Su mirada no se despegaba de sus zapatillas. Oía los gritos desgarradores y el llanto de su padre, pero Carl Grimes no se atrevía a mirarlo a los ojos.
De repente, sintió dos brazos envolverlo por atrás, con fuerza.
—Estoy aquí, mi vida —susurró la voz quebrada de su madrina—. Estoy aquí.
Entonces la miró con los ojos más tristes del mundo y aceptó el abrazo. Y apenas lo hizo, no fue capaz de controlar sus lágrimas ni un segundo más. Nicole apretaba sus labios para no llorar ahí mismo, sintiendo cómo su corazón se estrujaba.
Se mantuvieron así, sin moverse, por al menos una hora.
—Tu hermana... necesita leche maternizada —le susurró ella, sin separarse—. No sobrevivirá de otra forma, Carl, debo ir a buscar.
—Vuelve —susurró el niño.
Nicole se acercó a Glenn y le pidió que le abra la puerta.
—¿No ibas a ir con Daryl? —cuestionó el coreano.
—No.
El coreano miró con desaprobación como la arquera se subía a la camioneta. Sabía que no podía detenerla, por lo que abrió la puerta.
Apenas desapareció de su vista, Nicole Harrison aceleró ferozmente. No le importó a qué velocidad iba, no le importó Daryl, no le importó nada en ese momento... solo quería distraerse. Pero nada podía distraerla de la manos ensangrentadas de Maggie, ni del dolor de Rick y Carl Grimes, que jamás desaparecería.
Lo que ocurrió luego fue tan rápido e inesperado, que no pudo evitarlo. Una figura saltó a la carretera, al capó del auto, y como reflejo, Nicole maniobró el volante para esquivarlo, terminando contra la valla metálica de la carretera.
—Carajo —susurró, masajeando adolorida su frente.
El golpe había sido duro, pero lo que más le llamó la atención fue que la radio se había prendido luego del impacto. New York, New York, New York de Frank Sinatra comenzó a sonar.
Con las manos temblorosas bajó del auto, aún le aterraba la idea de quitarle la vida a alguien. Pero al ver qué era, se rió con amargura.
Un caminante.
—Hijo de puta —lo pateó en el estómago y le clavó su cuchillo en el cerebro. Por despecho, lo revisó y tomó alguno de sus objetos: como unos cigarrillos, encendedor y unas mentas.
La canción seguía sonando, se repetía una y otra vez por el salpicadero averiado. Se sentó sobre el capó, prendió un cigarrillo y lo llevó a su boca.
De lejos vio a un caminante dirigiéndose hacia ella, pero no se molestó en defenderse. Simplemente lo miró, exhalando el humo.
El muerto cada vez se acercaba más. Y justo cuando lo tuvo al lado, el caminante cayó al suelo por una flecha verde disparada desde atrás.
La flecha de Daryl Dixon.
—¡Acaso estás loca! —vociferó, bajando de la moto.
—¿Eh? —murmuró la arquera, sin voltear a verlo aún.
—¿Ibas a esperar a que pruebe de tu brazo, eh? —se acercó, escandalizado.
—No —negó ella, bajando del capó para mirarlo.
—¡Iba a matarte!
—No lo hizo. Escucha, es la mejor parte de la canción.
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𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍
Romance-ɪ ʟᴏᴠᴇ ʏᴏᴜ, ɪ'ᴍ ꜱᴏʀʀʏ En el fin del mundo, el más fuerte sobrevive. Los débiles pierden. Pero... ¿es de débiles permitirse sentir? Sus flechas se encontraron. Él era un solitario, ella una guardiana. Eran dos almas fragmentadas que entrelazaban su...