Ewan

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Soltó un gemido ahogado y se tumbó en la cama, exhausta. Su cabello rojo estaba esparcido en la cama, sin embargo yo se lo veía negro, no sé si estaba mal pero con todas las chicas con las que he estado terminaba viéndolas como Adeline, mi mente me perturbaba porque la veía como la niña que conocí.

Ahora a de ser una joven como de mi edad, pero en mi mente la veía como una niña aún, tenía que buscarla y ver en lo que se convertido.

— ¡Eres buenísimo en la cama! — chilló la mujer, cuyo nombre no tenía idea de cuál era y ni me importaba — ¿Se repetirá? — inquirió y giró a verme, con un estúpido brillo en sus ojos.

— No estoy con una mujer dos veces, ya sabes me aburre lo mismo — le informé, su sonrisa se fue desvaneciendo y frunció el ceño.

— No habláras en serio o ¿Si? — indagó, se sentó en la cama y me vio expectante.

Reí con burla, tomé mi camiseta y me la coloqué.

— Querida, yo siempre hablo en serio — comuniqué y me encogí de hombros, me levanté dispuesto a irme.

— ¡Eres un imbécil! — bramó e hizo un ademán de rabia. Rodé los ojos.

— Pero buenísimo en la cama — remedé sus chillonas palabras, le guiñé un ojo y salí de ahí.

Me aseguré de que el casino fuese bien e iba espléndido, cada día venían nuevos idiotas a apostar y a quedarse en bancarrota y eso para mi era genial ya que obtendríamos dinero fácil por personas estúpidas.

— ¿Mildret, mi padre está? — inquirí, hacia la chica que servía las bebidas en la barra.

— Sí, está en su oficina con unos señores — informó y me sonrió.

— Bien, voy a salir si pregunta por mí dile que vuelvo rápido — le indiqué y salí del casino.

Necesitaba saber más de Adeline, iba a contratar a alguien para que la investigara y me informara todo de ella, pero primero iría a casa por un buen baño.

Estacioné el auto y entré a la casa, me encontré con Owen y Dmitri. Dmitri era nuestro amigo desde pequeños, su padre era amigo del mío y gracias a eso nos hicimos amigos.

— ¡Pero miren! ¡Llegó el hielito! — se levantó y me dio un abrazo eufórico, gruñí por su absurdo apodo.

— ¿Qué te he dicho sobre los apodos? — inquirí, un poco cabreado.

— Hola, Dmitri tanto tiempo sin verte me da gusto de verte ¿Tú cómo estás? Yo bien, Ewan gracias por preguntar — soltó con sarcasmo y una sonrisa falsa, Owen soltó una carcajada.

— No seas ridículo, Dmitri — blanqueé los ojos — si me da gusto de verte, idiota.

— Lo sé, bebé — dejó un sonoro beso en mi mejilla y se fue con Owen.

Rodé los ojos por las tonterías de él, Dmitri era demasiado extrovertido y amigable para mi agrado, no sé el porqué era mi amigo, tal vez porque sabía que en el fondo de su ser había un chico diferente, uno que sí sería de mi agrado. Dmitri era el tipo de persona que siempre quería lo que tenían los demás, siempre siendo divertido, amable y astuto conseguía lo que quería, aunque pareciera una persona buena, amigable y honesto por dentro era todo lo contrario, y parecía que era yo el único que se daba cuenta que de tras de esa sonrisa que siempre llevaba había algo más.

Era lo mismo que con Owen, iba a cambiar su forma patética de ser, lo iba a convertir en alguien perfecto como yo, no me gustaba que mi gemelo fuese tan débil, debía ser fuerte como yo.

Al terminar de ducharme, bajé por algo de comida, mi nana estaba sirviendo justo cuando llegue.

— Hola, Ewan cariño — me saludó, con dulzura, sonreí.

— Hola, nana — me senté junto a Dmitri.

— ¿Y eso que hoy estás aquí? Nunca vienes a la hora del almuerzo — me pasó un plato con pasta — te he extrañado, cariño — besó mi cabeza.

— Hoy me decidí por venir porque yo también te extrañaba, nana — admití y empecé a comer, moría de hambre.

— ¿Qué? ¿Trabajas? — inquirió, Dmitri arqueando una ceja.

— Se la pasa en el casino de nuestro padre, haciendo no sé qué — respondió Owen por mí, ya no tenía tantos hematomas, sin embargo aún eran visibles en su rostro.

— Trabajo, Owen trabajo — le aseguré, él masculló un ajá y siguió comiendo.

— ¿Y de qué trabajas? — inquirió, Dmitri mientras bebió de su jugo. Giré a verlo con expresión neutra.

— Luego hablamos de ello, por ahora comamos — dije y me centre en terminar de comer, quería ya hablar con el hombre que me ayudaría a buscar a mi chica.

— ¿Qué les parece si salimos hoy? — inquirió, Dmitri emocionado — ¡Sí, vayamos a una disco!

— ¿Te olvidas de que tenemos dieciséis años? — inquirió, con aburrimiento, Owen.

— ¿Te olvidas de que tengo mis contactos? — Dmitri arqueó una ceja con engreimiento — ¿Se anotan o no?

— No sé, no tengo el suficiente tiempo como para salir de fiesta — admití, con un ademán de frustración.

— Y yo tengo cierto asunto que...

— ¡Vamos, tienen dieciséis años! Ya parece que fuesen unos ancianos — se burló, rodé los ojos, aunque en cierto punto tenía razón.

— Está bien, sí iré — afirmé, la verdad es que me hacía falta un poco de distracción y divertirme un rato.

— Yo le preguntaré a una amiga por si quiere ir — informó, Owen.

— ¡Genial, entonces hoy nos divertimos! — exclamó, emocionado Dmitri. Su emisión me daba arcadas.




Al caer la noche, ya íbamos camino al club Fantasía, era el más famoso aquí. Dmitri habló con el guardia y éste sin peros nos dejó entrar. La música electrónica retumbó en mis oídos, el olor a alcohol, sudor y perfume invadió mis fosas nasales.

Los movimientos de las luces te encandilaban, fui por algo de beber.

— Quiero lo más fuerte — le ordené al barman, éste me examinó de arriba abajo, sin embargo hizo lo que le pedí.

Me extendió la bebida y la bebí de un trago, reprimí arrugar la cara, sí que era fuerte, ardió y quemó mi garganta.

— ¡Ya llegaron las chicas que invité! — gritó, Dmitri cerca de mi oído ya que la música era muy alta.

Tres chicas se hicieron presente, una era alta, con buena figura, cabello castaño. La otra era bajita, buen cuerpo, cabello corto y rubio y por último una chica de cabellos negros y largo, me hizo recordar a Adeline de una manera abrumadora. Me acerqué a ella, no era Adeline pero me hubiera encantado que fuese ella. Aunque está chica se parecía un poco a Adeline, Adeline era más hermosa.

— ¡Hola! — saludó la rubia — Soy Camille...

— Rosse — se presentó la castaña, con una sonrisa coqueta.

— Adaly — sonrió mostrando sus dientes, fijó su mirada en mí.

— Soy Ewan Marshall y él es Owen — le extendí mi mano a Adaly, ella la tomó con gusto.

Esta noche ella sería mía.

Marshall: El Origen De La Maldición -Sin Editar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora