𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍

Capítulo 30: Cuando la paz desaparece

—Harrison, apaga eso. Hey —removió su brazo, aún sin abrir los ojos—. Despierta, Harrison. ¡Apaga esa mierda!

La irritante alarma lo estaba sacando de quicio.

Pero la arquera seguía durmiendo profundamente. Casi ocupando toda la cama, tipo estrella, sin reaccionar.

Mientras que él dormía a un costadito.

—Mierda, Nicole.

Se cruzó en la cama, apoyándose sobre el cuerpo de la arquera hasta llegar a la mesita de luz, golpeando aquel reloj.

—¿Daryl... —dijo, adormilada—. ¿Qué haces arriba mío?

El cazador bufó, molesto, acostándose de espaldas a ella.

—¿Te levantaste con el pie izquierdo, cielo? —carcajeó, pero se calló por unos minutos—. No tiene sentido lo que dije, ¿no? Porque vos sí sos zurdo.

Y nuevamente la risa de Nicole se oyó.

—No entiendo porqué pones alarmas si las vas a dejar sonar toda la puta mañana.

—Tengo el sueño pesado, cielo.

—No, te gusta joder.

Ambos eran de carácter fuerte. Y el malhumor se les pegaba rápido. Pero con algunas cosas, también se les iba rápido.

Ella giró su cuerpo. Él se dejó, fingiendo estar dormido.

—¿Te enojaste? —musitó suavemente en su
oído—. ¿Responderás o seguirás haciéndote el dormido?

Una sonrisa muy pequeña que Nicole no notó se embozó en los labios del cazador.

—¡Mírate, Robin! Eres la histérica de la relación.

Sintió el cuerpo de la arquera alejarse del suyo.

Y de un rápido momento Dixon jaló de su cintura, atrayéndola a la cama.

—Qué bipolar eres.

—Ah, ¿ahora tú te enojaste? Loca.

—Ridículo.

—Idiota.

—Tarado.

—Imbécil.

—Bésame.

—Con gusto.

En un rápido movimiento se sentó a horcajadas de él, mientras las manos del cazador viajaban a su cintura, sin dejar de besarse.

—Dímelo y me quedo —demandó, divertida—. Sé que sabes, que yo sé, que vos sabes que yo sé, que quieres que me quede.

—Cállate.

Daryl la apretó más a él, específicamente rozándose.

—¿Quieres un mañanero, eh?

Él mordió su lóbulo, en respuesta.