Capítulo 18: Mientras el fuego se extinguía

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—¡Horda! —gritaban— ¡Horda!

Hershel Greene observaba, conmocionado y en cámara lenta, cómo los arqueros corrían y le gritaban desesperados. El horizonte se veía plagado por el caminar de los muertos.

Carl había desaparecido de la casa. Y ni Rick ni Shane habían regresado aún, alarmando a todos mucho más.

Carol, Patricia, Beth y Lori se subieron al auto que conducía T-Dog. Los demás aceleraban el escape, dividiéndose. Nicole se desesperó de paciencia al ver a Hershel disparando uno por uno a un grupo de caminantes.

—¡Hershel! —gritó Nicole, abriendo fuego
también— ¡Qué haces!

—No paran de venir, Nicole —expresó el anciano, apenado—. No sé cómo detenerlos.

—No puedes hacerlo, lo lamento. Debemos irnos ahora. ¡Hershel!

—¡Es mi granja!

—¡Ya no lo es! —apareció Rick Grimes, con Carl a su lado. Nicole no ignoró la ausencia de Shane, lo buscó con la mirada, pero él no estaba.

—¿Dónde está? —susurró.

Rick negó con la cabeza apenas. Ninguno de los dos dijo algo más.

—¿Dónde está Lori? ¿Vieron a Lori? —preguntó ahora él, alterándose por sus silencios—. ¡¿La vieron?!

—Subió al auto de T-Dog.

Entonces los cuatro se subieron a la camioneta más cercana, sin rumbo alguno. Dejaron todo atrás, mientras el fuego carcomía.

—¿Y mamá? —cuestionó Carl, tras bajar a la carretera y no ver a nadie— Dijiste que estaría aquí.

Rick miró a su hijo con la cabeza explotada, sin saber qué decirle, qué hacer.

—Deben cuidar a Carl —les susurró Hershel más alejado, a Nicole y Rick—. Yo me quedaré aquí, esperando a Maggie y Beth. Me esconderé en un auto, si un caminante me atrapa, que así sea. Perdí mi granja, mi esposa... quizás mis hijas.

—¿Puedes tener algo de fe? —masculló Rick, cansado. Luego nadie dijo más nada.

Carl negó con la cabeza cuando empezó a ver cómo ciertos caminantes comenzaban a invadir el lugar: sabía lo que significada.

—No me iré sin mamá, papá —sostuvo.

—Carl... no estamos a salvo aquí —susurró su padre—. Lo siento, hijo... Tenemos que irnos.

Las lágrimas de tristeza de Carl Grimes se convirtieron en lágrimas de felicidad de un momento a otro, de un segundo a otro segundo, al escuchar los motores de unos vehículos llegar hacia ellos.

El llanto del niño se convirtió en una mueca esperanzadora, al oír motores.

—¡Mami! —exclamó, al ver a su madre bajar de una camioneta.

—¡Gracias a Dios! —lloró Lori, abrazando a su hijo y esposo.

—¡Papá! —gritaron Maggie y Beth, corriendo a los brazos de Hershel.

 𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora