15 - Volver a la vida

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Can

Saliendo por esa puerta dejé mi alma cerca de esa cuna con la mano tendida hacia esa mujer que tanto había hecho sufrir.

Podía decirle en todos los idiomas del mundo que lo sentía, que había cambiado, que la quería y que nunca la dejaría, pero ella no era capaz de aceptarlo en ese momento.

Tenía que pasar de las palabras a los hechos, tenía que reconstruir mi vida. Volví al barco y primero cogí el teléfono que apenas había usado en el último año, puse la batería y llamé a la única persona que podía ayudarme, después de unos cuantos timbres me contestó una voz incierta -¿Hola?

- Abi, hermano, soy yo Can -

El silencio. Emre no podía creer lo que oía y escuchó un susurro -Inshallah-

-¿Abi? ¿Dónde estás? ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

Emre temía que me hubiera pasado algo, tenía miedo de que colgara, no podía culparle de que hubiera desaparecido en el aire, tampoco debía ser fácil para él.

- Abi, estoy en Estambul, necesito verte, ¿podemos vernos?

- Allah Allah, por supuesto dime dónde y cuándo -

Acordamos reunirnos unas horas más tarde. Cuando terminé de hablar con Emre marqué el número de la persona que más he echado de menos en este año después de mi Sanem-

- ¿Baba? Es Can-

Oí que el viejo Aziz contenía la respiración y luego, con una voz rota por las lágrimas, preguntó
- ¿Puede? ¿Estás bien, hijo? -

Siguió una larga charla en la que me enteré de que estaba a punto de regresar a Estambul, que había terminado su tratamiento y que, afortunadamente, todo había salido bien.
Levanté los ojos al cielo y agradecí a Alá por protegerlo, nunca me perdonaría que le pasara algo sin poder siquiera despedirse.

No pedía nada, mi padre era así. Siempre había tenido la máxima confianza en mí y respeto por mis decisiones, no preguntaba, tenía que hablar yo si quería.
Me dijo que estaría en la ciudad el viernes siguiente y quedamos para vernos. Terminé la llamada con un suspiro, ya sentía que empezaba a poner en orden el caos de mi existencia.

Bajé del barco en busca de Yusuf, él tampoco hizo ninguna pregunta, me miró detenidamente y asintió, debía parecer un hombre que tenía un propósito claro en mente, sabía cuál era, y trabajaba para conseguirlo. Parecía satisfecho.
Le pedí prestado el coche para hacer un recado en la ciudad, me fui poco después al comienzo de mi futuro y de mi nueva vida.


Un amor que renace de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora