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Aunque solo habían pasado unos segundos desde que sus labios se unieron, para Félix era un bucle sin fin, un agujero negro del cual sentía que jamás saldría. Se sentía adicto a Chan, a su forma de abrazarlo en la cintura y la manera en que sus labios se movían tan delicadamente sobre los suyos.

Lentamente se separan, aún sin abrir los ojos, el mayor agacha su cabeza hasta apoyar frente con frente y sonreír. Abre sus párpados con la intención de encontrar a Félix, y se muere de ternura al verlo todo sonrojado y contento. Lleva su mano hasta la mejilla contraria, acariciándola muy delicadamente como si de una fina figura de porcelana se tratara.

— Aunque podría estar así toda la noche, si seguimos bajo la lluvia vamos a volver con una neumonía. — dice. Félix ríe y asiente, dándole la razón.

— Mi casa queda a dos cuadras, puedes dormir esta noche ahí si quieres. — contesta.

Chan apoya la idea y ambos comienzan a caminar, hay silencio entre los dos, pero no es un silencio incómodo. Tan solo se mantienen absortos en sus pensamientos, quizá intentando procesar lo que acaba de pasar esta noche. Félix pasó años solo fantaseando con Chan, y eran cosas tan simples como llevar una conversación o darse un abrazo, que un beso bajo la lluvia en una madrugada como esta, parecía un sueño del cual no quería despertar.

Se sorprende cuando siente como Chan toma su mano, entrelazando sus dedos. Se gira rápido para ver el rostro del mayor, y éste solo le corresponde con una sonrisa, que con pena Félix le devuelve. Por favor, que nadie lo despierte si esta es otra de sus fantasías que experimenta cada que ve una película romántica.

Cuando llegan a su hogar, el menor mete la llave con delicadeza y ambos entran, como era de esperarse, todo está oscuro, pues ya es muy tarde y toda su familia duerme. Se dirigen a su habitación con sumo silencio para no despertar a nadie.

— Toma. — dice extendiendo un toallón — Bañate en el de mi habitación, yo iré al de abajo. También esto, tienes suerte de que me guste mucho usar ropa holgada, porque con esos hombros no te quedaría ninguna remera de mi talle. — sonríe y le da un nuevo cambio de ropa que el mayor amablemente toma entre risas.

— Gracias Lix.

Félix baja y se dirige al baño familiar para tomar una ducha. Se mete al agua, dejando que la corriente se lleve las diez mil mariposas que se niegan a abandonar su estómago. Es que... aún es tan increíble, haber besado a Chan y que ahora mismo esté en su cuarto dándose una ducha, sonaba ridículamente irreal. Se moría por contárselo mañana a Jisung.

Una vez que terminó de ducharse, subió de vuelta a su habitación, tocando antes la puerta por si Chan se estaba cambiando. Cundo escuchó un " adelante" del otro lado, entró, encontrándose a un pelinegro ya cómodamente acostado. Félix sonríe y apaga la luz, para acompañarlo.

Pasan unos minutos en los que ambos intentar dormir, pero nada parece llegar a ellos. Félix mira la nuca de Chan y los anchos hombros que tiene, se contiene las tremendas ganas que tiene de abrazarlo. De repente de asusta cuando el mayor se da vuelta, quedando ambos frente a frente. No hay mucha luz en la habitación más que los pequeños foquitos de la computadora de Félix, por lo que muy a penas pueden verse sus rostros, pero pueden.

Se quedan así por unos segundos, solo mirándose en la oscuridad, sin decir o hacer nada.

— Félix...

— ¿Sí?

Los ojos de Chan brillan y su nuez de adán sube y baja al tragar saliva con nerviosismo.

— ¿Quieres salir conmigo?

Silencio. No se oye nada, la expresión de Félix no ha cambiado mucho, solo entreabrió algo sus labios, sin saber exactamente qué responder. ¿Le está pidiendo lo que él cree? O...

Del odio al amor || MinSung & ChanLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora