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Aunque Apolo está ansioso por reconciliarse con su hermano y que todo vuelva a la normalidad lo antes posible, no ha sido capaz de encontrar el momento adecuado para hablar con él. Desde que Ares se había convertido en adolescente, había dejado de pasar tanto tiempo en casa, pero la situación parece haberse incrementado en los últimos días. El peliazul no es tonto, sabe perfectamente que su hermano menor lo está evitando a toda costa, y no lo culpa para  nada. El ambiente es terriblemente incómodo cada vez que se sientan a la mesa, y ese acaba siendo el único momento en todo el día en que se ven. Aunque sin saberlo, ambos quieren reconciliarse con el contrario, el universo no parece querer ayudarlos, y Apolo solo quiere que todo vuelva a ser como antes, con Ares molestándolo y él riéndose en secreto de sus bromas.

Bruno sonríe triunfal mientras Apolo bufa junto a él, cruzándose de brazos a su lado, visiblemente decepcionado. Ambos chicos están sentados sobre el sofá de casa del peliazul, jugando a algún videojuego del que Apolo ni siquiera recuerda el nombre. Nunca se ha considerado un gran experto en el mundo de los videojuegos, él siempre ha sido más de libros, pinturas y manualidades, pero se defiende bastante bien teniendo en cuenta su poco interés por ellos. Sin embargo, el pelinegro parece saber a la perfección qué hacer en cada momento, haciendo que el ganarle al chico no sea una tarea complicada. De hecho, aunque Bruno no quiere presumir, posiblemente podría hacerlo sin dificultad con los ojos vendados.

"Vamos, pitufo. No te enfades." pide dulcemente el azabache, acariciándole la barbilla con una sonrisa mientras el chico pucherea. A Bruno le vuelve loco cuando se convierte en una pequeña bolita adorable, estando a sus pies en cuestión de segundos. Tiene unas ganas inmensas de besar y mordisquear el labio inferior del chico, que sobresale a causa del gesto.

Apolo frunce el ceño, todavía sin mirarlo. El azabache se relame los labios, agarrando el rostro del chico  y dejando un pequeño beso sobre sus labios. "Lo siento, pitufo." susurra contra su boca, aunque no haya hecho nada por lo que deba disculparse realmente, mientras el otro chico suelta un pequeño bufido. Bruno parece haberse encariñado enormemente con ese apodo. Y en realidad a Apolo no le disgusta, pero el azabache no tiene por qué saberlo. El de hebras oscuras sonríe, juntando  de nuevo sus bocas y separando los labios del contrario con los suyos. Se cierne sobre él, con las manos a cada lado de su cabeza mientras Apolo lleva las suyas a la nuca del pelinegro, jugando con los cabellos azabaches de su nuca, mientras su espalda descansa sobre el blando sofá.

El sonido de la cerradura de la puerta principal los interrumpe, haciendo que el peliazul se separe abruptamente del pobre chico, que casi se cae del sofá. Apolo formula un pequeño "lo siento" con los labios, en una disculpa silenciosa, mientras Bruno vuelve a tomar asiento a su lado. Apolo se recoloca el cabello revuelto y se estira la ropa.

Ares aparece por el pasillo completamente distraído observando algo en la pantalla de su teléfono móvil, parando en seco al ver a los dos chicos observándolo. Traga saliva antes de apartar la mirada, haciendo el amago de caminar hacia la escalera y encerrarse ene su cuarto, tratando de molestar lo menos posible a aquellos dos adolescentes que él piensa no quieren verlo ni en pintura. 

Pero su hermano lo detiene, inflando sus pulmones de aire y armándose de valor antes de dirigirse a él por primera vez en días. "Ares." lo llama, haciendo que el chico pare en seco en su sitio. "¿Podemos hablar, por favor?" pide, con voz suave, temiendo que su hermano lo ignore. Pero, en su lugar, el chico solo asiente visiblemente sorprendido ante la proposición, retrocediendo y volviendo hasta el salón, donde su hermano espera pacientemente.

Bruno los observa a ambos, aclarándose la garganta y levantándose del sofá. "Yo mejor os dejo solos." dice, regalándole a Apolo una pequeña sonrisa tranquilizadora. Sabe perfectamente que aquello es un asunto entre los dos hermanos, así que no quiere entrometerse.

Pero Ares se lo impide, abriendo lo boca por primera vez desde que pisó la casa. "No, quédate. También te debo una disculpa." su voz se vuelve pequeña a medida que pronuncia la frase, observando sus zapatillas como un niño pequeño. Bruno no replica, tomando asiento de nuevo mientras asiente.

"Ares, lo siento mucho." empieza el peliazul, mirándolo con orbes cargados de sinceridad. "No tenía ningún derecho a hablarte así. Estaba tan enfadad que hablé sin pensar, solo para hacerte daño. Absolutamente nada de lo que te dije lo creía de verdad. Perdóname." su voz amenaza con romperse, temiendo que su hermano lo mande a la mierda, porque él sin duda cree que es lo que merece. Siente cómo Bruno posa su mano sobre la suya, en señal de apoyo, cosa que agradece dándole un pequeño apretón.

"No, perdóname tú a mí." corrige el chico, mirándolo a los ojos por primera vez en cinco días. "Me comporté como un gilipollas, tanto al meterme en una pelea como al no hacerte caso y al haberle hablado así a Bruno." sus ojos se posan entonces sobre los del azabache, cuyas comisuras se alzan levemente en una pequeña sonrisa de labios cerrados, haciéndole saber al chico que está perdonado. "Lo siento mucho." murmura, llevándose la mano al bolsillo de su pantalón y rebuscando en él.

Apolo frunce el ceño ante el gesto, sin entender a qué se debe. Entonces, Ares saca un pequeño trozo de papel y se lo tiende, balanceándose sobre sus pies como cuando era pequeño. Cuando desdobla el pequeño papel, casi se echa a llorar. Ares ha pintado una de esas cartas de disculpa que solía darle cuando eran pequeños, y, aunque el peliazul es consciente de que sus habilidades artísticas han mejorado bastante desde entonces, el chico ha hecho su mayor esfuerzo porque sus trazos se asemejen a los de cuando era un niño, justo como todas las otras que Apolo guarda con cariño desde que eran unos enanos. 

Los ojos de Apolo se llenan de lágrimas, levantándose del sofá y abrazando a su hermano. Ares le acaricia la espalda mientras sonríe, amoldándose al agarre. visiblemente aliviado de que su hermano lo haya perdonado.

"Muchas gracias." susurra el peliazul, mientras el hombro de su hermano amortigua el sonido de su voz, haciendo que no sea posible escuchar su temblor.

"De nada. Te quiero mucho, hermanito." le dice el menor, y entonces el de hebras azules deja escapar un pequeño sollozo, porque Ares casi nunca le dice que lo quiere.

"Yo también te quiero, Ares." le asegura, antes de separarse para limpiarse las lágrimas, mientras Bruno y su hermano intercambian una mirada cómplice, antes de posarla de nuevo sobre el de hebras azules.

"¿Qué? Soy sensible, ¿tenéis algún problema con eso?" se defiende, con las mejillas rojas, al igual que sus ojos. Ambos chicos niegan con la cabeza de forma inocente, y el azabache se levanta de su lugar, yendo hacia él y apretándolo contra su cuerpo, pasando uno de sus brazos sobre sus hombros y dejando un pequeño beso sobre sus hebras azules, mientras el chico engancha sus brazos al rededor de la cintura del azabache.

"Iugh." pronuncia Ares con un falso escalofrío, y Apolo nunca ha estado tan feliz a la hora de escuchar una de sus impertinencias.

El peliazul levanta el dedo inferior el dirección al chico, pero este está ocupado observando la pantalla del televisor, donde todavía aparece proyectada la victoria de Bruno y la triste derrota de su hermano.

"¿Estabais jugando a videojuegos? ¡Yo también quiero!" exclama, lanzándose sobre el sofá como un niño pequeño que está emocionado ante un puñado de caramelos.

El peliazul y el azabache se miran entre ellos, mientras Bruno se encoge de hombros, alejándose de él para tomar asiento en el sofá junto a Ares. Entonces, Aura baja por la escalera, observando la escena con interés.

"¡Videojuegos!" canturrea feliz, pasando al lado de Apolo y sentándose junto a Bruno, ignorando por completo a su hermano mayor.

"Pues ya estamos todos." resopla el de hebras azules, mientras Bruno se encoje de hombros con una sonrisa.

A la mierda su tarde romántica.

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