2. Primera batalla.

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Corría y corría mientras los lobos blancos me perseguían. En la estepa se habían acercado peligrosamente a mi, ya que eran muy rápidos en línea recta. Pero logré sacar algo de ventaja frente a ellos cuando llegamos al bosque, gracias a que empecé a franquear varias veces los árboles, realizando muchos zigzag. Parecía que no corrían a su máximo con tanto giro y cambios de ritmo, con lo cual logre poner distancia, pero me estaba agotando más que ellos, y más rápidamente.

Entonces ví mi salvación. El bosque empezó a tener un poco de pendiente rocosa, lo que quería decir que estaba en una zona montañosa, y tuve la suerte de encontrar una gran cueva. Me adentré en ella buscando refugio de los lobos blancos, y funcionó de maravilla. Los lobos no entraron a la cueva, pasaron de largo. Me relajé entonces y recuperé el aliento, ya que la carrera me había dejado exhausto, casi a mi límite. Nunca había corrido tanto y tan rápido.

Tras descansar un poco, decidí explorar un poco la cueva.

-¿Crees que encontraré algo interesante aquí?- le pregunté al dragón desde mi mente.

-Prueba y verás, humano.- me contestó el dragón bastante desganado.

-De acuerdo. - le terminé.

Primero salí de la cueva e hice un fuego a lo bruto, con fricción de dos trozos de madera, tardando unos 12 minutos, de forma que los brazos se me cansaron un poco por el esfuerzo, aunque el calor que brindaba la llama merecía la pena. Esperé cinco minutos descansando los brazos mientras avivaba el fuego echando ramas cada vez más grandes. Me quedé con una rama larga y contundente a modo de arma, y otra más pequeña la usé de antorcha para iluminar mi camino en la cueva a la cual decidí adentrarme.

Estuve caminando como 2 minutos en línea recta. No había nada en la cueva, pero tenía un cosquilleo, un presentimiento. Algo iba a suceder si me seguía adentrando, aunque desconocía si sería bueno o malo.

Y efectivamente, sucedió algo que no me esperaba para nada. Esperaba encontrarme con un objeto o un tesoro (si bien eso habría sido tener bastante suerte). Pero me encontré con algo peor que los lobos blancos. Un lobo negro, de más de 3 metros de largo, poderosas fauces y cara alargada, me miraba fijamente. Yo me puse alerta, tenía la antorcha y el palo lo podría usar a modo de porra, pero con ello no tumbaría a la bestia. Correr no serviría, me alcanzaría de un salto en cuanto le diera la espalda. Solo me quedaba pelear.

-¡Cuidado con el wargo negro Sirou!- me dijo el dragón justo antes de que la bestia me atacara.

Logré esquivarla por poco, y al girarme para verlo de frente, tomé una postura más defensiva; de lado y apuntando con la antorcha a su morro, de forma que el fuego lo ahuyentara y me dejara en paz, o esa era la idea. Pero no fue así. El wargo me atacó de nuevo, pero pude preveer su movimiento y logré agacharme, de forma que el wargo se estrelló contra la pared. La cueva retumbó en ese momento.

-¿Qué hago dragón?- le pregunté a mi compañero.

-¡Golpearle! ¡Ahora que está aturdido!- me dijo (más bien gritó) a la desesperada.

Le hice caso y solté la antorcha. Agarré a dos manos el garrote y salté sobre el wargo. Alcé mis manos sobre mi cabeza y balanceé el garrote con todas mis fuerzas. Le dí en el torso al wargo, que aulló de dolor. Pensé que lo había acabado, que ya lo había matado, pero levantó su zarpa y logró asestarme un fuerte golpe en el estómago.
Me envió volando unos cinco metros y choque contra una gran estalagmita. Me dolía la espalda tras recibir semejante golpe. El wargo se levantó victorioso, y me miró. El lamentable estado en el que yo me encontraba era evidencia de su superioridad. Solo de un golpe me dejó con el abdomen herido, la espalda dolorida y la cabeza sangrando, notaba el hilo de sangre recorrer mi mejilla derecha. La batalla estaba perdida.

Another World, A Magic World.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora