Ewan

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Observé el dopado cuerpo de Owen sobre mi escritorio, sus labios estaban resecos, respiraba lentamente, estaba profundamente dormido.

Sonreí mientras lo veía, la droga que le había dado era demasiado fuerte y él había sido el primero en probarla. La había conseguido gracias a uno de mis hombres, ni siquiera aún estaba a la venta. Cuando despertara estará vulnerable, tendrá alucinaciones y cambiará mucho de su organismo, me había caído como anillo al dedo esa grandiosa droga.  Su teléfono vibró sobre el escritorio, lo tomé y sonríe aún más al leer ese mensaje.

Owen, ¿Siempre si vas a venir? Necesito ayuda acá —20:23 p.m.

Claro que sí irá cariño. Me levanté y desvestí a Owen, tomé su ropa y me la coloqué, rasuré mi barba y peiné mi cabello como solía usarlo Owen, una manera tan sosa. Salí de mi oficina y me topé con Halsey, rodé los ojos cuando me tomó de la mano.

—¿Ya tan rápido te vas, Owen? —mordió uno de sus labios tratando de coquetear, fruncí el ceño.

Me había dicho Owen la muy estúpida creía que era él, reí a mis adentros, entonces también Mar se lo creería por completo. La tomé de la mejilla y la acerqué a mí.

—Muy pronto, un día de estos me tendrás —la besé de una manera rápida y me alejé, le guiñé un ojo.

Abrió su boca pero no dijo nada, solo me veía consternada y pasmada en su lugar, no se lo esperaba la pobre. Salí de Divina obsesión y me subí a la tonta motocicleta de mi hermano, poniéndome rumbo a su departamento.

Está noche sería muy divertida.

(...)

Abrí la puerta encontrándome con cajas y un desorden por todo el lugar. Olía a cosas viejas, a chocolate y mucho perfume barato, que asco. La tenue luz que había casi no me dejaba ver, llegué a una habitación y la encontré de espaldas a mí, ordenando unos papeles. Me acerqué y la tomé de la cintura, sentí como se tensaba pero al segundo se relajaba.

—Owen, al fin has llegado —trató de darse la vuelta— no te he oído llegar...

Evité que se girará y llevé mis manos a sus piernas subiendo su vestido, besé su cuello por detrás, sus vellos se pusieron de punta.

—=Hey, ahorita no hay tiempo para eso, cariño —me sostuvo las manos y se giró a verme, frunció su ceño— ¿Todo bien? Te ves raro...

—Todo bien, linda —le sonreí de esta tonta manera como lo hacía Owen— ¿Por qué no dejamos esto para después y mejor nos damos un descanso? ¿Qué dices?

Me acerqué nuevamente a ella y la tomé de la cadera, la besé e introduje mi lengua en su boca, la apegué a mí y llevé una de mis manos bajo su vestido, ella jadeó un poco y se separó, me observó descompuesta.

—Sí, está bien —respiró hondo— pero, primero dime ¿Me has traído el sushi que te pedí, Owen?

Fruncí el ceño, ¿Sushi? Negué.

—No, cariño se me ha olvidado, pero dentro de un rato te lo traigo —sonreí restando importancia, la volví a agarrar de la cintura.

—No, no —trato de soltarse, la sostuve más fuerte— Suéltame, tú no eres Owen...

—¿Pero qué tonterías dices, cariño? Obvio que soy yo, ¿Quién más?

—A mí no me gusta el sushi y nunca te pedí que lo trajeras —bramó sería— ¿Qué le has hecho a Owen? ¿Por qué haces esto?

—Vaya... —solté una carcajada— después de todo no eres tan tonta como te imaginé, me sorprendiste.

—¿En dónde está, Owen? ¡Dime! —demandó tratando de soltarse de mi agarre.

—No te preocupes, niña que él está disfrutando en dónde está —la agarré más fuerte— así que, ¿Por qué no disfrutamos nosotros acá?

—¡No, suéltame! ¡¿Qué le has hecho a Owen?! —intentó golpearme, pero sus manitas ni cosquillas me daban— ¡Dime, animal infeliz! ¡Suéltame!

—Cállate, no me hagas enojar, no querrás eso, ¿O sí? —la besé bruscamente, manoseé su pequeño cuerpo.

—¡Suéltame, eres un cochino! ¡¿Por qué haces esto?! —pataleó y se removió con todas sus fuerzas, sin embargo, no logró sacarse de mi agarre.

La miré con burla.

—Pues por diversión, ¿No es obvio? No seas tonta, niña —le levanté el mentón— ni siquiera me provocas, eres tan simple, ni sé el porqué Owen te quiere, no vales nada.

Con toda mi fuerza la lancé lejos de mí, estampó contra un escaparate rompiendo un espejo. Chilló y cayó al suelo, empezó a lloriquear dolorida. Caminé hacia ella y la levanté del cabello, se quejó, de sus mejillas bajaba una fina línea de lágrimas... Sonreí.

—Escúchame muy bien, niña —hablé con firmeza— tendré piedad de ti y te daré una solución, te quiero lejos de mi hermano para siempre, ¿Te queda claro?

—¿P-pero por qué...? ¿Qué hice? —sollozó— no quiero alejarme de él.

—Tendras que hacerlo, por el bien tuyo de él y del pequeño mounstro que crece dentro de ti.

Sus ojos se cristalizaron más, oscureció su mirada y negó.

—No, no lo haré, amo a Owen con toda mi vida —dejó de llorar, me miró con enojo.

—Entonces tendrás que dejar tu vida, por él —en un moviendo rápido le di un golpe haciendo que cayera nuevamente al suelo, la levanté y la volví a golpear.

Así varias veces hasta que dijo algo que me detuvo.

—D-dime... ¿No te has enamorado? ¿No darías tu vida por ese alguien? —botó sangre de su boca, respiró agitada.

Fruncí el ceño, ¿Dar mi vida por alguien?

Mi muñeca.

¿Sería capaz de dar mi vida por ella? Reí negando, no, jamás cometería esa estupidez, no valía la pena dar tu vida por otros, solo deberías confiar en ti y dar la vida por ti, no ganarías nada útil con esa tontería, el mundo es cruel y debes ser cruel igual que él, o sino no podrás ganar nunca.

—No digas esas tonterías, niña —la levanté del suelo— vamos, aún puedes recapacitar, te daré otra oportunidad.

Hice que se sentará en el escritorio, busqué una hoja y lápiz.

—¿Qué harás? Por favor, solo déjame ser feliz junto a Owen, te juro que...

—¡Cállate! —golpeé el escritorio haciendo que diera un respingo— escribe, pondrás que lo lamentas mucho pero al final te diste cuenta de que no lo amabas lo suficiente y decidiste irte a tu país.

Sus ojos se cristalizaron de nuevo, su mandíbula tembló, negó.

—Es mentira, no se lo creería, él no...

—¡Escribe! —bramé estampando su cabeza contra el escritorio— te estoy ayudando, ¿No lo entiendes? Te daré todo el dinero que quieras...  ¡¿O acaso quieres morir?!

—No, n-no quiero tu estúpido dinero, Ewan Marshall, solo quiero que te pudras en el infierno porque nada hará que me separé de Owen —su voz sonó débil, prácticamente en su pequeño susurro, ni quisiera había alzado su cabeza del escrito, no daba para más.

—La única que se pudrirá en el infierno eres tú, niña...




Nota.

(capítulo sin corregir)

Disfruten ❤️💞

Marshall: El Origen De La Maldición -Sin Editar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora