La lluvia caía con turbulencia y a cántaros, caminaba con lentitud por aquel barrio que más de una vez se había prometido y jurado no volver a mirar, o tal siquiera pensar, pero el corazón es tan débil.
Es perfectamente consciente de su error, no es el mismo estúpido de años atrás, y no hay noche en la que la culpa no invada su mente y provoque con total amargura, que las lágrimas caigan de sus rojos ojos.
Es absurdo y tonto pensar que merece una oportunidad, no le corresponde siquiera tener esperanzas de volver a hablarle a pesar de que su corazón le exigía ansioso escuchar su voz nuevamente, era fuerte el deseo de ver su imagen de nuevo, y que de sus labios se escapara un lo siento.
Asiste a terapia por esa misma cuestión, pero no había fuerzas en su voluntad para verlo de nuevo, cara a cara. La vergüenza es mayor, siente tanto coraje por si mismo por las cosas dichas influenciadas en su gran mayoría por Francia y sus propios padres, Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Que lo único que se permite aceptar es el hecho de que merece ser un completo infeliz, por haber destruido el autoestima de un chico que sólo había buscado su comodidad y tranquilidad, además de un claro amor sincero y sin exigencias, también se siente responsable de haberle arrebatado tanto a Australia como a Nueva Zelanda, una figura adulta sana y sabia.
La culpa de haber sido tan exigente con Estados Unidos y Canadá tampoco le da respiro, y el arrepentimiento de no haber sido fuerte para decirle a Francia o a sus padres que él realmente no quería hijos en el momento adecuado podría haberle ahorrado tantos problemas actuales.
Porque es consciente que al no haber sido capaz de dar su opinión, es la razón por la que fue tan duro con ellas, nunca fue su culpa que no pudiera quererlas como les correspondía, y entiende que esa misma actitud fue lo que las llevó a ser lo que eran.
Y sabe, que a raíz de esa culpa de haber sido tan exigente con las mayores, que acabó siendo incapaz de ser más abierto emocionalmente para sus hijos menores, además de que la furia y el desprecio que había sentido por Argentina por culpa de Francia acabó volviéndose una peor versión de si mismo.
No es idiota, es responsable de la inseguridad y timidez de Nueva Zelanda y Australia, lo sabe.
Adelanta su paso, ignorando la entrada del gran orfanato, deseando que Argentina se encuentre pronto con alguien que en verdad lo ame, que realmente pueda darle la estabilidad y el cariño que siempre mereció. Porque es alguien que se lo merece.
Se lo merece por muchas cosas, desde cuidar de sus hijos y darles un confort emocional y un espacio donde se siente todos comprendidos y amados.
Porque si, sabe bien que Australia y Nueva Zelanda lo visitan, y que tanto Canadá como Estados Unidos tienen un amigo en común de la Universidad viviendo ahí por lo que van casi siempre a visitarlo y a quedarse con él.
No es idiota, ya los ha visto salir cuando volvía del trabajo. Pero no puede prohibirles ir o siquiera verlo cuando Argentina es más padre de lo que él podría ser alguna vez.
Y aunque quisiera aprovecharse de eso para acercarse a Argentina una última vez para recibir un abrazo tan cálido y cariñoso como antes, mientras ruega por un perdón que no merece ni merecerá nunca, porque sus acciones siempre van de mal en peor, eso no quita que no desee, como cualquier otro ser humano, misericordia.
Sabe que sus hijos estarán bien mientras sigan viendo a Argentina, porque él no tiene la paciencia, ni el tiempo y mucho menos el deseo de ser un padre, jamás lo tuvo y jamás lo tendrá, y por eso sabe que sólo provocará la propia destrucción de ellos.
Tampoco como Francia sea una excelente madre, porque sabe que solo tuvo a los niños por su deseo de demostrar que estaba bien con el resto, que el matrimonio de ambos estaba bien, no porque tuviera deseos de serlo como tal.
Observó las luces encendidas de la casa, por lo que comenzó a caminar más despacio, agarrando con fuerza el mango del paraguas, esperando no mojarse, al entrar en aquella pintoresca y hermosa casa.
Suspiró escuchando el abrupto silencio de la cuadra, deseando una vez más, ser capaz de volver al pasado a remediar todos sus errores, pero sabiendo que es imposible.
Colocó las llaves en la cerradura, y las giró para entrar, sintiendo otra vez el asfixiantes deseo de que las cosas terminaran de una vez. Que sus padres no le recordaran que era un fenómeno porque le gustaban los hombres, o que Argentina y sus hijos le perdonaran todas las malas decisiones que tomó para ellos, también tener un poco de autoestima o amor propio que le permita alejarse de manera definitiva de Francia.
Pero ninguna de esas ocurrirá, porque no lo merece.
Y con ese pensamiento ingresa al lugar que debería llamar hogar, pero que jamás podrá decirle así porque esa casa podrá ser cualquier cosa, menos un hogar.
Cierra su paraguas una vez está adentro, y se prepara mentalmente para las cosas que no desea hacer.
--Hola chicas --Saluda a las mayores que se encuentran en la sala, y se dirige a la cocina para comenzar a cocinar la cena.
Sólo desea dormir y apagar su mente y corazón, por al menos unas horas.
ESTÁS LEYENDO
Entre rosas y risas [C.H] [A.U] [Terminada]
FanfictionReino Unido desea comenzar de nuevo su vida con un hombre después de haber hablado con su ex-pareja, Francia, sobre su orientación sexual. Así es como gracias una fiesta realizada por su mejor amiga, Irlanda, por su cumpleaños, termina conociendo a...