XI.

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Harry estaba sorprendido.

Había besado a un hombre. Había besado a Louis.

Y le había gustado.

Estaba estático en medio de su oficina. Louis se había marchado hace unos diez minutos y él aún seguía parado en el mismo lugar.

Ni siquiera se había movido. No tenía fuerzas para ello. Su mente aún no procesaba el hecho de que su asistente le había besado y él le había respondido el beso.

La puerta de su oficina se abrió. Dirigió rápidamente su mirada a ese lugar para ver si es que Louis estaba ahí pero no. Solo era Erik.

—¿Qué es lo que te pasa?—preguntó Erik frunciendo el ceño mientras entraba a la oficina.

—No tengo nada.—respondió dándose la vuelta y volviendo a su silla giratoria—. ¿Qué es lo que quieres?

—Vine a dejarte estos documentos.—dijo Erik dejando una carpeta crema encima del escritorio—. ¿Seguro que estás bien? No es que me importe. Pero eres mi primo, ¿tenemos que ayudarnos?

—Estoy bien, Erik.—dijo Harry soltando un largo suspiro—. Puedes marcharte. Aún así tengo algunas cosas que hacer.

—De acuerdo. Solo quiero que sepas que si necesitas hablar aquí estoy.—dijo Erik algo nervioso.

—Si. Gracias.

Pudo ver la sorpresa en el rostro de su primo cuando murmuró esa palabra. No puede ser. De verdad había cambiado desde que llego el mocoso. ¿Por qué estaba siendo tan amable con Erik? ¿Y por qué le estaba agradeciendo?

Erik asintió y salió de la oficina como si hubiera visto a un fantasma.

No era para tanto ¿o si?

Harry se levantó de su silla después de fingir que leía los documentos que le había traído Erik. No tenía caso estar ahí cuando su mente estaba en otro lado.

Caminó hacia la puerta y salió.

—Quiero que canceles todo lo que tenga en mi agenda. No estoy de humor para recibir a nadie.

—Si.—respondió Chloe algo sorprendida. Su jefe jamás se iba tan temprano.

Harry la miró y después caminó hacia el ascensor. Necesitaba hablar con alguien. Pero no quería hablar con su hermano, le daría todo un sermón y al final del día no ayudaría en nada. Entró al elevador mientras pensaba en una persona que le ayudara en esto y quien no le juzgara.

Necesita hablar con alguien sobre esto. No podía quedarse callado ya que eso le ocasionará un terrible dolor de cabeza y es lo que quiere evitar.

Salió del elevador y caminó por el estacionamiento hasta su auto. Parecía un simple fantasma deambulando por el lugar. Nadie volteó a mirarlo. Sabían por la manera en la que iba que estaba enojado y que era mejor no atravesarse en su camino.

Prendió el motor del auto y salió de ahí. Ni siquiera se tomó la molestia de ponerse el cinturón de seguridad. Necesitaba llegar a ese lugar para contar lo que había pasado.

No tardo más que veinte minutos. Nadie se interpuso en su camino por lo que llegó rápido. Estacionó su auto y salió de él. Caminó hacia la entrada de la empresa e ignoró a todos. Muchos de esos empleados lo conocían muy bien, sabían que era mejor dejarlo seguir con su camino.

Entró al elevador y dejó que las puertas se cerraran. Fue un momento el que necesito para decidir con quién hablaría. Solo había una persona que sabía de ello y a pesar de que pasó un tiempo que habló con él sabía que lo recibiría sin importar que.

The Contract • Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora