Entre rosas y risas [C.H] [A.U] [Terminada]

Segundo extra

Caminaban ansiosos de llegar hasta donde estaba el orfanato de la ciudad, dado que era un lugar en verdad grande y llamativo, era difícil no distinguirlo, además de que contaba con policías cuidando el lugar para que nada malo ocurriera con las personas dentro, así como también evitaban que los niños escaparan.

Como allí iban niños que fueron rescatados de familias abusivas, de centros de prostitución o de trata de personas, era normal ver a algunos intentando escapar para conseguir drogas o querer intoxicarse. Algo a lo que el director de dicho lugar estaba acostumbrado y sabía cómo tratar.

Ellos sólo iban a convivir la tarde con el director, tomar unos famosos mates suyos junto a las riquísimas torta fritas, y con algo de suerte, comer un poco de chocotorta. En verdad ansiaba disfrutar y pasar el rato con el argentino, dado que su actitud tan tranquila y divertida, les dejaba una alegría inmensa.

Además del cariño y atención con lo que los trataba, sólo provocaba que quisieran ir siempre, dado que para ellos, Argentina, era como un padre, un padre que jamás tuvieron, y posiblemente nunca tendrán, pero que sin lugar a dudas les gustaría tener.

Ingresaron al lugar saludando a los policías como era de costumbre, estos mismos ya estaban acostumbrados a verlos seguido, por lo que les permitieron la entrada de inmediato casi.

Se encontraron con Siria y Suiza caminando con un grupo de niños y niñas que iban en dirección al patio, ambos los saludaron y les indicaron que Argentina estaba en su oficina con unas visitas, pero que mientras golpearan antes  de entrar todo estaba bien.

Nueva Zelanda les agradeció la amabilidad y junto a Australia, emprendieron camino hacia la oficina del director que se ubicaba en el segundo piso, junto a todas las aulas y el ala médica, dado que el primer piso tiene el gran comedor, los baños, el laboratorio y la biblioteca, y ya en el tercer piso estaban las habitaciones.

Subieron las escaleras observando las coloridas paredes con los hermosos murales pintados, seguramente por los niños y niñas que vivían ahí, dándole un toque de pertenencia.

--¿Crees que sea buena idea visitarlo ahora? --Preguntó con inseguridad el mayor, la neozelandesa lo observó curioso-- Digo, él está en una reunión y no sabemos si padre se va a enterar --Aclaró con algo de timidez, no quería que todos sus planes se deshicieran, pero tampoco quería molestar o que su padre los regañe.

--Y-yo, no lo sé --Murmuró ahora preocupada la chica-- La señorita Suiza nos dijo que no había problemas con ir a verlo, así que no creo que seamos una molestia --Dijo, intentando juntar un poco de confianza, no sabe si era lo correcto.

Ambos se detuvieron con algo de temor de acercarse a la puerta, quizás estaba con algún familiar y ellos estaban ahí molestando, o tal vez era una reunión importante con alguien, también podía ser una pareja.

Quizá no fue buena idea salir hoy, tal vez debieron quedarse en casa. 

--C-creo que es mejor volver a casa --Dijo desanimada la menor, Australia volteó a verla con pena-- Canadá y Estados Unidos podrían ir en cualquier momento a casa y decirle a padre que no estamos --Explicó como si aquello fuera una razón lo suficientemente confiable para retroceder y volver a su casa.

El australiano no tuvo la suficiente confianza para animar a su hermana, no quería que ella se pusiera peor intentando explicar porque había que volver a la casa, a aquella desolada y fría casa, en lugar de quedarse ahí y jugar con las y los pequeños del lugar, o de tomar mates mientras hablaban con Argentina.

No sabía como animar a su hermanita.

--Esta bien --Se limitó a decir, obedeciendo la idea de la menor sin siquiera dar su opinión nuevamente, culpándose de que el estado desanimado de la neozelandesa era su culpa, no debió hablar desde un principio, ¿Por qué creyó que hablar en su principio era buena idea?