El fisgón

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Hola. ¿Ya llegaste al apartamento?

Hola. Sí. ¿Estás en el campus?
✔✔

Me alegro. Sí, estoy preparando el almuerzo con Chel.

Ey, ¡yo también me alegro!
Ya me diste hambre y tengo un cansancio de mil demonios.
✔✔

Jajaja. Apuesto a que desearías estar aquí. Aunque puedes venir siempre que quieras, bebé.

No quiero hacerlas trabajar para alimentar otra boca. Además estoy a dieta.
Sé que puedo, bebé, pero en este momento no.
✔✔

No seas cabezota. A mí y a Chel nos encanta cocinar. Conque la vida fitness se te subió a la cabeza, ¿eh?

1: De ningún modo iré a su piso sólo para que me den comida.
2: Tú mides las calorías que comes. No te quejes.
✔✔

JAJAJA.
Debo seguir con las tareas del curso. En otro momento hablamos, ¿sí? Te quiero, obsesionada al gym.

Me acabas de recordar que también tengo tarea.
Ok, estaré esperando. Yo te quiero más.
✔✔

Un nudo me amarró la garganta para que no saliera nada de ella.
Después de aquella conversación se supone que comería y luego me pondría a hacer los deberes —los cuales no pude realizar—. Pero ahora que estoy viendo cómo los ojos de Brad me escrutan puedo darme cuenta de los cambios.

La bilis me subió a la garganta y bajó del mismo modo. Lo único en lo que puedo pensar es en la salida de todo esto: explicarle lo que pasó realmente en la fiesta. El corazón me bombeaba como loco de sólo pensarlo. A pesar de ello, es la única salida. Ninguna más. Eso me convirtió en un manojo de nervios.

Brad debió notar mi ataque epiléptico interior puesto que se levantó y se me acercó para quedar delante de mí. Su mirada se ablandó lentamente, de
manera que percibí que no se me haga difícil hablarle. Sin embargo, no había manera de poner las cosas más fáciles.

Me estremecí cuando sentí sus cálidos dedos posarse en mis mejillas. No ejercieron fuerza alguna, sólo las acariciaron. Ese simple gesto me hizo sentir
peor de lo que estaba y sucedió lo inevitable.

Lloré.

Las lágrimas salieron desmedidas. A pesar de que las manos se le estuvieran mojando, Brad no se apartó de mí en ningún momento. Es más, me
jaló por un brazo y me estrechó contra sí.

Sentir el calor de su pecho en mi cara me hizo sentir miserable. Por eso decidí retirarme de su abrazo, pero no contaba con las fuerzas necesarias para hacerlo. No sólo estaba privada de esas fuerzas, sino también de su fidelidad.

La manera en la que me miró a los ojos cuando abrí la puerta principal. No merecía ninguno de sus esfuerzos por mantener esta relación en pie, por
convencerme de que no había nadie mejor que yo.

Desde el momento que mis labios se unieron a los de Adler, supe que esto no llegaría a ningún lado. De ningún modo iba a llegar a amarlo. En sus brazos sólo tenía a una chica que jugó con sus sentimientos. Lo peor que pudo haberse cruzado en su camino. Y sabía que mientras más tiempo se quedara conmigo, más dolor le iba a provocar lo que le correspondía saber.

No había otra manera.

Concentré todas las pocas fuerzas que me quedaban y me separé de él sin mirarle a los ojos. No lo merecía. Vi que la duda estaba presente en su rostro. Di un par de pasos atrás con la cabeza gacha.

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