Arte

49 12 66
                                    

Miro la hora en la pantalla de mi laptop, son la una de la madrugada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Miro la hora en la pantalla de mi laptop, son la una de la madrugada. Jamás me he mantenido despierto tan tarde, pero creo que al final ha valido la pena. Mi tío Franklin tuvo razón al decir que la chica Carter es justo lo que Oliver necesita para su "concurso".

Me acomodo en la silla para poder extender mis piernas debajo del escritorio mientras miro el archivo que envió Blake por la tarde, así como su corto mensaje.

Algo esperado, pero no de esa manera.

Y no puedo negar que sentí escalofríos en algunos momentos de la lectura, la manera en que plasma el posible dolor, miedo, agonía y otras cosas de un fantasma...

No tengo idea de cómo es que surgió su inspiración, pero me ha gustado, a pesar de la pequeña mentira que le hice creer, me alegro que haya cedido sin hacerlo difícil.

¿Los fantasmas sienten miedo?

Hasta cada palabra de esa pregunta tiene su significado cuando lees la historia.

Su final es algo... inesperado. Pero para mí tiene un final simple, aunque tampoco me sorprende, ha dicho que le gustan los escritos de Stephen King, así que no hay mucho que decir.

Tomo mi celular, que está al lado de mi laptop, busco el número de Oliver y le llamo.

Me da igual la hora que es, por fin tengo lo que busca.

Al primer tono responde.

—¿Ocurre algo? —responde con voz perezosa.

—¿Tiene que ocurrir algo para llamarte?

Puedo escuchar una risita del otro lado que no es de él. No está solo.

—Si es mal momento te llamo más tarde —digo rodando los ojos.

—No Miller, no es necesario, dime que pasa.

Una sonrisa se forma en mi rostro.

—Tengo un escrito, y creo que es el único que vale la pena.

—¿El único o la única opción? —pregunta con voz firme.

—Confórmate con que es único, ok. Te estoy llamando solo para avisarte, la decisión al final es tuya. Te lo mandaré por correo.

Silencio.

Comienzo a fruncir el ceño. Eso no es buena señal.

—Lo quiero impreso, de preferencia con el permiso adjuntado a su historia.

¡Maldición!

—¿Permiso? Es solo un escrito, ¡joder!

—Y justo por ser un escrito necesito los derechos de esa persona sobre su obra, ya sabes como es esto Kevin.

—Necesito saber si ella lo autoriza —respondo de mala gana.

—¿Ella? —hace una pausa—, si es así ponme en contacto con la chica cuando esté de regreso en Londres la próxima semana.

El Arte Abstracto de Kevin Miller [Reedición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora