El distante

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Después de insistir, después de lidiar durante medio mes con un trabajo de sueldo medio. Después de una espera eterna, recuperé el wifi. Y seguro es lo único bueno que ha ocurrido en todos estos días.

En las últimas tres semanas, mis ojos no han alcanzado a ver más que la penumbra de mi habitación y la luz azul de mi portátil. Podría decir que, de cierta manera, me he desconectado del mundo real. Resumiendo literalmente mi vida a ganar bitcoins, hacer tarea online y salir a la calle nada más que para comprar comida.

Y eso que todavía no cuento las infinidades de cosas que han pasado.

Adler y yo nos hemos tratado como si el otro no existiese. Desde la última discusión que tuvimos, ninguno se ha cruzado palabra. Debería tomármelo como un milagro. Se supone que, al final, esto es lo que más quería. Saltar de alegría porque, por una vez, Dios me ha escuchado. No obstante, cada día que transcurre se me hace más difícil soportar su silencio, posiblemente más que cuando hablaba como cotorra.

Me ha tomado toda la fuerza que hay dentro de mi cuerpo no salir de mi dormitorio y lanzarle algún insulto con tal de que me responda. Se me hace raro vivir sin experimentar su trastorno de multipersonalidad. Diablos, si he llegado hasta el punto de extrañar que me diga “Snoopy” o
“nalgas chatas”.

Debería ir ahorrando para reservar una consulta con un psiquiatra.

Otra cosa sería Diane, que si lográbamos decirnos “hola” por mensaje ya era mucho. Su curso le exige mucho, siempre se lo he dicho. Sin embargo, ella tiene otra perspectiva. Quiero contarle tantas cosas de mí, de Adler, de Brad, de Aly… Si bien no puedo evitar que también se siente raro que se aleje tanto.

Por último, yo. Me convertí en una parte más de la computadora. Dejé de asistir a mi trabajo en Chick-fil-A para volver a concentrarme en mi trabajo digital, en el cual paso más de 10 horas diarias. He tenido tiempo de sobra
para estudiar más seguido, mandar tareas por e-mail y subir mis notas.

He vuelto a mi rutina: comer, trabajar, estudiar. Lejos de los problemas, de amigos, lejos de Adler. Y debo admitirlo: es algo tedioso. No obstante, es lo
mejor para mí, y siempre pienso en lo mejor para mí.

Dejo la laptop sobre mi barriga y suspiro. Nada mejor que labor eficiente para empezar el día.
Masajeo mis sienes a la vez que voy caminando al baño. El agua caliente de la regadera se siente placentera cuando cae sobre mi cuerpo tenso. Normal: paso muchas horas sentada.

Al abrir la cortina, alcanzo dos pañoletas: con una cubro mi cuerpo y con la pequeña recojo mi cabello. Veo mi reflejo en el
espejo antes de regresar a mi dormitorio.

Sin embargo hay alguien esperándome en la cama.

El cabello pelirrojo de Dia es lo único que necesito ver para reconocerla. La ventana está abierta de par en par, así que no es difícil adivinar cuál fue su vía
de entrada.

—Viniste —dije cerrando la puerta detrás de mí—. ¿Y ese milagro?

—De trescientos veintiún informes que entregar terminé tres. —se pone de pie mientras sonríe—. Uno creo que está mal, pero cualquier excusa es válida para ver a mi mejor amiga.

Sonrío y fijo la vista en sus zapatos: botas de tacón bajo. Sé que sólo se las usa cuando está de buenas.

Echo un vistazo a la ropa deportiva que dejé acomodada en mi cama. Planeaba bañarme para llamar a Aly y retomar nuestra rutina de ejercicio
porque, a decir verdad, me estoy cansando de este encierro.

Diane me ve extrañada y dirige su vista al mismo lugar que yo. Abre sus ojos como platos.

—¿Y eso? ¿Vas a hacer algún tipo de bailoterapia sedentarizada?

Replay [1# Play]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora