Primer extra

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Su paso era apurado, pero eso no quitaba el hecho de que se perdiera en sus pensamientos, su hermano le seguía el paso con la mirada baja, ninguno quería llegar tarde a su hogar y recibir los gritos y regaños de sus hermanas mayores, suficiente tenían con lo que era la escuela.

Y la realidad era que ambos estaban agotados, la escuela era complicada, no tenían con quien hablar más que entre ellos mismos dado que se sentían tan cohibidos e intimidados ante las miradas de sus compañeros que parecían juzgarlos sin siquiera conocerlos.

Ya de por si recibían burlas y bromas pesadas por parte de sus compañeros al descubrir que su padre, Reino Unido, en realidad era homosexual, y claramente eso desató más problemas entre ellos y sus compañeros de clase.

Tampoco querían molestar a su padre con lo que ocurría en su escuela, no cuando su padre se alteraba con cualquier mínima cosa, y les gritaba exigiendo más y más de su parte cuando a penas podían respirar.

Tomó la mano de su hermano mientras se aguantaba las lágrimas, odiaba su vida, odiaba todo lo que estaba viviendo, y nadie, ni sus hermanas ni padres hacían algo para ayudarla a ella y a Australia.

El mayor no dijo nada, sólo se dedicó a verla con tristeza, porque sabe que ella está saturada, sin ser capaz de hablar del acoso y el bullying que vivían a diario, sintiendo que no vale para nada más que traer buenas notas, con la presión social ahogándola cada mañana.

Él también se siente así, y eso le cansa.

Cruzaron la calle para pasar por el parque que quedaba cerca de su casa, era la ruta más rápida para llegar a su hogar, ya suficiente se habían tardado al quitar toda la basura de la mochila del australiano. Al parecer alguien le había hecho una inocente broma.

Observó a lo lejos como un grupo de niños corría y jugaba en un sector del parque, riendo y disfrutando entre ellos, podía ver también como había una pequeña cantidad de adultos cuidándolos mientras uno de ellos parecía jugar con un par de pequeños.

La envidia y los celos inundaron su corazón, deseando ser ella quien esté ahí, jugando y disfrutando, preocupándose sólo por ganar y disfrutar y no porque su padre no se altere y se enoje con ella.

Suspiró al sentir que su hermano apretaba el agarre en su mano, en verdad le alegraba estar junto a él, era su único pilar.

--¡Señor Argentina mire esto, mire esto! --Gritó alguien, con una voz infantil pero que estaba cargada de felicidad y alegría sin duda. Volteó rápidamente a ver de donde provenían.

--¡Espera Bela no corras tan rápido querida! --Escuchó de nuevo, observando como un joven claramente corría hacia la pequeña que se había caído al tropezar con sus propios pies pero que sin embargo no perdía de entre sus manos la cosa que deseaba enseñar.

--¡No se preocupe señor Argie! --Anunció rápido la pequeña con una gran sonrisa al ver como el mayor se preocupaba por ella-- ¡Estoy bien, soy una niña grande! --Dijo con orgullo, sin soltar lo que tenía entre sus manos.

--¿Nueva Zelanda? --Preguntó Australia, extrañado por como su hermanita volteaba a ver al gran grupo de personas cerca de ellos.

--Australia, creo que es él --Murmuró Nueva Zelanda sin perder de vista al señor junto a la niña, que veían tan emocionados la piedra que la infante había encontrado y enseñaba con total adoración al reconocer la piedra que había visto en clases.

--Será mejor que nos vayamos entonces --Murmuró preocupado-- Padre se enojará con nosotros si se entera que lo hemos visto --Su preocupación era evidente, lo que menos deseaba era molestarlo y que este lo insultara.

Entre rosas y risas [C.H] [A.U] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora