Advertencia: Escenas de violencia explícita e intento de violación.
A Rintarou le gustaba el entorno familiar.
Tenía la fiel creencia de que todo lo que envolvía a la familia era cariñoso y acogedor.
Los roles de la familia bien definidos y todos trabajando equitativamente.
Le hubiera gustado que su familia temporal número ocho siguieran ese control.
La mujer que intentó escapar por la puerta de atrás estaba nuevamente atada en la silla de la sala. Con las manos atadas detrás de la espalda y los tobillos pegados con una cuerda de juguete. Traía un pedazo de tela dentro de la boca y se retorcía de desesperación. Rintarou bajó las escaleras con un martillo en la mano derecha y el rostro manchado de gotas de carmín.
La mujer se desespero aún más en cuanto vio al niño de doce años acercársele. Intentó gritar, pero la pequeña mano del niño le acarició con cariño la cabeza.
— Mamá — murmuró Rintarou. — No debiste de serle infiel a papá.
Seguidamente le dio golpe con el martillo que la tiro al suelo. La sangre tiñó el suelo de madera. El martillo comenzó a azotarle la cabeza una y otra vez hasta que no fue más que una combinación de hueso, sesos y sangre por todo el suelo.
Luego de todo ese espectáculo, Rintarou decidió dejar el martillo cerca del cuerpo. Subió a la parte de arriba para acomodar el cuerpo de su padre y sus dos hermanas.
Primero fue con su padre, al que simplemente le lijo las huellas dátiles para que no pudieran identificarlo ya que tenía la cabeza molida a martillazos justo como la mujer de abajo. Después de terminar con el hombre en el baño, fue a las habitaciones de sus hermanas.
La primera de diez que tenía un golpe en la cabeza que le abrió el cráneo. Rintarou la acomodó sobre su cama y le quitó las bragas que traía. Luego, la segunda de catorce que había sido asfixiada con la cortina de su habitación hasta morir. A ella igual la acomodó en su cama y le quito la ropa interior.
Finalizó quemando los guantes de látex que protegían sus manos y la ropa interior en el patio de detrás. Los guantes se quemaron más rápido que la ropa así que con eso listo, Rintarou corrió a la sala de su casa, tomó el celular plegable de una de las mesas cerca a la ventana y oprimió una serie de números. El primer timbre sonó, luego un segundo y por fin contestaron.
— 911 ¿Cuál es su emergencia?
— Señorita...— sollozó Rintarou —.Acaban de matar a mi familia.
La policía estuvo ahí en menos de veinte minutos. Las patrullas iluminaban el vecindario de rojo y azul. Los policías sacaron al pequeño sobreviviente de lo que parecía ser una masacre familiar sin siquiera sospechar del único que sabía sobre los hechos. Claro que le preguntaron sobre lo que había sucedido, pero Rintarou les dijo que simplemente estaba dormido y lo despertó el olor a quemado del patio ya que su habitación se encontraba cerca.
Los oficiales nunca sospecharon del pequeño que fue
llevado nuevamente por trabajo social. Era la octava vez que por una u otra razón, el pequeño Rintarou Suna quedaba huérfano. Ya fuera por un accidente o extraños homicidios, el niño siempre se quedaba solo. Como si fuera un amuleto de mala suerte o...
— Hemos encontrado otra familia dispuesta a darte su casa, Rintarou.
— ¿En serio?
— Sí, mañana vendrán por ti