El perverso

6 1 0
                                    

—¿Qué?

Un lado de sus labios se estira formando una sonrisa ladeada, es muy confusa. Sus piernas se estiran hasta situarse delante de mí, en el escritorio, a unos cuantos metros de separación.

—Toma asiento, Vanessa.

Oír mi nombre completo en su boca me hace temblar. Esto debe ser un asunto muy serio, entonces, para que me llame así.

Obedezco y tomo asiento sobre el colchón mullido esperando a que ella haga lo propio con el escritorio. Sonríe y balancea sus piernas como niña pequeña.

—Nessa, gran cantidad de personas, incluyéndome, no dudamos en que eres el paquete completo: hermosa, atlética, con coeficiente muy alto… —dijo con entonación demasiado extraña— pero a todo aquel paquete de mujer le falló algo: la inteligencia.

Frunzo el ceño sin poder entender nada.

—¿A qué te refieres, Diane?

En sus ojos se halla una chispa de color anormal. Esquiva mi mirada.

—Todo es cuando volviste a mi casa, ese día después de que te abandonó tu familia —bufó—. En cuanto te vi te pedí disculpas de todo corazón. Nunca pensé que mi madre te metería a vivir con nosotras.

Su voz es una mezcla de su habitual ironía con frialdad que nunca antes había atendido. Mira al suelo abstraída en sus propios pensamientos al generar una inesperada risa importuna.

—Sabía que mi madre era boba, pero contigo fue a otro nivel. Había sentido tanta lástima por ti que te convertiste en su nueva hija. Me pareció tan increíble que iba a vivir contigo, comer contigo, estudiar contigo… —cierra los ojos.

—¿Qué? Diane, no entiendo nada de lo que me estás hablando.

Bastó con que abriera la boca para que me mire, y cuando lo hizo, sentí que explotaba una granada. Mi corazón dio un vuelco al ver en aquella mirada imponente, tan propia de ella, se volvía una mezcla agriácida a la que no encontraba razón, y además me estaba inquietando mucho.

—Cierto, si es que siempre hay que explicártelo todo...  —se baja del escritorio y da un paso hacia mí. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Diane nunca me transmitiría aquellas sensaciones de miedo o cautela—. ¿Crees que me sentía bien viendo cómo mi madre te lo daba todo mientras que yo me quedaba a un lado, soportando verlo cada día?Tengo entendido que pensarás que no, ¿cierto? —dio otra zancada. Su voz era mordaz y no tenía ningún filtro—. Por supuesto, eso no iba a quedar así. Tenía que vengarme por ello.

De improviso, se detuvo a unos pocos metros de llegar a mí y se cruzó de brazos. Me aterró mucho decir lo siguiente a esa imagen sobresaliente a mí.

—¿De qué hablas?

Su sonrisa se amplió lentamente luego de ello.

—Sólo debía empezar con algo pequeño e imperceptible. Algo que no fuese tan brutal como para poner en evidencia mis intenciones, pero lo suficientemente decente para hacerme sentir mejor. Fue allí cuando se me ocurrieron las noticias sobre tus padres —se miró las uñas como gesto inofensivo—. Te dije que mi madre las recibió por medio de su jefe del trabajo —su vista volvió a golpearme con esa ironía agria—. Nessa, ¿alguna vez te pusiste a pensar que mi madre nunca tuvo un jefe, en realidad, sino una jefa?

Se me cortó la respiración. La pretensión en sus palabras y la crueldad de lo que decía no me parecía nada enlazado con la realidad. Mi mente trabajaba a millón intentando asimilar los disparates que decía.

Mi corazón palpitaba fuerte. Bajé la cabeza. Diane no es de las que dice algo así, nunca, en ningún momento. Simplemente, era imposible encajar lo que decía con algo coherente. ¿Por qué?

Replay [1# Play]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora