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Cerró su casillero y suspiró, mirando al techo.

Jisung se considera a sí mismo un chico muy divertido, social, simpático y gracioso. Por lo que no tenía problema en hacer muchos amigos, más allá de que Félix es el único con el que anda siempre, en realidad se lleva bien con casi toda la escuela.

Sin embargo, a pesar de ser tan simpático, hay un único momento del día en el que odia que le hablen mucho; la mañana. No es nada personal, no es que se levanta con la pierna izquierda, o está de mal humor, o quiere matar a alguien. Simplemente su cabeza comienza a funcionar con normalidad luego de una o dos horas de despertar, en la mañana. Todo lo que digan antes, le suena irritable, sobre todo si es mucho.

Por ende, tener a Félix hablándole muy animadamente de como su tía casi se cae de la casa del árbol, no era justamente lo que esperaba. Quería preguntarle al peliblanco como le había ido con Chan, pero sabe que no va a prestarle atención hasta que pasen sus dos horas correspondientes. Por lo que prefiere preguntarle en el primer receso, ya que aún ni entraban a clase.

Miró su reloj y luego a Félix, éste usaba las manos para expresarse mejor sobre la divertida y ruidosa anécdota de su tía.

— Sé que no me prestas atención, por eso te estoy hablando de mi tía y no de Chan, esperaré al primer receso, cuando estés más despierto. — dice de repente el menor.

— Amo que me conozcas tanto.

— Sí, sí. Pero también sabes que no puedo quedarme callado así que seguiré hablándote de mi tía. — le sonríe y continúa contando.

Jisung blanquea los ojos, oyendo de fondo a su mejor amigo y a las decenas de alumnos yendo de aquí para alla a primeras horas de la mañana. Miró de vuelta su reloj; diez minutos para que empiecen las clases. Félix no asomaba siquiera a callarse. Están caminando cuando pasan por el salón de baile y Jisung voltea a ver por ventanilla muy fugazmente, más que nada por reflejo, pero algo allí le llama la atención y ve una salida a su ruidoso momento.

— Voy a preguntarle algo al mono baboso ese, nos vemos Lix. — le dice adentrándose en el salón. El menor solo se ríe resignado, sabe cuanto le molesta que le hablen mucho a esta hora.

Minho voltea a verlo mientras alza una ceja.

— ¿Te puedo ayudar en algo? — dice con sarcasmo.

— Sí, solo callate y haz de cuenta que no estoy aquí. Sigue en lo tuyo. — contesta Jisung. Luego se va a una esquina del salón y se sienta, toma su cuaderno, sus auriculares y comienza a escuchar música, ignorando al mayor. Tiene diez minutos para gozar de paz.

El pelinaranja solo se encoge de hombros y continúa en lo que estaba antes de que lo interrumpiera. Presiona el botón que da inicio a la música y retoma la coreo, ignorando completamente al chico allí. Se pierde tanto en la melodia y en los movimientos, que no nota como Jisung lo mira.

Baila bien, muy bien, jamás se cansará de decirlo... en voz baja. Siempre ha tenido una relación de puros insultos y gritos con Minho, pero jamás al punto de odiarse, si bien ambos dicen hacerlo, en el fondo saben que no es más que una rivalidad.

Pero Jisung siempre lo ha admirado.

Verlo bailar era hipnótico, esos movimientos tan certeros. Minho tenía un control perfecto de su cuerpo, incluso sus expresiones acompañaban a la perfección todo el baile, no había un solo cabello de él que no se moviera con elegancia a la hora de entrar al escenario.

— ¿Disfrutando la vista? — le dice con diversión Minho, y jadeando debido al cansancio.

Jisung solo finge desinterés y vuelve su vista al cuaderno. No sabe exactamente hace cuanto esta mirándolo como un estúpido. El mayor se ríe porque sabe que jamás admitirá algo.

Del odio al amor || MinSung & ChanLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora