El regresado

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«Ex novia.»

Todo me da vueltas. Un montón de recuerdos entran en mi mente, justo los que me encargué de olvidar. Regresan como si abrí un grifo.

Escucho al chico rubio decir algo, pero mis oídos están incapacitados para trabajar.

Otro puñado de memorias cae sobre mí. La gravedad me empujó a un costado y aferré una mano al marco de la puerta. Sin otra opción, cerré los ojos, dejando que aquellas evocaciones me hagan olvidar mi posición en tiempo y espacio.

«Flaca, floja, fea.»

«Desastre.»

«Sal de mi vista, zorra...»

Sacudí la cabeza. Él se me ha puesto enfrente y me sostiene con fuerza.

Sentir sus manos sobre mi piel de nuevo me hace apartarlo con un codazo. No quiero que me toque. No quiero verlo. Que se vaya.

Aprieto mis ojos cerrados. Aunque haya vuelto al pasado debo buscar una salida. Así que reúno todas mis fuerzas. Inhalo y exhalo. Aprieto mis puños… y finalmente me desgasto.

Cuando estoy segura, abrí los ojos. Estoy sudando. Mi respiración se ha vuelto irregular. Saqué fuerzas para hundir los pies en el suelo, y poco a poco, despegué los dedos del marco.

«¿Qué diablos fue eso?»

Me vuelvo a mis espaldas y veo a un tipo rubio dejando unas maletas a un extremo de mi sofá. Sus ojos grises me ven y se me corta el aire. Niego con la cabeza. Busco algo en mí alrededor que explique su presencia. Las maletas son ese algo.

No. ¡De ninguna manera él puede ser…!

—Entonces —su voz me saca de mi desconexión a la realidad. Extiende los brazos a una maleta y puedo vislumbrar sus bíceps—. Se supone que dormiré aquí, ¿no? —Señaló el sofá—. Tranquila. Los gerentes ya me dijeron que el piso tiene un solo dormitorio, así que no pienso arrebatártelo.

Se endereza con el pecho hacia fuera. Dios. El tiempo ha hecho un gran trabajo en su cuerpo. Lo veo dar una ojeada al entorno y se dirige sin más a mi cocina.

Y reacciono.

—¡Eh! ¿Quién te crees que eres? —le piso los talones. Sus piernas se han estirado mucho; son mucho más largas que las mías—. ¡Eh, te estoy hablando…!

No respondió. En cambio, acarició cada electrodoméstico y regresó a la sala de estar. Se sentó en el sofá y me petrifiqué. Mi irritabilidad estaba
rozando los límites. Di largas zancadas hacia él y me le puse enfrente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —espeté—. ¿No se supone que debes estar ingresado en manicomio o algo semejante?

—¿Y tú no deberías estar en una cueva haciendo brujerías o algo semejante?

Puse los ojos en blanco.

—Será mejor que me respondas —dije en tono amenazador.

—Eh, calma —respondió alzando las manos en son de paz—. No hay razón para discutir. Hace un rato parecía que ibas a desmayarte a mis pies, que es lo
que pasa con la mayoría de las chicas me ven, pero...

Sí. Tiene la misma arrogancia de antes.

—Responde la pregunta, Adler.

Adler… Se siente raro volver a pronunciar ese nombre.

Él me incrustó de manera lenta, sin ningún pudor. Sentir sus ojos en mí me dio un cosquilleo abrumador. Suspiró.

—Estoy aquí por la universidad.

Replay [1# Play]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora