Amado silencio. | yeongyu

Chapter 16

De vuelta en nuestra estación, como si hace unos días no hubiéramos tenido la mejor cita del mundo, retomamos las charlas costumbristas en la banca, con mi reproductor antiguo y mis nuevos cassettes que no paraba de escuchar en bucle.

Yo acababa de soltar un suspiro de felicidad, y Yeonjun se me quedó viendo, como si tratara de descubrir los misterios del mundo a través de mi. Me ponía nervioso, ese nerviosismo que sube las comisuras de tu boca y te hace hormiguearon el estomago.

—Haces ruidos.

"Contigo los hago"

—Ríes, suspiras, jadeas, a veces incluso sueltas quejiditos. Entonces ¿por qué no puedes hablar? —parecía estar preguntándoselo a él mismo— ¿Tiene algo que ver con tu cuerpo, una discapacidad, o es algo de aquí? —su dedo tocó un costado de mi cabeza.

Trague saliva. Había dado en el clavo.

—A veces me da la sensación de que quieres decir algo, pero simplemente no lo haces.

Tenía toda la verdad consigo, por pura intuición estaba a punto de destapar lo que tanto tiempo llevaba ocultándole. Esa no era una posibilidad que consideré, no para los casi seis meses que llevábamos juntos. Demasiado pronto en mi opinión.

—¿Puedes escribirme cómo se llama lo que te diagnosticaron?

Me negué, obviamente. Nadie más en el planeta sabía lo que mi madre le dijo al doctor; que yo no tenía nada, que solo podía ser yo mismo cuando no me obligaban a decir nada. Que el día que quisiera hablar, entonces lo haría.

Eso pensaba ella. La única persona que creía en mí.

Yeonjun se vio genuinamente impactado, como si no esperara que yo me reusara.

—¿Por qué no?

"Porque si lo sabes vas a querer ayudarme, y yo ya no quiero ayuda"

Mis nervios dirigieron mi mirada al botón de encendido de los audífonos. Mi sistema de defensa se estaba activando por primera vez desde el día que nos conocimos, y solo un poco de música podía ayudarme.

—No —me sujetó las manos sin implicar algún tipo de fuerza, solo deteniendolas, consciente de que no me encontraba bien—. Beomgyu, no importa lo que tengas, quiero entenderte y apoyarte, lo que sea que necesites.

Ahí estaba. Era ese tipo de persona demasiado buena, como lo fue el doctor Jeon en su momento, como lo fueron algunos de mis profesores en la escuela, incluso unos pocos compañeros. Compartían la característica de que creían poder contribuir a mi mejora, que alguno de ellos sería el responsable de que un día de pronto pudiera hablar. Lo detestaba, detestaba que quisieran ayudarme, porque nadie que llevara toda su vida hablando como si fuera tan simple como respirar podría entender lo que sentía.

Mi madre fue la primera en darse cuenta de ello, y por eso, de todos, era la única con la que tenía una buena relación, la única que se mantenía conmigo sin presionarme. Ella me aceptó como era.

Quería que Yeonjun también lo hiciera, que no codiciara escucharme. Que me creyera suficiente como estaba. Que aceptara mi silencio perpetuo.

Nuestras manos siempre encajaban bien, sus palmas siempre estaban calientes, y las mías igual, el contacto era simplemente perfecto.

En ese momento no era así, quería soltarme. Las mías estaban frías, reticentes a formar parte del contacto.

—¿Beomgyu?

"Silencio"

—Beomgyu mirame.

"Necesito silencio"

—Solo quisiera que respondas si no hablas porque no puedes, o porque no quieres, nada más...

"Ambas. Ninguna. ¡Silencio!"

—Está bien —se rindió, su cabeza baja y sus manos soltando las mías— no tiene relevancia, en cualquier caso, yo no debería presionarte para que me lo digas. Lo siento.

El resto de la noche fue incomoda, hasta que fue la hora de la despedida.

Me coloqué mis audífonos y me levanté, colocando mi mochila en mi espalda dispuesto a irme. Quería arreglar las cosas, mi pie se movía inquieto, empleando la ley de la atracción.

"Entiende por favor, entiende que no puedo..."

¿Por qué cuando todo parece ir bien las cosas se desploman tan inevitablemente?

Yeonjun no se veía mejor que yo, estábamos frente a frente, pero evitábamos nuestras miradas.

El vagón del tren se escuchó a través del túnel, marcando una cuenta regresiva como las agujas de un reloj.

—Gyu —llamó, pero seguí sin verlo, mirando cómo la punta de mis zapatillas estaban sucias—. Es probablemente muy egoísta decirte esto, pero es que... —su voz tembló— quiero ser correspondido, y quisiera, si es mínimamente posible, escuchar un te amo de tu parte algún día...

Sus palabras se solaparon con el ruido estridente del tren llegando a la estación, justo detrás de mí, como el día que nos conocimos. Rompió mi corazón de una manera extraña, por un motivo nuevo.

Me di cuenta de que —de los dos— era yo quien estaba haciendo las cosas mal, dejándole todo el trabajo, cuando mi tarea era mucho más compleja y necesaria.

Debía mostrarle a ese chico maravilloso todo lo que significaba para mi.

¿Sin usar palabras podía lograrlo? ¿Podía mostrarle?

Conecté nuestras miradas y sostuve una de sus mejillas con mi palma, con mi otra mano señale mi boca. No quería que pensara que se trataba de un beso, por eso, me decidí a hacer de mi expresión lo más seria y llena de convicción posible.

Formulé un insonoro «TE AMO» con mi boca. Y lo repetí, porque su cara parecía haber quedado en pausa

TE AMO.

Sin querer, justo al final, solté un jadeo que se escuchó como un «...mo»

El tren dio el pitido para cerrar sus puertas, fue entonces cuando Yeonjun reaccionó, queriéndose lanzar sobre mi, pero yo le empuje y corrí dentro del vagón.

Al voltear vi con se tapaba la boca con sus ojos sonriendo. Saltó con sus brazos en alto, gritando algo que yo no pude escuchar, pero que de todas formas me hizo reír por la felicidad que desbordaba.

Lo amaba por completo, y me iba a encargar de demostrárselo. Tarde o temprano, mi amor sería tan grande que superaría mi miedo.

Al menos, a eso aspiraba.

Es loco cómo querer a alguien te vuelve tu peor enemigo, todo a costa de hacer a la otra persona feliz. Empiezas un juego en el que puedes perder hasta lo más pequeño que posees, pero igual lo arriesgas todo para ganar.