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El peliazul se permite levantar la vista del papel cuando la campana que indica el comienzo de la siguiente clase retumba en sus oídos, centrando su atención en el barullo que se forma a su alrededor. Ha estado tan absorto formando garabatos sin sentido sobre aquella hoja en la que debería haber resuelto tres ejercicios de ecuaciones que apenas se ha dado cuenta de cuando la clase ha llegado a su fin. Se recoloca las gafas sobre el puente de la nariz a la vez que se deja recaer durante un par de segundos sobre el respaldo de la silla, justo antes de rebuscar en su mochila en busca del libro que necesita para su siguiente clase.

"Bonitos ejercicios." ironiza Julia a su lado, apoyándose al borde de su mesa.

Apolo la obsequia con una pequeña sonrisa mientras rueda los ojos. "En estos casi catorce años deberías haber aprendido que matemáticas no es mi asignatura favorita." se excusa.

La rubia sonríe mientras niega con la cabeza. "Y tú deberías saber que me encanta vacilarte." le recuerda, justo antes de que la puerta se cierre tras la profesora de filosofía, caminando hasta su asiento y dejando al chico con la palabra en la boca.

Apolo se permite dedicarle una última mirada de odio antes de devolver la vista al frente, centrando toda su atención en lo que la mujer sentada tras el escritorio al frente del aula llama "El apasionante mundo de la filosofía." El peliazul no es un estudiante modelo, pero se las arregla bastante bien para el poco interés que pone en la mayoría de las asignaturas, así que no puede quejarse tampoco.

Mientras la mujer se dedica a recitarles la "fascinante" vida de Aristóteles, Apolo se dedica a recorrer con la mirada el calendario que anuncia los exámenes y trabajos que se aproximan, maldiciendo mentalmente cuando recuerda que la entrega del trabajo de Literatura Universal (el cual ni siquiera ha empezado) se ha adelantado dos días.

El chico suelta un pequeño suspiro mientras se mentaliza de que pasará gran parte de la tarde en la biblioteca del instituto, en busca de la concentración y el silencio que necesita y rara vez encuentra en casa. Apolo adora a su familia, pero la tranquilidad es casi un lujo cuando Ares y Aura (los dos demonios que tiene por hermanos) están en casa. Cuando era un poco más pequeño, Apolo solía unirse a sus disputas, hasta que descubrió que el tratar de hacer entrar en razón a su hermano menor no era más que una pérdida de tiempo. El nombre le quedaba como anillo al dedo.

En realidad, el suyo también lo hacía. Aunque de pequeños los tres hermanos recibieron todo tipo de burlas por sus exóticos nombres, con el tiempo habían terminado por convertirse en un sello de identidad. Y, en realidad, no podían haber sido más acertados; puesto que con los años habían acabado por hacerles justicia: Apolo con su gran amor por el arte, Ares con su pasión por llevarle la contraria a todo el mundo y Aura porque (a pesar de caer siempre en el juego de Ares) poseía una personalidad tranquila y suave como la brisa de verano.

Apolo suspira una última vez antes de recoger su mochila del suelo y salir al pasillo. Se hace a un lado, observando la marea de alumnos que salen del aula mientras trata de distinguir la cabellera rubia de su amiga. Julia llega a su lado poco después, caminando junto a él mientras el peliazul lloriquea al tener que pasar la tarde encerrado en la biblioteca.

"No seas dramático." exige la chica cuando llegan a la puerta principal.

El peliazul pucherea con una expresión triste. "Déjame en paz."

Julia sonríe, dándole una pequeña palmada en el hombro a modo de apoyo antes de salir de la institución. Apolo la sigue con la mirada un par de segundos, antes de dar media vuelta y dirigirse a la biblioteca. Aún no ha llegado y ya está deseando marcharse. Él adora la literatura, pero prefiere hacerlo en la soledad de su habitación mientras algún disco de Sam Smith resuena en sus altavoces.

canciones de rock y pinturas de van goghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora