Era impresionante que el tiempo se fuera volando.
Tú tenías ahora 19 años, habías pasado tantas cosas en tan poco tiempo de vida. Un divorcio, un juicio, una orden de aislamiento, intento de encantamiento, un intento de secuestro y justo ahora, en ese día, ibas a volverte a casar.
— Princesa (Nombre) ¿prefiere que el velo este con algunos pasadores o suelto sobre su peinado? — preguntó Lady Vassevau.
— Creo que sería más fácil si se lo colocamos con pasadores. Si no podemos nada que sujete el velo, este se ira volando — añadió Paget, tu eterna dama de compañía. Una sirvienta más que nada, que hiciste que subiera de rango como tu primera dama de compañía. Siempre vestía modestamente, con colores pálidos, blancos y opacos. Su cabello siempre estaba amarrado en una pequeña coleta, con dos cabellos cayendo frente a sus orejas y un fleco que le cubría exactamente toda la frente, ni un centímetro de más ni uno de menos. Una mujer amable, pero justa. Si fuera por ella misma, le daría unos buenos golpes a tu exesposo junto con Euthami.
— Opino lo mismo que Paget. La princesa debe ser la más elegante, hermosa y sofisticada mujer en toda su boda — esa fue Euthami, tu otra eterna dama de compañía. Una mujer rubia con zafiros con ojos. Aunque no fuera cierto, ella era la que verdaderamente parecía una princesa con los vestidos y joyas que usaba, no obstante, siempre se esforzaba por que tú, su querida princesa, destacara de las demás princesas imperiales, las cuales desgraciadamente vendrían de invitadas a tu boda.
Gaia, Andraste y Solaris. Tus tres medias hermanas. Hijas del emperador, pero de diferente madre. Mujeres dispuestas a todo con tal de sentarse en el trono de la emperatriz junto con sus esposos y sus hijos. Maldita carta anuncio.
Aunque era entendible. Tus medios hermanos y tu hermano murieron a causa de envenenamiento en la celebración que le hicieron en su honor en el Paseo de las Flores.
Los únicos hijos varones del emperador murieron ese día, bueno, tú sabías que al menos Javid y Aamon iban a morir de una forma u otra, a manos de un sicario o de tu mismo hermano Lórcan.
De cualquier forma, se estableció que cualquiera de las princesas imperiales que diera a luz a al menos dos hijos y estos mismos sobrevivieran la infancia, serían posicionadas en la línea sucesora al trono.
Y fue en ese tiempo, cuando anunciaron eso, que estabas casada con quien ahora es tu exesposo. Ni siquiera sabías que te pasaba por la cabeza. Eras demasiado joven. No obstante, no puedes decir que el Lord comandante de Alta Pradera fuera un cretino, siempre te dio su lugar ante todas las damas de la corte. Incluso ante Gaia, que tenía un pésimo carácter contigo y era la esposa de su mejor amigo. Bueno eso fue hasta que Nerince Keencrest fue aceptada como tu dama de compañía y se jodió todo.
Sedujo a tu marido para darle el heredero que tanto habían estado esperando con ansías y esmero, que al final terminaban siendo tristes ilusiones tuyas cuando tu periodo llegaba.
Todo hubiera sido diferente si ella no hubiera llegado a sus vidas.
Tu seguirías llamándote (Nombre) de la casa Oikawa y solo tal vez ya habrías engendrado un hijo con Toru.
— Wow ¿esta es la tiara que usara la princesa? — escuchaste la voz de Euthami al fondo de la habitación. Lady Vassevau peinaba tu cabello de manera frenética y poco suave, pero no te quejaste. Supongo que lo hacía así por el tiempo.
Paget apareció con unas cuantas pinturas y una que otra flor que empezó a colocar delicadamente en tu rostro.
— ¡Esta increíble el vestido! Me gustaría usar uno, pero siempre recuerdo que no me quiero casar y pues se me pasa — exclamó Euthami mientras te alisaba la falda de tu vestido.