Chapter 20

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A la mañana siguiente desperté y Yeonjun no estaba a mi lado. La luz seguía apagada y el gris de la mañana de invierno no contribuía a que la habitación se viera mas iluminada. Se sentía acogedor, el aroma de Yeonjun y estar rodeado de sus cosas.

Las paredes tenían dibujos y pinturas, algunas parecían hechas por un niño, otras se veían profesionales y delicadas. Lo más llamativo con diferencia era el guarda ropa con las puertas abiertas, habían tantas prendas que seguro era imposible de cerrar.

El resto de muebles, el escritorio y los dos puff en el suelo, también tenían ropa apilada encima. Lo tomé como una exposición de arte, que siendo un completo desorden era entretenida de ver, incluso sumida en las sombras.

Yeonjun abrió la puerta, estaba cubierto por un suéter blanco grueso y un mono de chándal rojo. Cargaba una bandeja que humeaba.

—Buenos días —me habló con la voz un poco rasposa, apresurandose y entrando en la cama—. Soobin viene por la mañana y hace el desayuno, también deja el almuerzo para calentar. Así lo único que debo hacer es la cena.

Colocó la bandeja sobre el colchón, en ella habían panes dulces, huevos, y jugo.

—No hay malteada, lo siento —se disculpó, a lo que yo negué con una sonrisa.

"Es perfecto"

Empezamos a comer, él me contó sobre los cuidados de Soobin, que parecía toda una madre alimentándolo y estando al pendiente de su medicina.

"¿Estas mejor?" quería preguntar, aunque ya se notaba mejor que cuando llegué el día anterior. Sus párpados ya no estaban tan hinchados y hablaba más resuelto.

—Le dejamos la comida fuera de su taller a mi madre, luego de un rato pasamos de nuevo y recogemos la bandeja vacía —comentó suave, apoyándose del espaldar de la cama.

Era... No podía ni imaginarlo. Que su madre se encerrara, que no cuidara de él estando enfermo. Ella se aislaba, y en consecuencia, terminaba excluyendo a Yeonjun del duelo, condenándolo a la misma situación, rezagado.

—¿Quieres saber cómo detonó todo esto? —preguntó señalando a la nada, refiriéndose a él mismo, a lo que lo rodeaba. Yo asentí, dispuesto a escucharlo atentamente y darle mi apoyo.

—Después de que papá murió en el hospital estuve un par de días con mamá, pensé que estaba bien, que podíamos con esto juntos. Luego, el día que debía recoger el cheque por el trabajo de papá te conocí y los meses siguientes las cosas fueron normales, yo iba a verte a la estación, sobrepase mis trabas en solitario, a excepción del día que exploté, y no me di cuenta de que me la pasaba todo el día fuera de casa, suponiendo que ella estaba bien por su cuenta. Ella me dijo que lo estaba, que podía dejarla...

Yeonjun tragó un bocado de pan, pero ya no quiso más, corriendo la bandeja más a mi lado. Había perdido el apetito.

—Entré a su taller hace dos semanas —dijo después de un rato— solo quería ver si había pintado algo nuevo. Cuando entré —tragó saliva— todo el cuarto estaba... Está lleno con su cara. Con la cara de mi padre.

No pude visualizarlo porque no conocía el rostro del padre de Yeonjun. Pero la idea de una habitación repleta con retratos de una sola persona era... Aterrador.

Perdí el apetito también.

—Sentí nauseas, todo dio vueltas —siguió contando— no lo entiendo, no entiendo como ella puede pasar todo el día allí dentro, intenté sacarla, pero me rasguñó el brazo —acarició el lugar, que no era visible por la manga de su sueter—. Ella me miró con pánico cuando vio que yo sangraba y se encerró.

Aunque su relato fuera desgarrador, Yeonjun no lloraba más, su rostro solo mostraba un agujero profundo de agotamiento y una mínima luz de esperanza. Un ser que pérdida la vida poco a poco.

—Quiero ayudarla, pero es difícil cuando yo mismo estoy hecho mierda —susurró— "No quiero internarla" es lo que me digo todos los días, pero ya no sé si es porque la voy a extrañar, o porque soy un egoísta y no quiero vivir en esta casa solo... No quiero aguantar el infierno solo.

"No estas solo"

—Para ti debe sonar absurdo —dijo mirándome de reojo—. Le temo al silencio que consideras un refugio.

Si seguía hablando yo iba a romper en llanto.

Plantearse vivir como yo era una locura que no iba a dejar que cometiera.

—¿No puede ser también mi refugio? —preguntó a la nada.

"Jamás"

"No"

No...

No —dije— n-no —repetí.

Sus ojos se agrandaron, casi como si fueran a salirse de su cara. Una de sus manos me sujeto del hombro, temblando.

—Gyu-

—No.

—Estás, dices, ¡tu...!

—No.

No podía parar, salía en automático.

Él sonrió. Una sonrisa de verdad, a la que ya estaba acostumbrado, hermosa y sincera.

—¿No? —preguntó. No cabía en emoción, de pronto brillaba atacando mi corazón con ternura.

—No.

—De acuerdo —acarició mi mejilla— entonces no.

Amado silencio. | yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora