₀₄ Capítulo 29: Nosotros

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|𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒|

—Despierta, Enrique Octavo. Nos están esperando todos para ir a Big Spot —dijo Nicole, arrojándole la ropa al cazador que dormía a su lado.

—Harrison... —suspiró, adormilado—. Ya lo hablamos. No deberías ir.

—¿Por qué? —preguntó, frente a él, abrochándose el sostén—. Siempre vamos juntos a las expediciones.

—Es riesgoso. Además sólo echaremos un vistazo.

—Eres un considerado, cielo. Pero me necesitan allá afuera.

—Sí, lo sé. Pero también aquí adentro. No tienes que ir.

—A menos qué... de acuerdo —suspiró, al ver la severa mirada que le dedicó el cazador—. Iré con Rick a revisar las trampas entonces.

Besó su mejilla y salió de la celda, dirigiéndose al patio.

—Con Rick —bufó Daryl, para comenzar a cambiarse.

Aquella noche había sucedido cuatro meses atrás.

La prisión reflejaba felicidad. El verde de las cosechas, la parrilla, la feria, el oír de las risas de los sobrevivientes, todo eso, reflejaba felicidad.

—Buenos días, señorita Nicole —saludó cordialmente Patrick.

—Buen día, Patrick —sonrió—. Oye, ¿prepararon algo de comer? Tengo hambre.

—Sí, señorita. La señora Carol cocinó el ciervo que trajo el señor Dixon.

—Oh, genial.

Muchos saludos y aplausos llegaron a sus oídos. Volteó, sabiendo de quién se trataba.

—¿Qué tal, doctor S? —habló aquella voz tan ronca y conocida para ella.

—Vaya, ¿sabías que duermo con la celebridad de aquí? —bromeó.

—Cállate —bufó, avergonzado—. No comprendo, Rick trajo muchos ciervos también...

—Pero tú eres el gran cazador, ¿no crees, Patrick? —dijo, mirando al chico.

—Sí, señorita —asintió él, fascinado—. Quería agradecerle por el venado que trajo, señor Dixon. Estuvo exquisito, señor. Sería un honor estrecharle la mano.

Daryl lo miró con cara rara por un momento, pero ella lo codeó disimuladamente, haciendo que termine estrechándole la mano también.

Conteniendo una posible risa, Nicole se alejó de ahí, seguida por Daryl. 

—Se acumularon muchos anoche. Van docenas hacia la tercera torre —señaló las cercas del patio—. No es como el mes pasado, ya no se dispersan.

—Bueno, ahora somos más. Los atraeremos por
allá —sentenció Dixon—. Si dejamos que se cuelguen de la valla, se acumularán.

—No lo sé. Podemos manejarlo, pero hay que resolverlo, pronto. Piénsalo, cielo —dijo, acomodándole el cuello de su camisa.

 𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora