Ewan

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La vida sin mis padres iba genial, todo era mejor sin ellos, el negocio me iba estupendo, ahora sí podía hacer lo que se me viera en gana, como tener a mi pequeña Adeline conmigo, llevaba todo un mes sin saber de ella, me estaba matando, por eso, hoy la vería.

El teléfono sonó, sacándome de mis pensamientos divinos, lo tomé con desgana.

—¿Bueno? —contesté.

—Señor, Ewan aquí hay un hombre que asegura ser amigo de su padre ¿Lo dejo pasar? —inquirió. Me lo pensé ¿Quién podría ser?

—Está bien, que pase —indiqué y colgué.

Segundos después un hombre, de traje entró, demandado altivez y seguridad. Arqueé la ceja ante Mart Macshell, un viejo amigo de mi padre. Mart era un tipo ambicioso, con deseos de conseguirlo todo a su antojo, siempre había querido que mi padre le vendiera cierta parte del casino, sin embargo, León nunca aceptó ya que sabía perfectamente como era Mart.

—Ewan Marshall, ¿Te crees digno de estar sentado ahí? —se acercó, viéndome con burla.

—Siempre fui digno, Mart —serví champagne en dos vasos— ¿Qué te trae aquí?

—Me enteré lo de tus padres...

—Lo sé, una desgracia —lo interrumpí, con un falso pesar que se notaba.

—Vine a brindar mi ayuda —informó— sin León Divina obsesión caerá, por eso vine, para volverme socio y hacer crecer el casino —terminó con una gran sonrisa de satisfacción. Lo vi neutro.

—¿Y qué te hace creer que te quiero como socio? —inquirí severo.

—Vamos, Ewan —negó— tú solo no podrás, apenas tienes diecinueve años, esto requiere de mucho y...

Solté una risota seca, interrumpiéndolo. Lo vi con aburrimiento, este me observó con impaciencia.

—Callaté, Mart yo no necesito tu ayuda, ¿Entiendes?

—Ay, Ewan Marshall —volvió a negar— vine en son de paz, sin embargo, tú actitud hizo que me sacara de quicio.

—A mí me saca de quicio tú presencia —rodé los ojos, ¿Él creía que me iba a intimidar? Sería imbécil.

—Sé cosas de tu padre, las cuales podrían llevar a la ruina a Divina obsesión y tú, ya que León murió, irías a la cárcel...

Bufé.

—¿Acaso me estás amenazando, Mart Macshell? —sonreí de lado— ¿A Ewan Marshall? —solté una carcajada con incredulidad.

—Sí, ríete todo lo que quieras, pero cuando te veas en la quiebra y bajo presión, él que se va a reír seré yo —alzó sus manos haciendo un ademán, se levantó de la silla para irse— yo sólo te digo, Ewan debiste aceptar mi propuesta...

Abrí un cajón, la tomé entre mis manos y volví a ver a Mart, el cuál estaba tomando el pomo de la puerta para irse.

—Claro, Mart pero una cosa más —llamé su atención, giró a verme — No debiste amenazar a Ewan Marshall.

El disparo atravesó su frente, la sangre salió derramada y yo sonreí. Ni tiempo le di de respirar. Qué patético fue al venir y decirme aquello, mira en lo que acabó.

(...)

Llegue a casa cansado, hoy hubo mucho trabajo y no me dio tiempo de ir a ver a Adeline, me sentía frustrado.

—Ewan, cariño —mi nana besó mi mejilla— ¿Quieres comer?

Le sonreí, asintiendo.

—¿Y Owen? —inquirí comiendo la deliciosa comida que preparaba nana.

Marshall: El Origen De La Maldición -Sin Editar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora