Michael

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Narra Michael:

Estaba dormida tranquilamente en nuestra cama. Tenía su mano derecha bajo la almohada y encima descansaba su cabeza, como siempre. Sus labios rosados entreabiertos dejaban escapar su profunda respiración, al mismo ritmo que su pecho subía y bajaba. Su pelo estaba repartido un poco sobre la almohada y otro poco sobre su hombro izquierdo. Y un mechón rebelde que descansaba sobre su mejilla. Sonreí tiernamente al ver esta imagen, podía jurar que ella era la chica más guapa que había en todo el planeta y en otros planetas vecinos. Podía quedarme viéndola dormir horas y horas, era algo espectacular ver cómo cambiaba de postura para encontrarse cómoda y cómo su respiración cambiaba de ritmo en algunos momentos. Y su rostro podía cambiar de expresión depende de lo que estuviera soñando, algo de lo que realmente yo tenía mucha curiosidad. Me encantaría saber todo lo que pasa por su cabecita, ya sea dormida o despierta.

Me quité la camiseta y me senté en la cama, y con mucho cuidado fui acostándome a su lado, tratando de no despertarla. Me tumbé de cara a ella, rostro con rostro, sintiendo su respiración en mi boca. Mientras me mordía el labio, quité ese mechón de su mejilla suavemente, colocándolo detrás de su oreja para después poder acariciar su mejilla con cuidado, como si su piel fuese de porcelana y pudiera romperse.

Sus diminutas pecas bañaban su nariz y mofletes, parecía una niña pequeña. Su rostro era tan dulce que daban ganas de darle un bocado. De hecho yo lo hacía a veces y ella me apartaba colocando sus pequeñas manos en mi pecho mientras se reía como la niña pequeña que parece.

La rodeé con un brazo mientras la acercaba más a mí, hasta sentir todo su cuerpo pegado al mío. Ella instintivamente pasó una pierna por encima de las mías y me reí en voz baja. La conocía y sabía que dentro de poco ella me tendría atrapado como a un peluche entre sus brazos, pero eso no me molestaba en absoluto.

Cuando por fin su frente chocó con la mía y nuestras narices se rozaron, junté nuestros labios para besarla superficialmente. Su respiración cambió enseguida y una pequeña sonrisa se asomó en su comisura. Automáticamente sonreí yo, mientras ella se aferraba a mi cuerpo y escondía su nariz en mi cuello.

Esta chica me volvía loco.

Imaginas/1D y 5sosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora