Impacto número dos

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Subo las escaleras hasta llegar al tercer piso, justo donde se encuentra mi pequeño espacio para pintar

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Subo las escaleras hasta llegar al tercer piso, justo donde se encuentra mi pequeño
espacio para pintar.

Suelto un suspiro mientras me siento sobre el sillón recordando este día en la universidad, no quiero jugar con ella, ni mucho menos las bromas, pero no puedo negar que ha sido divertido el hecho de confundirla. Después de que George chocara con ella y derramará todo su café sobre su ropa, eso fue cómico, pero siento que hay algo con esa chica.

—Blake Carter.

Tan sólo decir su nombre en voz alta suena ridículo, por así decirlo, tanto como el hecho de que mi sudadera tiene un extraño olor. Ni siquiera utiliza productos de calidad. Genial, en que momento pensé en prestar mi sudadera ese día.

Cierro mis ojos mientras comienzo a imaginar los colores expuestos sobre un cuadro ante los rayos de sol, el efecto que puede tener desde distintas perspectivas.

—¡Miller!

Entra John gritando a la habitación y sin esperarlo lanza un libro que traía en su mano izquierda sobre mi estómago.

—¿Qué diablos te pasa John? —le pregunto al levantarme del sillón—, no puedo tener un momento de total calma.

—¡Idiota! —grita— no sé que plan tienes en mente, pero déjame decirte que no voy a colaborar ante tus tonterías.

—¿Te refieres a la chica? —pregunto fingiendo no tener idea de lo que está diciendo.

—Mira, lo primero fue divertido, pero ahora no, además, ella no es del tipo de persona que tolere justo lo que tienes en mente hacerle.

—¿Por qué lo dices? —pregunto frunciendo el ceño.

John suelta un suspiro, se sienta en el sillón y me da una mirada de reproche.

—No quería decirte nada, pero ella… creo que tiene problemas.

—¿A caso está loca?

—No es eso, es sólo que cuando pase al baño de chicas, no la encontré en las condiciones apropiadas.

Ruedo los ojos.

—Si, se ve que no es atractiva, no es alta y delgada como otras chicas, ni mucho menos es de clase, camina raro, su cabello castaño oscuro no se ve bien cuidado, es pobre, y muchas cosas más.

—Ella no es pobre Miller —John hace una pausa—, o a caso no lo sabes.

—Saber qué.

John me regala una sonrisa de burla, se levanta del sillón y toma su libro dispuesto a irse de la habitación, pero justo al estar en la puerta se detiene.

—Creo me he equivocado —se gira para mirarme de frente—, no te interesa, solo fue diversión verdad, sólo un accidente, pero hasta ahí.

Lentamente asiento.

El Arte Abstracto de Kevin Miller [Reedición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora