2 - Keşke, si sólo

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Sanem

Keşke. Si sólo...

Si no hubiera sido influenciado por mis padres.

Si no hubiera tenido tantas ganas de demostrar que era capaz de publicar mi libro.

Si hubiera sido más lúcido y hubiera mantenido esa mano extendida hacia mí.

Si al menos me hubiera devuelto las llamadas cuando, 10 minutos después de que se fuera, me hubiera dado cuenta de que estaba equivocada, de que lo quería cerca de mí, de que quería explicarle cómo me sentía.

Un año entero de keşke, de lágrimas derramadas hasta no tener más, de noches sin dormir pensando en él y preocupándose por lo que pudiera pasarle ahí fuera, en el gran mundo. Qué difícil fue acostumbrarse a la vida sin él.

En realidad no había vida, había una gran nada, un alma suspendida esperando el soplo de vida que un velero había traído lejos. Un enorme vacío llenado únicamente por los miles de recuerdos que mi prodigiosa memoria seguía proyectando en mi mente ininterrumpidamente convirtiendo una bendición en un continuo tormento.
¿Adónde ha ido?
¿Debía rendirme?


Echaba de menos todo de él, su maravillosa sonrisa, esos ojos oscuros que, estoy segura, me miraban con una mirada llena de amor sin límites pero que habían sido capaces de despegarse de mí para no volver jamás. Echaba de menos sus incansables manos que no dejaban de tocar mi pelo, de acariciar mi cuello, de sostener mi cara para dar besos apenas rozados que eran capaces de provocar terremotos en mi corazón. Echaba de menos esos brazos fuertes, las alas que mi albatros utilizaba para envolverme por completo y llevarme a donde pertenecía, a nuestro nido, allí mismo, en su corazón.

¿Cómo ser capaz de vivir sin todo eso? Todavía estaba jadeando al pensar en la necesidad que tengo de ese nido. Pero mi albatros tenía que volar, está en su naturaleza volar alto durante kilómetros y kilómetros sin tocar nunca el suelo. Sabía que ese era su instinto, pero intenté cambiarlo, lo quería cerca de mí, quería que aterrizara y no volviera a volar lejos.
¿Cómo podría? ¿Cómo podría tratar de atarlo y encerrarlo en una jaula hecha de tradiciones que hay que respetar y una vida basada en el miedo a lo que los demás puedan pensar de nosotros?
Ese no podía ser su futuro, está hecho para volar libre, el mundo le esperaba ahí fuera y sus instintos finalmente se impusieron y tuvo que ir.
No me arrepiento ni de un solo momento que haya vivido con él, incluso en los momentos más duros, cuando su orgullo lo alejaba de mí, sólo mirarlo de lejos era un tesoro que atesorar en mi dolorido corazón.
Me amaba, estoy segura, pero su amor no podía contrarrestar su necesidad de irse, no era suficiente para renunciar a su libertad, a su naturaleza solitaria y a su necesidad de volar hacia horizontes ilimitados.
Nací para conocer a mi albatros, lo encontré y lo perdí, pero saber que está en algún lugar del mundo viviendo su vida aventurera me reconforta para afrontar los días y los años venideros. Nunca habrá espacio para nadie más en mi corazón, sólo puedo conformarme con sobrevivir en una vida de maravillosos recuerdos.
Viví una hermosa historia de amor, terminó por mis inseguridades, por mi incapacidad de comprender plenamente cuánto necesitaba su espíritu la libertad. Ahora lo entiendo, me ha costado un año entero de angustia y arrepentimiento entender que es lo correcto.
Mi albatros debe cruzar los mares, debe volar majestuosamente sobre las montañas y admirar las vistas más hermosas.
Está bien.
Como dice el hermoso poema de uno de nuestros autores favoritos:

Los acepté como lo que eran, y el amor llegó con poca frecuencia y con dificultad.
Cuando llegaba, solía ser por las razones equivocadas.
Te cansaste de aferrarte al amor y lo dejaste ir...
porque tenía que ir a alguna parte.
Era entonces, normalmente, cuando empezaban los problemas.

Charles Bukowski


Un amor que renace de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora