—Bendito sea el señor. Alabado sea él, por nuestro hermano Otis, por su generosidad —citaba Hershel, con una biblia en sus manos, frente a la tumba significativa de Otis—. Te agradecemos, Señor, por la paz que siente en tu abrazo.
Luego, Shane dio un paso adelante para dar un discurso en su honor. Dale y Nicole escucharon con precisión cada una de las palabras que decía.
—A Carl y a mi, nos salvó Otis —finalizó Walsh.
Más tarde, el grupo entero debatía sobre Sophia, continuarían buscándola.
—Rick, recuerda que hasta mañana no puedes salir, estás débil —intervino Hershel—. Shane tampoco, su tobillo empeorará.
—Por eso debo ir, Hershel —objetó Rick—. Si ni Shane ni yo vamos no...
—Si ni Shane ni tú van, iré yo —habló Nicole—. Oh, y quédense aquí, o se volverán más torpes de lo usual si vuelven a exponerse.
—Hey —protestó Rick, fingiendo estar ofendido.
—Iré a buscar mis cosas —lo codeó ella, sonriendo.
Al comenzar a caminar, escuchó de lejos la voz del cazador.
—Iré yo mejor. Sin ella.
—¡No, Robin!
Se apresuró a agarrar su mochila y su arco, para saludar a Carl antes de irse. Como siempre, al verlo, le despeinó el cabello.
—¡Para! —se rió Carl, con muchas más fuerzas— ¿A dónde vas?
—Continuaremos la búsqueda de Sophia. Hoy iré con Daryl, a la zona del arroyo, creo.
—¿Con Daryl, eh?
Nicole frunció el ceño y él la miró con picardía.
—Me caías mejor cuando dormías —le volvió a despeinar el cabello—. ¿Sabías que roncas?
—Mentira —se atacó el niño.
—Eh, yo no miento, roncabas más que tu padre que dormía en la silla de ahí —señaló el objeto y, con una sonrisa, se inclinó sobre la cama para dejar un beso en la frente de Carl—. Te veo luego.
Y al salir de la casa... él ya no estaba. En ningún lado.
—Glenn, ¿y Daryl?
—Se fue, hace unos cinco minutos. Dijo que tardabas mucho.
—¿Me estás jodiendo?
El dedo índice de Glenn apuntó el interior de bosque.
—Dios, qué raro es —mofó—. ¿Y a dónde vas tú?
—Iré a buscar medicamentos a la farmacia del pueblo, con la hija de Hershel —explicó.
—¿Maggie? —le sonrió, pícara.
—Sí. ¿Cómo... cómo lo sabes? ¿Por qué?
Soltó una carcajada al verlo tan nervioso.
—Me cuentas todo luego, ¿sí? Iré... a donde sea que Daryl haya ido.
—Sí, diviértete, sé que lo harás.
"Increíble" pensó. No sólo su ahijado la había burlado, sino también Glenn Rhee. Le parecía absurdo. No había nada más alejado de la realidad.
Dos horas más tarde... Tras haber gritado el nombre de Sophia y de Daryl, sin éxito, decidió regresar a la granja. Pero al momento de dar la vuelta, un grito salió de sus labios, que fue callado por la mano de alguien más en su boca. Tomó su cuchillo con rapidez, pero se detuvo abruptamente al reconocer quién era.
—¡Soy yo! —balbuceó ella, sobre su mano.
Daryl Dixon la soltó, pero aún estaban contra el árbol.
—¡¿Me estás siguiendo?!
Nicole lo miró como nunca antes, indignada y con mucha, mucha furia. Lo empujó con fuerza —aunque él apenas se movió— para comenzar a caminar.
—¿Qué haces aquí? —dijo él, siguiendo sus pasos—¿Por qué me seguías? Oye, te estoy hablando. ¿Qué te sucede?
—¿Yo te estoy siguiendo?—volteó hacia él, rostro a rostro— ¡Tú te fuiste!
—¿Y qué, querías que se me pase la vida mientras buscabas tus estúpidas cosas? No necesito niñera. Ni un maldito perro que me siga.
La boca de la arquera se abrió en una O, completamente indignada.
—¿Perro? ¡Acordamos ir juntos, imbécil!
Sin más, comenzó a caminar lejos de él a zancadas.
—¿A dónde vas ahora? —gruñó Dixon.
—A la granja. O a cualquier sitio lejos de ti.
Sin decir más, comenzó a caminar hacia el norte. Él contuvo la sonrisa, divertido.
—Tenemos que ir al sur, mujer.
A espaldas de él, Nicole cerró ambos ojos, tragó saliva y se insultó internamente en mil idiomas. Con la cabeza en alto, volteó y pasó por al lado suyo, caminando hacia el sur.
Unos minutos después, encontraron una casona grande y antigua. Él pateó la puerta de la casa y ambos se dividieron para revisarla.
En la cocina, Nicole encontró un abrelata y unas latas aún húmedas.—Creo que encontré algo —avisó.
Daryl observó las cosas, asintiendo con la cabeza.
—Yo también.
La guió hasta un pequeño armario, que en su interior había mantas tiradas en el suelo, como si alguien había estado durmiendo ahí.
De pronto, un fuerte golpe de escuchó desde afuera de la casa.
—¿Oíste eso? —susurró ella, él miró la ventana con cautela.
La puerta estaba siendo forzada... por los quince, o quizás más, muertos que habían rodeado la casona.
—Hijos de puta —maldijo el cazador.
—Oh, no —susurró ella, cuando la puerta fue derribada.
Tomó a Daryl del brazo, para correr hacia aquel armario. Cerró la puerta, e inmediatamente su cuerpo chocó con la misma, cuando él la acorraló para extender sus brazos contra la madera, en caso de que los caminantes quieran derribarla.
El lugar era tan diminuto, que sus cuerpos quedaron pegados. Por la diferencia de altura, él la miraba de más arriba, pero podía sentir el corazón de ella latiendo veloz y sus manos temblar.
—¿Todo bien, Harrison? —murmuró Dixon, sin dejar de mirar la puerta. Sabía la respuesta.
—Odio esto... Estar encerrada y tan cerca de ellos a la vez —admitió, cerrando los ojos.
Daryl la miró un momento y, lentamente, entrelazó una de sus manos con la temblorosa de ella, dándole un leve apretón.
—Mírame —susurró en su oído—. Respira conmigo, ¿sí?
Nicole abrió los ojos lentamente, para clavarlos sobre los de él. Su respiración seguía agitada, pero comenzó a acompasarse con la suya, como si el simple sonido de su voz y su suave agarre le devolvieran el aire.
—Necesito que te concentres. No quiero tener que cargarte cuando te desmayes, eh.
Ella sonrió un poco, más calmada.
—Lo intentaré.

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𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍
RomanceEn el fin del mundo, el más fuerte sobrevive. Los débiles pierden. Pero... ¿es de débiles permitirse sentir? Sus flechas se encontraron. Él era un solitario, ella una guardiana. Eran dos almas fragmentadas que entrelazaban sus pedazos partidos, sin...