Owen

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—¡Owen...! —negué frustrado.

—No existe, no más...

¡Owen, vuelve! ¿Por qué lo haces?

—Porque aprendí que siendo débil no lograrás nada en la vida —hablé de manera amargada.

¿Pero por qué te convertiste en un mounstro? Tú no eras esto...

Tal vez siempre lo fui, ser el mounstro, no el débil, los mounstros no tienen miedo nunca, no les afecta nada.

Estas muy equivocado, Owen, vuelve a ser tú, sin importar lo que seas, aún sentirás miedo y dolor, nunca podrás escapar de la realidad que es la vida...

¡Cállate! —bramé, golpeando fuertemente el espejo haciendo que se rompiera y lastimara mis nudillos— cállate... Tú no lo entiendes... Debo dar dolor, no recibirlo...

Me alejé de aquel reflejo del espejo de un Owen vulnerable y débil, uno que se la pasaba llorando y lamentándose. Ese Owen ya estaba muerto y nunca, jamás, iba a revivir, ni por mí, ni por absolutamente nadie.

Vendé mi mano con un pedazo de trapo que conseguí por ahí, tomé las llaves de mi motocicleta y salí a sentir ese aire fresco golpear mi rostro, sentir esa hermosa sensación en mí.

—Owen, ¿Qué te sucedió? —inquirió Nana mientras iba bajando las escaleras. Rodé los ojos.

—Nada, solo se rompió el espejo —me encogí de hombros con indiferencia— llegaré tarde, no me esperes.

—¡Owen, vuelve aquí! —bramó, paré en seco llegando a la puerta, giré a verla— no te irás sin antes comer algo... Mírate, estás todo flaco.

Era una total exagerada, no estaba flaco, estaba guapo, pero ella no lo entendía.

—No hace falta, yo me alimento de las chicas —le guiñe un ojo, dando un paso para irme. Ella me vió mal, resople— está bien, pero que sea algo algo ligero, pretendo ir a bailar.

—Así me gusta, ahora ven... Tengo tiempo que no charlo contigo y quería contarte algunas cosas... —y siguió hablando entrando a la cocina.

Suspiré y la seguí, todo sea por nana.

***

La chica meneó su lindo trasero en mis pantalones, mientras que la otra besaba mi cuello. La música electrónica retumbaba a todo volumen en todo el lugar, mi cabeza dolía, palpitaba, pero aún así seguí con las dos mujeres que tenía a mi disposición. Tenía grandes planes con ellas dos, eran mejores amigas... Delicioso.

Estar en lugares así ya era un hábito para mí, bailar con alguna mujer, llevarla a la cama y luego matarla, todas las que iban conmigo a la cama sin quejarse las mataba, las que no aceptaban las dejaba con vida, una estupidez, según Ewan pero no podía dejarlas con vida después del placer que me daban. No sabía exactamente el porqué las asesinaba, pero me excitaba con eso, me hacía sentir bien conmigo, descargaba toda mi ira con ellas, era para calmar mi ansiedad... La primera chica que maté había sido sin querer, sin embargo, luego me di cuenta que se sentía tan satisfactorio que también se volvió otro hábito para mí.

Poco a poco iba calmando ese irremediable dolor en mi alma que había dejado la muerte de Mar. Tal vez esto que hacía no tenía para nada sentido, que era patético pero realmente me gustaba. A este nuevo Owen le encantaba la sangre y violencia... Algo tan irónico, verlo en mi padre lo odiaba y no entendía el porqué lo hacía, ahora me había convertido en lo que más miedo le tenía y a pesar de todo, me gustó serlo.

Marshall: El Origen De La Maldición -Sin Editar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora