenías que romper mi libreta" pensé, para eso existía «poder enviar links por el celular»

Oh...

Olvidándome por completo de mi ligera molestia rebusque aquel aparato que nunca utilizaba —a menos que alguna emergencia surgiera—, mi celular, que se la pasaba en mi mochila apagado o sin batería. O los dos.

Cuando lo saqué a la luz fue Yeonjun el que me miró indignado.

—¿Todo este tiempo tuviste un celular? ¡Pensé que no! ¡Pude pedirte tu número desde el primer día y hubiera podido preguntar todo lo que en persona no me vas responder! ¿que tontos olvidarían darse su número?

Me encogí de hombros, mis párpados pestañearon y mi labio inferior formando un puchero.

—Sí sí, adelante —sacó su teléfono de su pantalón— ponte todo bonito conmigo, eso eliminará las dos semanas que he pasado en casa queriendo poder hablar contigo y teniendo que esperar para venir aquí.

El tono de su voz se suavizó paulatinamente, hasta sonar como siempre; como alguien relajado y encantador.

Sin apartar la vista de su celular dijo: —Aunque no negaré que vale la pena esperar...

Mis manos temblaron. Quería hacer algo con ellas, mi cuerpo reaccionaba de maneras extrañas cuando de su boca salían frases tan simples y tan lindas.

Me dio su número y esperó de brazos cruzados a que yo lo guardara y le enviara un mensaje de vuelta para que él pudiera hacer lo mismo.

—Si me agendas con un apodo te perdonaré por lo de no darme tu número antes, y si yo te agendo con un apodo tu me perdonas por arrancar la lista de tu cuaderno.

Extendió su mano para sellar el trato. Yo dudé que ese fuera un trato justo, pero acepté igualmente porque tampoco tenía motivos para no hacerlo.

—¡Listo! —exclamó contento.

Mis manos volvieron a tiritar, él no me dijo qué apodo utilizó.

Al volver a casa me quedé toda la noche pensando en qué apodo ponerle, hasta que una cosa igual de tonta que todas mis ideas vino a mi cabeza a las dos de la mañana.

«Intruso encantador»

Porque eso era él. Llegó a mi lugar favorito sin permiso, sin ser solicitado, pero era precioso, en todos los sentidos existentes, y por eso le dejé quedarse.

Amado silencio. | yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora