Capítulo cuatro

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Era sábado, Argentina estaba en la mesa del comedor con unos cuantos libros y papeles, además de dos cuadernos abiertos donde se encontraba anotando un par de cosas, estaba preparando la próxima clase de literatura e historia que tendría con los niños, esto porque eran las materias que tendrían los infantes en el orfanato.

Sus cabellos castaños estaban completamente desordenados, y Reino Unido había ido a hacer dormir a sus hijos, por lo que estaba prácticamente solo en esa espaciosa cocina. 

Se acercó su termo y mate para tomar un poco, estaba cansado, no había sido un día fácil, ni con los chicos del orfanato ni con UK y sus hijos. Sin embargo no quería demostrar su cansancio cuando no había terminado su trabajo, sus pequeños también necesitaban de su atención, pero hoy había sido tan complicado todo con ellos.

Todos estaban acostumbrados a tenerlo dentro del gran edificio casi todo el día, y es que eran raras y pocas las veces en las que salía, por lo que para ellos, no verlo tan seguido como antes, era horrible, eran muy pegados a él emocionalmente y era consciente de eso, por ese motivo no los retaba, si, los invitaba a la reflexión, pero no los retaba a ninguno de ellos.

Cuando había empezado a salir con UK, era con mucha suerte una vez a la semana, esto porque el británico debía de cuidar a sus hijos también, aparte de que no los conocía y no podía descuidarlos, lo mismo aplicaba para él.

Pero ahora, que conocía a los hijos de Reino Unido y deseaba llevarse bien con ellos, le ocupaba tiempo, tiempo que tenía que quitar del descanso que tenía dentro del orfanato.

Ese día los niños casi no lo dejaron salir del edificio porque se sentían abandonados por él, algo que le generó tanta impotencia y tristeza escuchar, que no se fue de allí hasta que todos estuvieran durmiendo felices y tranquilos, él volvería para antes de las ocho con tal de preparar el desayuno para todos los pequeños y disculparse por su descuido.

Esos niños eran su vida prácticamente, y aunque Suiza, Bélgica y Siria también lo ayudaban a cuidar de ellos, no vivían en el gran edificio, por el contrario, vivían cerca y estaban un limitado horario, él no, vivía ahí, estaba con ellos todo el dia viendo sus problemas y necesidades, buscando siempre que estos estuvieran bien.

Quizás se tome unos días de visitar al británico para quedarse con sus pequeños, sabe que para muchos de los que viven ahí él representa un padre y una esperanza, porque si sobrepasaban la mayoría de edad aún podían quedarse, claro que comenzarían a ayudar con las tareas del lugar, pero podían quedarse, tal fue el caso de Siria, él tenía sólo diecinueve años, era huérfano pero jamás lo hizo sentir incómodo o lo intentó echar del lugar, jamás podría hacer eso.

Unas manitas azuladas tocaron su ropa, llamando su atención al instante.

--¿Qué pasa nuzi? --Preguntó preocupado mientras dejaba su termo y mate sobre la mesa nuevamente.

--¿Podía leedme un cuento, po' favó'? --Su tono de voz era adormilado, tenía su pijama puesto y un osito entre sus manos, mientras con la otra frotaba su ojito izquierdo. Argentina no podía negárselo, no cuando le recordaba al pequeño Uruguay.

--Dale nuzi, vamos que te voy a leer un cuentito --Anunció mientras la levantaba para llevarla hasta su cuarto y poder narrarle una historia.

Sería una larga noche para él, pero no le importaba si los pequeños, tanto del orfanato como los de UK, estaban y se encontraban bien. 

Entre rosas y risas [C.H] [A.U] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora