49 - Galapagos

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Can

Fueron días suspendidos en el tiempo y el espacio, no había nada más que nosotros y la maravilla que nos rodeaba. Exploramos todos los rincones de la isla donde vivíamos, y en barco también visitamos varias islas cercanas. El pequeño Nihat parecía haberse adaptado perfectamente a la naturaleza viajera de sus padres, siempre estaba alegre y había adquirido una hermosa complexión de tanto nadar con su padre o jugar en la arena de la playa con su madre.

Nos encontramos con iguanas y tortugas gigantes, leones marinos, pingüinos y luego conseguí fotografiar todas las especies de aves típicas de esas islas, albatros, cormoranes, pinzones, petreles y el majestuoso halcón de las Galápagos. Yo había contactado con algunas revistas que habrían comprado mis fotos una vez de vuelta en Estambul, mientras que Sanem había empezado a escribir una nueva novela ambientada en estos lugares, estábamos tan bien que decidimos prolongar nuestra estancia otros 15 días.
Todavía no estábamos saciados de los mil matices del mar y del contraste del verde intenso de la vegetación contra el azul ilimitado del cielo sin nubes. Fuimos felices con una felicidad que sólo pueden saborear tan conscientemente quienes la han perdido por completo.

Fueron días de intensa alegría y noches de ardiente pasión, cada noche no faltábamos a nuestra cita con el atardecer que aquí parecía teñirse de una miríada de colores nunca vistos que eran aún más mágicos porque se amplificaban con la alegría de estar en los brazos del otro.

Fueron días de intensa alegría y noches de ardiente pasión, cada noche no faltábamos a nuestra cita con el atardecer que aquí parecía teñirse de una miríada de colores nunca vistos que eran aún más mágicos porque se amplificaban con la alegría de ...

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Sanem

Todo era perfecto, éramos nosotros juntos y existía este lugar de ensueño, era mucho más de lo que podría haber imaginado en el dormitorio de mi infancia mirando el póster de los albatros en vuelo.

La costa escarpada, las playas blancas acariciadas por aguas cristalinas que adquirían mil tonalidades entre el azul y el verde, el cielo siempre despejado y una vegetación que ni siquiera Can había visto tan exuberante durante sus viajes.

Mi albatros estaba en casa, era libre en este rincón del paraíso pero, como había prometido, estaba con la compañera que había elegido para toda la vida. Di las gracias a Alá por traerlo de vuelta, por devolverlo a mí y a su hijo, que había florecido en los brazos de su padre y en este hermoso entorno.

Era duro pensar en tener que volver, ya habíamos aplazado nuestra partida 15 días, pero no podíamos quedarnos más tiempo, mi editor me estaba esperando para ultimar los últimos detalles antes del lanzamiento de mi segundo libro. Había tomado una decisión importante, el ave fénix había resurgido definitivamente de sus cenizas, ya no necesitaba esconderme del mundo, quería que todos supieran quién era, quería que todos supieran que era la autora de aquel libro que había hecho soñar a tanta gente en todos los rincones del mundo.

Iba a poner algunas condiciones a Ali, iba a hacer una gira muy limitada, principalmente a Estambul y algunas otras ciudades que hubiéramos elegido de acuerdo con Can. Serían unas minivacaciones familiares en las que dividiríamos nuestro tiempo entre mis lecturas promocionales y las sesiones fotográficas que Can haría como autónomo en los mismos lugares.

Habíamos aprendido que la vida en pareja consiste en comprometerse y ver la alegría del otro, habíamos aprendido esa lección por las malas.

Habíamos comprendido que cada decisión que uno tomaba tenía que ser compartida y discutida con el otro para encontrar un terreno común que nos hiciera felices a ambos, nunca más comprometeríamos nuestra vida en común.


Un amor que renace de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora