22. Prediccion peligrosa.

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Tres días, un extenso valle y un poblado élfico era lo único que separaba a Gorriak de cumplir su misión. Una auténtica carrera de muerte, la hueste liderada por la criatura más poderosa al servicio de Éldelbar, cuyos integrantes aullaban de tal modo que harían palidecer hasta el corazón más valiente. Poderosos alaridos proferidos por gargantas que ansiaban carne élfica, y que retumbaron entre montañas y valles, llegando hasta el sur a pesar de la distancia que los separaba. Sonidos que en sueños llegaron como presagio a alertar al alto rey de los elfos, Arakhora, en el corazón del bosque de Glotdorian. El monarca decidió usar un tesoro natural élfico, la Egiaren Esteluarn, por una corazonada que tuvo en relación al sueño de aquella noche.

Así se levantó de su trono, caminó entre sus vasallos y guerreros, así como niños y artesanos de su raza, y en el medio día llegó al centro del bosque de Glotdorian, al Armbad, el árbol más alto y robusto que había en el mundo, del que se dice que...

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Así se levantó de su trono, caminó entre sus vasallos y guerreros, así como niños y artesanos de su raza, y en el medio día llegó al centro del bosque de Glotdorian, al Armbad, el árbol más alto y robusto que había en el mundo, del que se dice que el mismo Reiren plantó al inicio de los tiempos, y que por decreto divino, ningún fuego podría quemar, ni ninguna de sus ramas ser quebrada, así como toda criatura hambrienta y sedienta que a él acuda siempre encontraría piedad y cobijo bajo sus ramas o sobre ellas, beber del agua infinita de la fuente de sus raíces y coger uno de sus frutos que siempre están maduros y llenan el estómago de cualquiera con un bocado, incluso a la más insaciale de las bestias. Pero el agua de ese árbol no era solo la más fresca y natural que había en el mundo, sino que tenía la capacidad de mostrar el pasado a aquel que quisiera recordar y conocer su origen, o el futuro a aquel que deseara verlo, pero solo si dicho ser tenía la entereza suficiente para ver la miseria que podría ser sin quedar traumado, ni deleitarse en exceso por ver la posible prosperidad venidera, haciendo que se olviden del tiempo del presente. A esa fuente los elfos la llamaban Egiaren Esteluarn, que en el lenguaje de los hombres quedaría como Espejo de la vida, o Espejo de la esperanza.
Así, con temor en su corazón pero agallas para combatirlo, Arakhora decidió ver:

-Aguas que todo lo observan, tanto muerte como vida, sea benévolo o nocivo, no importan las consecuencias ni causas, pues mi necesidad de saber es mayor que mi miedo a lo desconocido. Yo os lo imploro, mostradme qué rumbo toman las criaturas que producen aquellos alaridos que a mis sueños hoy han llegado.

Se inclinó sobre las aguas y logró vislumbrar la manada de bestias que lideraba Gorriak, algunos con la lengua fuera debido al cansancio de no parar de correr, pero con la mirada fija en su objetivo, hacia el este. Arakhora reflexionó:

-Una manada de lobos. No parece algo demasiado peligroso, será que van de cacería a por algun gran ciervo del norte... espera, también hay wargos, incluso una veintena de licántropos de Mougrim. Esto no es algo que deba pasar por alto, tengo que averiguar más sobre estas criaturas viles y su objetivo.

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