—No te muevas. No dudaré en volarte la cabeza.
Nicole Harrison quitó el seguro de su arma, sorprendiendo por detrás al hombre que había subido a la autocaravana.
El hombre le dio un codazo justo en la culata del arma, volándola por los aires. Pero al instante sintió la fuerte patada de la mujer en su espalda, tirándolo al suelo.
—Tus reflejos no han cambiado en nada, Harrison —pronunció el hombre, muy agitado.
Entonces escuchó su voz. Y por más que quiso, su cuerpo no pudo reaccionar. Un escalofrío había recorrido su cuerpo, paralizándola. Hasta que sintió el cuerpo de Shane Walsh envolverla con tanta fuerza que despegó sus pies del suelo... riendo con lágrimas en los ojos.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? —susurró él, tomándola del rostro.
—No tengo idea —contestó ella, refugiándose en su pecho.
—Daryl te trajo anoche, en brazos. Él te encontró, con la nuca sangrando. Te habías golpeado la cabeza con una piedra. Carol y Amy curaron la herida en tu nuca y te dieron un baño. Dime, ¿puedes recordar algo?
Ella asintió, aturdida con tanta información.
—No como hace días —murmuró Nicole.
—Dios, claro, sígueme. Dale te preparó algo —dijo Shane, tomando su mano. Pero se detuvo justo en la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó ella, sonriendo levemente.
—Nada. Yo... No volverás a estar sola, ¿sí? —él besó su coronilla, para abrir la puerta— Lo prometo.
Siguió los pasos de su amigo con algo de timidez. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué eran tan amables con ella? Ya había olvidado como se sentía eso. Iba a conocer a la mayoría del grupo... excepto a los que habían ido a la ciudad en busca de suministros y, claro, al hombre que la había salvado, Daryl Dixon.
—Dos viejos amigos reencontrándose en el fin del mundo —sonrió Dale, tras presentarse—. Es... maravilloso. Un gusto, Nicole.
—El gusto es mío —sonrió ella—. Y gracias por el arroz.
Todos habían sido tan cálidos, que por un segundo olvidó que estaba en el medio de un apocalipsis.
—Gracias, en serio —le agradeció Nicole a Carol y Amy, por cuarta vez.
—No fue nada —le sonrió Carol—. Ella es mi hija Sophia, está jugando a las escondidas con Carl, el hijo de...
—¡Despertó, mamá!
Aquel genuino y alegre grito interrumpió las palabras de Carol Peletier. Carl Grimes, corría hacia los brazos de Nicole Harrison.
—¡Mi ahijado! —exclamó la arquera, elevando el cuerpo del niño en el aire.
De lejos vio a Lori, que la miraba con lágrimas en los ojos. Lágrimas de felicidad y a la vez de melancolía, al tener en frente a una de las personas que más amaba su esposo, Rick Grimes. Fue un contacto visual a la distancia, entre ellas, lleno de amor. Pero la radiante sonrisa de Nicole poco a poco comenzó a apagarse al entender... Nadie en el grupo había nombrado a Rick.
—¡Un auto robado! —avisó Dale, vigilando por los binoculares.
La ruidosa alarma de un auto aturdió al campamento de Atlanta. Nicole limpió rápidamente las lágrimas que se deslizaron por su mejilla.
—¿Son ellos? —interrogó Amy, desesperada—. ¿Han vuelto?
Un joven de rasgos asiáticos bajó de aquel coche rojo, un Dodge Challenger 2009. Glenn Rhee oía las quejas de sus compañeros.
—¡No sé cómo apagarlo! —explicó.
—¿Y... y los demás? —tartamudeó Amy—. ¿Dónde está Andrea?
—¡Está bien, todos lo están! —aseguró Glenn, alterado. Jim jaló del alambre bajo el capó y calló el ruido.
—¿En qué estabas pensando? —escupió Shane, enojado—. ¿Planeabas atraer a cada caminante de Atlanta?
—No. Lo lamento... es que es un gran auto.
Un camión de carga llegó justo detrás. Amy corrió hacia los brazos de su hermana Andrea, mientras Morales se reencontraba con su familia.
—Un tipo nuevo en la ciudad nos ayudó a salir de ahí —dijo Glenn.
—¿Un tipo nuevo? —contestó Shane, intrigado.
—Así es —confirmó Morales—. ¡Oye, chico helicóptero! Ven a saludar.
La atención de todos cayó en el tipo nuevo que bajaba del camión. Cabizbajo y castaño, con uniforme de sheriff.
—¡Papá! —gritó Carl, alejándose de los brazos de Nicole—. ¡Papá!
Rick Grimes atrapó a su hijo con fuerza, llorando sin poder controlarlo. Lori corrió hacia su esposo, sin pronunciar una palabra, completamente en shock. Shane sonrió, de lejos, al ver a su amigo con vida. Y Nicole quiso reaccionar de algún modo, sonreír o llorar... pero simplemente no entendía nada.
Carl miró con lágrimas en los ojos a su padre y a su madrina. Era el mejor día de su vida.
El sol comenzaba a salir. El canto de los pájaros era una hermosa armonía para ver el amanecer. Sentada en la orilla del lago, Nicole Harrison lanzaba piedras al agua, contemplando a los peces danzar en ella.
—Parece que pensamos igual.
Ni siquiera volteó a ver quién era, lo sabía. Sintió su cuerpo sentarse al lado de ella.
—Creí no volver a ver algo tan hermoso como esto —admitió Nicole, sin dejar de ver el cielo naranja sobre el agua.
—Yo tampoco —se sinceró Rick y ella cerró los ojos, adolorida.
—Perdón.
—¿Qué?
—Perdón.
—¿Por qué, Nick?
—Por irme —susurró ella con vergüenza.
—¿De qué estás hablando? —retrucó enojado, sabía a qué se refería— ¿Cómo puedes pedirme perdón por irte a velar a tu padre? Lori me contó.
—Quizás pude haberte ayudado a salir del hospital. Yo...
—Nadie pudo haberlo hecho. Ni siquiera yo se cómo salí de allí. Pero estoy aquí. Te encontré a ti, a Shane, mi hijo, a mi esposa... Los encontré. ¿Puedo abrazarte o no?
Ella lo miró con los ojos algo cristalizados, antes de sonreír. Y él rodeó sus brazos en el cuerpo de su mejor amiga, sin pensar en nada más.
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𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍
RomanceEn el fin del mundo, el más fuerte sobrevive. Los débiles pierden. Pero... ¿es de débiles permitirse sentir? Sus flechas se encontraron. Él era un solitario, ella una guardiana. Eran dos almas fragmentadas que entrelazaban sus pedazos partidos, sin...