— ¿No te vas a comer tu almuerzo, Keiji? — le pregunté. Él se exaltó un poco.
— No, me comí un yogurt y fruta en la mañana — me respondió con tranquilidad.
— Creo que deberías comer un poco más, haz estado adelgazando muy rápido — le dije cuando vi su brazo. Él bajó la cabeza.
— He estado entrenando más — murmuró
— Si, ya sé y tambien me dijeron que estas entrenando de más — comenté con disimulo.
— No te preocupes (Nombre). Estoy bien — respondió tratando de evitar el tema.
— Y entonces ¿por que no comes? — le pregunté un poco menos tolerante que antes. El ambiente empezó a ponerse incomodo. Él no me respondió y abrió su caja de bento. Tomo con los palillos el platillo que traía, se le quedó viendo con una cara pensativa antes de llevarselo a la boca y comenzar a masticar. Me vió, luego sonrió.
Esperé pacientemente a que se pasara el bocado, pero aun lo tenía ahí, entre las mejillas. Creo que se dio cuenta de eso, y por fin vi que el pedazo de comida caía por su garganta.
— Esta muy rico — comentó mientras me sonreía y seguía comiendo, — Ya no te preocupes (Nombre)
Hubiera estado bien que eso sucediera, que ya no me preocupara, todo hubiera estado bien si despues de comer, Akkashi no hubiera corrido al baño y se tardara más de lo habitual.
Las clases transcurrieron como habitualmente. Llegó la hora de los clubes, Keiji se fue al suyo y yo al mío. Sin embargo, la angustía no se iba de mi pecho, realmente nunca se iba cuando se trataba de mi novio. Mi cabeza me hacia crear escenarios demasiado horribles, pero que por desgracia, tenia la posibilidad de pasar. Tenía tanto miedo de que alguno se cumpliera.
Por eso, cuando me dijeron que Akaashi se había desmayado en plena practica y que tuvieron que llevarlo al hospital, pensé en lo peor
(...)
Una vez más.
Estaba en el hospital, esperando que me dejaran pasar a ver mi novio.
Traté de tranquilizarme moviendo la pierna. Antes de irme a sentar, entré al baño a llorar, porque me sentí culpable de la situación.
Una enfermera se me acercó y dijo las palabras mágicas para mí. Sin dudarlo un segundo, le dije gracias, le di un abrazo, corrí hacia la habitación de Akaashi.
Busqué con desesperación el número 138 y una vez lo encontré, abrí la puerta.
Akaashi estaba sobre la cama. En su brazo podía verse que tenía inyectado el líquido intravenoso. Estaba viendo a la ventana, estaba lloviendo afuera.
Me acerqué a él, con lágrimas en los ojos y las manos temblorosas.
— ¿Por qué...? — murmuré entre lamentos. Él no se giró para verme.
— No tenía hambre (Nombre) — respondió con su voz calmada, — nunca la tengo.
Con eso último me eché a llorar desconsoladamente.
Era la sexta vez en dos meses que lo internaban en el hospital, a causa de una desnutrición. El médico que lo atendió dijo que si seguía así podría terminar matándose.
Durante el tiempo que logró estar en la escuela, traté de prepararle comida deliciosa, que se viera bien y tuviera un olor irresistible para que al menos le diera un bocado. Sin embargo, todo falló además de que Bokuto al final fue él que terminó comiéndose eso.
Había veces que, si probaba mi comida, pero, aunque él pensaba que no me daba cuenta, Akaashi se guardaba el pedazo de la comida entre los cachetes, esperaba a que me distrajera y sacaba una servilleta para poner ese pedazo masticado, luego lo tiraba o como lo que hizo hoy.
Tomaba grandes cantidades de agua, lo único que comía eran frutas y uno que otro lácteo bajo en calorías.
Un mes así y nos lleva a la situación de ahora.
Tal vez esto no hubiera pasado si lo hubiera presionado más en comer, o diciéndole lo mucho que me gusta, lo lindo que se ve, que no se ve gordo ni mucho menos asqueroso.
Probablemente hubiera cambiado esta situación.
(...)
Akaashi pudo salir de nuevo del hospital.
Lo acompañé a su casa, traté de no decirle nada relacionado a su anorexia así que le conté las películas que había visto durante el tiempo que no estuvo conmigo. Tenía una sonrisa mientras me escuchaba hablar, eso de cierta manera le daba vida a mi corazón.
Llegamos a su casa, lo ayudé a ponerse al día con los apuntes y después vimos una película, durante la cual, lo abracé con fuerza, aunque no tanta porque tenía la sensación de que lo rompería si hacia eso.
Después de la película, me despedí de él y le dije mañana regresaría en la tarde. Me sonrió luego le di un beso y me marché.
Como había prometido el día anterior, regresé a casa de Akaashi. Toqué la puerta esperando que su madre me abriera, pero nadie lo hizo. Volví a tocar y de nuevo nadie abrió.
Me asusté un poco, así que tomé la copia de llaves que me dieron sus padres y la coloqué en la cerradura. Abrí la puerta, entré, me quité los zapatos, los dejé en la entrada, después subí a la habitación de Akaashi.
En cuanto subí, vi que la puerta de la habitación de Akaashi estaba medio abierta. Me detuve ahí porque me di cuenta que él estaba ahí, haciendo algo.
Nunca me ha gustado espiar, pero creo que es importante.
Vi que Keiji sacó algo de debajo de su cama; una báscula. Pareció que la encendió, se paró sobre ella y tenía la cabeza hacia abajo. Supongo que viendo los números que saldrían a continuación.
Una vez termino de pesarse, vi que agarró un pedazo de ajo de su mesita de noche, el cual se comió sin interrupciones seguido de eso, se tomó un vaso de lo que parecía ser leche.
Hizo una mueca de asco, después se puso a saltar muchas veces, que no fui capaz de contarlos. Decidida, caminé hacia él y toqué la puerta. Dejó de brincar, se giró a verme, me sonrió.
— Hola (Nombre) — dijo. Yo le sonreí.
Sabía que, si no hacía algo por él, me odiaría toda mi vida. Porque Akaashi era muy importante para mí, y no dudo que yo lo sea para él. Sin embargo, mi amor no cambió su naturaleza, siguió con lo mismo. Necesitaba que fuera con alguien que se dedicara a tratar esto.
Quería que Akaashi dejara de ser mi príncipe de porcelana; él que no come, él que no le gustan los espejos y él que se odia si mismo.