28 - Ángeles de la guarda

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Mihriban

Por fin estaba en casa, después de más de un mes. Justo el momento de dejar mis maletas detrás de la puerta y corrí a la propiedad cercana para abrazar a mis ángeles.
Quién sabe cuánto habrá crecido el pequeño Nihat, pensé.

Al acercarme, me di cuenta de los cambios que se habían producido en la propiedad de Sanem: el césped se había cortado, los marcos de las ventanas se habían repintado y había una hamaca, un columpio, una mecedora....

En el columpio en ese momento estaba Sanem con un hombre, un hombre hermoso, que sostenía al pequeño Nihat con cariño en sus brazos.
Me quedé petrificado, sólo podía ser el padre del niño, el famoso fotógrafo internacional, el Can del que me había hablado Sanem.

Estaba a punto de volver sobre mis pasos sin perturbar ese momento cuando oí que Sanem me llamaba, no podía fingir que no había pasado nada, vino hacia mí para abrazarme con fuerza. Nos habíamos echado tanto de menos, que la aparté de mí para mirarla profundamente a los ojos, quería asegurarme de que estaba bien, de que no estaba disgustada.

Comprendió mi pregunta silenciosa sin necesidad de palabras y asintió tranquilizadora.
Me tomó bajo su brazo para hacer las presentaciones -

- Este es mi querido amigo y vecino Mihriban Yilmaz
Mirhriban este es.... mi amigo Can Divit-.

Me sentí vacilar, levanté la vista para observar detenidamente los rasgos faciales de Can mientras murmuraba un saludo cortés. No, tenía que ser una coincidencia, no podía ser.

Me di cuenta del cuidado con el que se había decorado el lugar, las velas, las flores, la mesa puesta, no pude evitar sonreír, había un aire de cortejo por aquí.
Era justo que los chicos tuvieran la oportunidad de hablar, me ofrecí a traer al pequeño, al que por cierto había echado enormemente de menos, para que pudiera dejarlos solos.

Can estaba extasiado, mientras que Sanem parecía ligeramente avergonzado, pero aceptó, me dio todo lo que necesitaba para cambiarlo y me agradeció el bonito detalle.

Esperaba que las cosas fueran a mejor, Sanem se merecía la felicidad y al parecer sólo la podía encontrar cerca de su albatros.
La cuestión era si el albatros se quedaría o volvería a volar.
No podía hacer daño a mi Sanem de nuevo, esta vez tendría que lidiar conmigo pensé mientras volvía a casa.

Yusuf

Llevaba días observando las maniobras de aproximación del chico, hoy el césped, mañana la valla, luego la hamaca, el columpio. ¡Bien hecho!

Había presenciado, divertido, el trabajo de toda una tarde para preparar el rincón para la cena romántica bajo el sauce.
Hay que darle crédito, el joven estaba trabajando duro.

Había notado un cambio en mi Sanem desde que había llegado, le estaba apoyando, eso sí, pero ese velo de tristeza que había cubierto sus ojos desde que la conocí había desaparecido por arte de magia. ¡Pide, el amor!

Sólo esperaba que Can se mantuviera firme en su propósito y no se desanimara, sabía que no sería fácil.

Vi venir a Mihriban, por fin había vuelto, la había echado de menos,
Eso también era culpa de Sanem, él había hecho una grieta en este viejo corazón y ahora todos se metían en él, incluso esa cobarde de Denise y este apuesto joven que apareció de la nada.

Mihriban cogió al pequeño y se lo llevó a casa, bien hecho chica.

¡Que empiece el amor!


Un amor que renace de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora