24 - Aziz y Mihriban

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Vuelo La Habana - Estambul

Mihriban

Habían sido unas vacaciones maravillosas, Cuba había sido un verdadero paraíso en la tierra, ahora iba a parar unos días en casa de mi amiga Zeynep para ayudarla a arreglar algunas cosas en previsión de la boda de su hija, y luego volvía finalmente a casa.
Me lo había pasado bien, no lo podía negar, pero echaba de menos mi casa, mi cabaña a orillas del Bósforo y sobre todo echaba de menos a mi pequeño Nihat y a su mamá, ¡me moría de ganas de volver a abrazarlos!

Por fin sonó la señal que indicaba que se podían desabrochar los cinturones de seguridad, me levanté para ir al baño en la cola, observando las caras de los pasajeros como siempre.
Era algo que siempre me había gustado hacer. ¿Quiénes eran? ¿A dónde iban? ¿Qué historias había detrás de sus viajes? ¿A quién se dirigían o intentaban llegar?

Mientras mi mirada recorría los rostros de los desconocidos, mis ojos se encontraron con los de quien nunca olvidaría.
Me tropecé con la sorpresa, que se convirtió en consternación cuando vi que se levantaba bruscamente para pararse ante mí.

- Mihriban, ¿eres tú? No es posible, después de todo este tiempo -

- Aziz-

Su nombre salió ahogado de mi garganta, no podía creer que lo tuviera delante después de 32 años, no es que tuviera dinero en efectivo por supuesto. Bajé la mirada a mis manos, no sabía qué decir, sólo sabía que mi corazón latía con fuerza y mi mente estaba repentinamente en blanco. ¿Fue la altitud?

- Sigues siendo hermosa", dijo. Levanté la cabeza de repente, ciertamente no esperaba un cumplido, de improviso en medio del pasillo de un vuelo intercontinental.

Tampoco estaba mal, había envejecido por supuesto, los dos lo habíamos hecho, pero en esos ojos aún podía ver a ese joven lleno de sueños y esperanzas del que me había enamorado perdidamente una vida atrás.

Una leve tos detrás de mí me hizo ver que era hora de moverse, no podíamos bloquear a todos.
Le miré por última vez antes de reemprender la marcha, un pensamiento fugaz cruzó mi mente: ¿cómo sería envejecer juntos?

Aziz

Cuando se encendió la señal me desabroché el cinturón de seguridad para por fin estirar un poco la espalda después de tantas horas de inmovilidad.
Pobre de mí, qué horrible es la vejez, pensé.

Levanté la vista y el corazón me dio un vuelco.

¡ELLA!

Sin duda era ella, podían haber pasado los años, había cambiado tanto como yo, pero esos ojos me resultaban inconfundibles. Eran los ojos que, más que nada en el mundo, asociaba con la dulzura, la felicidad, el calor... en una palabra, el amor.

Me levanté sin darme cuenta y le bloqueé el paso.

- Mihriban, ¿eres tú? No es posible, después de todo este tiempo -

- Aziz-

Incluso el simple hecho de oír su voz susurrando mi nombre de nuevo fue como un soplo de aire fresco en este corazón que llevaba años encerrado.

No pude evitar decir exactamente lo que estaba pensando en ese momento.

- Sigues siendo hermosa.

Me miró intensamente durante un tiempo indefinido hasta que alguien la instó a despejar el paso, empezó a moverse de nuevo y tuve que darle espacio. Me senté de nuevo inquieto, esperé lo que me pareció un tiempo infinito hasta que la oí volver.
Cuando pasó a mi lado, la agarré de la muñeca.

Se detuvo en el acto, bajando su mirada hacia mí, nuestras tristes miradas decían todo lo que había que decir, no había lugar para las palabras, sólo había un inmenso pesar por lo que pudo haber sido y en cambio no había sido.

Levantó la cabeza con orgullo, se quitó la muñeca de encima y con una palabra apenas susurrada -Hoscakal, adiós- volvió a salir de mi vida.

Intenté interceptarla cuando desembarcó, pero sólo conseguí verla en la recogida de equipajes, pero luego la perdí entre la multitud a la salida del aeropuerto.


Un amor que renace de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora