DUELO. ASALTO A DORMA 2ª PARTE

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Los tambores tronaban a la vez que las tropas se acercaban conforme pasaba el tiempo. Distinguía todo tipo de criaturas, pero solo era capaz de centrarme en el general de su ejército. A pesar del kilómetro que todavía nos separaba, parecía que podía distinguirme así como yo a él. Incluso pude notar levemente que movía los labios... había dado una orden.

Éldelbar: No me interesan los prisioneros... que mueran todos.

El licántropo que estaba próximo a él aulló, y tras el, todo el ejército conjuntamente profirió un grito de rabia en busca de sangre, de euforia anterior a la batalla.

Levia y Dray: ¡Arqueros, preparaos!

El portón de Dorma estaba reforzado, ¿pero cuanto resistiría? Era una pregunta más que se me cruzó por la mente. Pero recorde a mi padre y a Vianai. ¿Por qué en vez de darme respuestas y consejos de qué debía hacer, solo me habían creado más y más preguntas? ¿Linaje poderoso, el poder de la sangre? Solo quería ganar. Y lo iba a hacer.

Ellos cargaron, empezaron a correr hacia la muralla. Nosotros esperamos, los arqueros cargaron y se prepararon a desatar una primera lluvia mortal.

Una enorme tropa se apostaba frente a las murallas de Dorma. Sus gritos de ira y hambre eran algo que podrían asustar hasta al más insensato o imprudente de todos los hombres. Una auténtica jauría que ahora cargaba sobre nuestros muros con la intención de sobrepasarlos... eso si es que llegaban siquiera a tocarlos.

Levia: ¡¡Mantened!! ¡¡Mantened!! ... ¡Ahora!

La primera horda que se acercaba no era precisamente peligrosa. Las criaturas más adelantadas eran goblins y orcos, y algunos demonios, todo hay que decirlo. Pero se veía perfectamente que eran carne de cañón, soldados que simplemente querían probar nuestras defensas, solamente para durar vivos unos pocos momentos. Una lluvia de flechas se descargó sobre aquella tropa, erradicando a todo aquel a quien no diera tiempo de levantar su defensa, principalmente escudos grandes y rectangulares para los orcos, hechos de madera y reforzados con pieles curtidas que fueron suficientes para detener la primera andanada de flechas. Los goblins no llevaban nada que pudiera defender su piel de las puntas asesinas, y ciertamente perecieron asaetados, volviéndose sus cuerpos carne agujereada, si es que no habían tenido la suerte de esquivar milagrosamente todas las saetas. Podía notarse que los demonios eran más bien de rango bajo, pues por el color de su armadura se distinguían, y apenas pudieron tomar unas pocas flechas antes de caer, si es que no se habían escudado tras los cuerpos robustos de sus compañeros orcos.

En el tiempo que tardaron los arqueros en recargar, los enemigos volvieron a acercarse. Pude observar entonces cómo era su disposición militar. El ejército enemigo empezó a movilizarse a los laterales. Iban a rodear la ciudad, todas aquellas criaturas enemigas que componían el ejército, buscando algún punto débil, alguna fractura, lo que fuera. Era evidente que solo a base de flechas nada íbamos a lograr, pero también era muy arriesgado utilizar magia en aquellos momentos. Era desesperante, pues si tratábamos de ir al desgaste, nos agotaríamos antes que ellos, aunque era peor si simplemente dejábamos que se acercasen más, pues la segunda horda empezó su avance. El miedo en nuestros rostros, el odio en los del enemigo. Tenía terror, miedo, pánico, casi tenía ganas de irme de allí, corriendo como si no hubiera un mañana y rezando porque no se dieran cuenta de mi presencia. Pero Éldelbar ya me había visto, y montado en su caballo grisáceo y de apariencia musculosa y potente, así como vestía su armadura negra, cuyo casco azabache finalizaba en una punta de lanza coronada de hierro, y en su peto llevaba la marca de su propio estandarte, el lobo negro sobre un fondo carmesí, como la sangre que cubriría el campo aquel día, parecía desafiarme de forma burlona, como si me estuviera diciendo que todo lo ocurrido de nada había servido.

Another World, A Magic World.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora