—¡Déjenme ir!
El aire era cada vez más escaso en sus pulmones. Corría sin rumbo, esquivando cada rama que se le cruzaba del bosque, presintiendo como se desvanecería en cualquier momento.
—¡No puedes escapar, Noah! ¡Lo sabes!
Las voces se alejaban. Pero no lo suficiente. Hasta que la vio.
Una cabaña.
Miró hacia atrás... llevaba ventaja. No lo pensó más.
Se lanzó hacia aquella puerta como si fuese su salvación.
El lugar era viejo, sucio. El polvo sobre los muebles, el piso de madera crujiente.
Lo primero que hizo fue verificar por la ventana que se hayan alejado totalmente.
—¡No lo veo!
—¡Eres idiota, O'Donnell! ¡Solo tenías que disparar!
—Dawn lo quiere vivo...
—En la pierna, imbécil. Ahora tú le explicarás.
Aquellos dos robustos hombres desaparecieron de su radar. Suspiró, sentándose en el suelo con la espalda apoyada contra la puerta y los ojos cerrados, intentando recuperar el aliento. Sentía el alivio en sus venas.
Pero qué poco duró.
—Quieto.
Abrió los ojos como platos al sentir el frío metal de acero que le apuntaba en la cabeza.
—No tocas la puerta y tampoco te presentas. Qué descortés.
—Yo... yo ya me iba.
Nicole Harrison sonrió apenas, al notar el temor del chico en aquel tartamudeo.
—¿Qué? —se rió, divertida— ¿Tienes miedo?
—No... —volvió a tartamudear— No quiero molestar, en serio, enseguida me iré...
—¿Tienes miedo?
Click.
El seguro del arma.
—¡No! ¡Me estaban persiguiendo! ¡Esto no tiene que que ser así! ¡Me iré! ¡Lo juro!
—Lo siento.
—¿Por... por qué?
—No mando aquí. Judith lo hace. Y lo siento por eso, por lo que se te aproxima.
—Por favor... solo déjame ir...
—¿Tienes miedo?
—¡No quiero problemas con tu jefa o con nadie! ¡Puedo ser útil! ¡Dame la oportunidad! ¡Soy rápido, puedo ayudarte!
—¡Respóndeme! —exigió la arquera, apretando el arma en su cabeza.
—¡Soy rápido, puedo ayudarte! —gritó, desesperado— ¡Sí, tengo miedo! ¿Sabes qué? ¡Mátame! ¡Hazlo! ¡Ahora!
Y jaló del gatillo.
El desgarrador grito de Noah se oyó en todo el lugar.
El arma no estaba cargada.
—¡Dios mío! ¡Estás loca! —jadeóse alejó con brusquedad, indignado— ¡¿Quién demonios hace algo así?!
—Debiste verte la cara —la risa de Harrison iluminó todo el lugar.
—¡Estás loca! —repitió, indignado— ¡No es gracioso!
—Es muy gracioso. Lo lamento... —suspiró, tambaleando hacia atrás hasta sentarse en una silla rota, sin soltar el arma—. Fue una broma de mal gusto.

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𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍
RomansaEn el fin del mundo, el más fuerte sobrevive. Los débiles pierden. Pero... ¿es de débiles permitirse sentir? Sus flechas se encontraron. Él era un solitario, ella una guardiana. Eran dos almas fragmentadas que entrelazaban sus pedazos partidos, sin...