El violento

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—¿Por qué no te dije que no en un principio?

—¿No será porque no te di opción?

Arrugué la nariz y me lancé con violencia hacia atrás. Mi espalda chocó contra el recubrimiento de cuero de los asientos traseros.

No me di cuenta hasta hoy de cuán rápido se puede arreglar una persona para ir a la calle. Sí: voy a la calle, con Diane, dentro del mismo auto en el que casi atropello a mi compañero de piso en plena madrugada. Digo calle porque no tengo idea de adónde me llevará. Le he suplicado que me diga, pero hablar con ésta mujer es como hablar con una pared.

Todo pasó rápido. Me he probado más de diez conjuntos a la vez, he discutido con Dia sobre si me ponía un vestido azul o amarillo e inclusive me ha persuadido para no comer nada durante el trayecto, lo que me ha hecho pensar que es un lugar donde habrá comida o, saliendo de Diane, alcohol. De igual manera, he capacitado a mi estómago para cualquiera de ambos.

Miro la ventanilla mientras ella pisa el acelerador a fondo y nos lleva volando por la calle. Nunca llegué a pensar que algún día volvería a estar encerrada dentro de las paredes de este Ferrari plateado tan rápido.

—¿Cuánto falta? —es una pregunta retórica considerando la alta velocidad a la que maneja. Hasta ahora ha pasado cinco semáforos en rojo.

—Relájate. Hablas como si te llevase a Washington en auto.

A pesar de que me lo advierte hago todo lo inverso. En la ventanilla pasa el demáforo en rojo número seis.

—Dia, por favor, ¿no puedes bajar un poco la velocidad? Me sorprende que ningún policía haya notado la velocidad a la que vas.

—Nessa, soy una conductora prudente. —me ve por el retrovisor—. ¿Piensas que voy a matarte?

—Sin duda.

Antes de que siga la batalla verbal, me recuesto. El aire pega en mi cara y cierro la ventanilla. Llevarle la corriente a alguien como Diane es como decir
que no comerás Nutella jamás, y eso es imposible.

Al fin y al cabo, ¿qué diré?: yo también conduje en este auto a esa velocidad. La diferencia es que lo hice con una ebria en el regazo y cinco litros de whisky en el cuerpo. En mi defensa, no sé conducir y estaba frenética.

Diane da un frenazo tan fuerte que me golpeo la cabeza con la cabecera de su asiento. No sé si sigo viva o desarrollaré un problema en el cerebro por el
porrazo. Echo un vistazo a los asientos delanteros. Ella repasa su labial en el retrovisor, se lanza un beso a sí misma y vuelve hacia mí.

—Venga, baja tu culo de aquí.

Suelto un suspiro de terror.

Cuando intento levantarme del asiento siento mi trasero pegado. Mi mente empieza a abatirse de imaginaciones sobre todos
los lugares factibles donde pudo traerme.

—¡Nessa, muévete! —me grita mi mejor amiga fuera.

Refunfuño, me pongo unas gafas oscuras y abro la puerta.

El aire fresco es lo primero que siento al estar fuera. Miro por encima del auto los diferentes edificios que nos rodean. Puede que tenga tres meses viviendo en esta ciudad, pero sé que estoy en un boulevard.

Una brisa fuerte azota la calle, ocasionando que mi cabello se alborote más fe lo que está. Busco a Dia de soslayo entre el mar de gente que hay e,
inmediatamente, doy con su cabello pelirrojo.

El verde del logo de Starbucks resplandece en mi rostro. Ambas estamos frente al local. La calle está tan concurrida que parece más bien Wall Street a hora punta.

Replay [1# Play]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora