Owen

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Acaricié mi cabeza, arrugando la cara. No debí beber tanto, sin embargo, Ewan insistió y también la estábamos pasando muy bien. Tomé el teléfono y abrí los ojos alarmado; cinco llamadas pérdidas de Mar, demonios. Entré a su chat y entonces me di cuenta de que nunca le mandé el mensaje diciéndole que no podría llegar. Cerré los ojos haciendo un gesto de frustración. Era un completo idiota.

Me levanté y bañé lo más rápido posible, bajé las escaleras y bebí bastante agua para luego encender mi motocicleta y correr hacia su departamento. Joder, me matará.

Toqué su puerta repetidas veces hasta que salió con una cara de pocos amigos, cruzándose de brazos.

—Amor, lo siento mucho por lo de ayer —me excusé.

—Ni un sólo mensaje que no ibas a llevar, Owen me quedé como la propia estúpida esperándote —reprochó.

—Lo sé, pero creí haberte mandado un mensaje, pero no se envió, lo siento.

—Sí, claro como no —rodó los ojos y fue a cerrar la puerta, lo impedí.

—De verdad amor, no volverá a suceder —la abracé— por favor no te enojes.

—Asegúrate de que la próxima me llegué el mensaje, Owen.

—Te lo aseguro, cariño.

La besé, sintiendo esos carnosos labios que tanto me encantaban, ella me siguió el beso con todo el amor que me podía trasmitir.

—Te amo, Owen —habló con la voz entre cortada, con nuestras frentes unidas.

—También te amo, como no tienes idea —besé su frente, sonrió.

—¿Quieres pasar conmigo viendo películas cursis y comiendo chatarra?

—Como negarme a eso, sobretodo por la parte en donde pasaré todo un día contigo a solas —acaricié su cintura, bajando las manos lentamente.

—Hey, cuidado con esa manos —me reprimió divertida, negué con una sonrisa— sabes que aún no estoy lista.

—Sólo bromeaba, cariño —le di un casto beso —vamos a ver esas películas cursis pues.

(...)

Entre risa y acaricias el día pasó veloz, con Mar me sentía tan vivo, el solo hecho de verla me alegraba el día, el saber que era mía me hacía amarla más y más, dándome cuenta que la quería a mí lado siempre. La observaba con una gran sonrisa, mientras que acariciaba con delicadeza su cabello.

—Siempre estaré para ti...

(...)

Había pasado dos geniales días con mi hermosa novia, hoy había decidido volver a casa, extrañaba a nana.

—¡Mi niño! —me abrazó apretujándome y llenándome de su calidez — te extrañé, bebé.

—¿Cuando vas a dejar de decirnos bebé? —sonreí divertido— también te extrañé, nana.

—Siempre serán mis bebés, ¿Quieres comer?

Negué.

—Ya comí, así que iré a darme una ducha mientras que llega Ewan, debo contarles algo muy importante.

—Owen, cariño ¿Embarazaste a tu novia? —reprochó, cruzándose de brazos y viéndome expectante.

Solté una carcajada, negué repetidas veces.

—Eso aún no va a pasar, nana —me dirigí a mi habitación —pero sería increíble.

Al llegar a mi habitación, me desvestí para poder ducharme, al terminar me peiné, me puse algo cómodo y bajé nuevamente.

Marshall: El Origen De La Maldición -Sin Editar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora