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Al despertar a la mañana siguiente, Apolo no se siente para nada mejor. Los ojos dolidos de Ares parecen clavados a fuego en su cabeza, torturándolo sin piedad. Le ha reprochado a su hermano el no haber medido sus palabras aún sabiendo que le haría daño y luego él ha hecho exactamente lo mismo. Se siente tan rastrero e hipócrita que apenas es capaz de reunir las fuerzas necesarias para levantarse  de la cama.

Durante el desayuno la mesa permanece en silencio, tanto Ares como Apolo mantienen la vista fija en su taza, con la diferencia  de que Ares parece a punto de traspasar el fondo de esta con la cucharilla. Aura los observa a ambos, plenamente consciente de su pelea, y tratando de descifrar que es lo que ronda los pensamientos de ambos chicos. Si hay algo que Aura odia, es estar en el medio cuando sus queridos hermanitos se declaran la guerra. Apolo se levanta de la mesa finalmente, mascullando una despedida y emprendiendo el camino hacia el instituto ¿Cómo se supone que va a arreglar ese desastre?

Ares y él se han peleado infinidad de veces  a lo largo de su vida, pero esta parece completamente diferente. Una gran grieta parece haberse abierto entre ellos, y Apolo no cree poder arreglarlo regalándole un videojuego o dejando que se les pase con el tiempo. No parece similar a aquellas veces en que Apolo lloraba por Ares había roto su peluche favorito, y todo se solucionaba cuando se hermano pequeño le pintaba una tarjeta de disculpa, las cuales el peliazul todavía guarda en el fondo de su armario.

La atmósfera parece haberse puesto de acuerdo con su estado de ánimo, porque el cielo está gris y el frío ha aumentado notablemente desde la tarde anterior. Apolo se frota el brazo en busca de calor, pero todo parece inservible, el aire le revuelve las hebras y el frío le cala los huesos.

Durante las clases, está tan concentrado en repetir todo lo sucedido el día anterior en bucle en su cabeza que apenas se da cuenta de cuándo empieza una clase y cuando  termina otra. Julia lo observa de reojo desde su asiento, mordiéndose el labio con preocupación. Había sido conocedora de la situación tras encontrarse a Bruno la tarde anterior, estático en el aparcamiento del instituto. Tras saludarle con una broma de las ya comunes entre ellos y que el azabache apenas lograse asentir con la cabeza la rubia había sido consciente al instante de que algo estaba mal. Cuando Apolo se enfada con sus hermanos una especie de nube de tristeza parece anidar sobre su cabeza, y esta vez no es una excepción. 

La rubia decide no intervenir, porque a pesar de que le encantaría ser ella  quien lo hiciese sentir mejor, es plenamente consciente de que en ese momento solo hay una persona sobre la faz de la Tierra capaz de conseguir que su amigo  esboce una sonrisa: Bruno. Sabe que Apolo es perfectamente consciente de que puede contar con ella para lo que sea, pero también sabe que ahora ya no es la única en la vida del chico, y que posiblemente Bruno pueda manejar la situación perfectamente. 

Y, cuando el azabache lo ve llegar hasta él arrastrando los pies con la mirada  baja, sed a cuenta de que no será para nada una tarea fácil. Ambos se encuentran en el pequeño jardín de detrás del instituto que ya han bautizado como uno de sus lugares secretos. Suele estar desierto, así que no tienen que preocuparse de que nadie interrumpa lo que suele ser su momento especial.

El de hebras azules toma asiento junto a él, y bruno trata de esbozar una sonrisa. "Ey." saluda con voz dulce, revolviéndole ligeramente el pelo con una mano.

Apolo trata con todas sus fuerzas de devolverle la sonrisa para no crearle preocupaciones innecesarias, pero sin mucho éxito "Hola." murmura, evitando su mirada mientras el chico observa todos sus movimientos.

El azabache se muerde el labio, sin tener claro qué hacer. recuerda las palabras de Julia la tarde anterior, cuando le pidió que tratase de animarlo:

"Le gusta que lo abracen cuando  está triste, se siente protegido." le había confesado la rubia.

Así que eso hace, pasa sus brazos alrededor del pequeño cuerpo de Apolo, dejándole descansar contra el suyo. El peliazul no se queja, se amolda a su agarre y descansa la cabeza contra el pecho del azabache, mientras el contrario  traza líneas imaginarias sobre su espalda. Bruno se da cuenta de que el chico tiembla entre sus brazos, supone que a causa del fino jersey que cubre su anatomía. 

Al momento en que se separan, el azabache se saca la chaqueta, pasándola por los hombros del más bajo. Apolo trata de protestar, pero el azabache lo manda callar abrochándola completamente sobre su cuerpo y sonriendo al ver lo extremadamente pequeño que se ve el peliazul dentro de ella. Apolo le devuelve la sonrisa de forma tímida mientras esconde las manos dentro de las mangas de la prenda, que parecen de extensión casi infinita.

Durante  un rato, se mantienen en silencio. Apolo descansa su cabeza sobre el hombro del azabache, hasta que este se aclara la garganta, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

"Apolo." lo llama, y el nombrado hace un pequeño sonido de afirmación, indicándole que lo escucha. Bruno se relame los labios, sin saber muy bien por dónde empezar. "Lo que Ares dijo ayer... Sabes que no es verdad, ¿no? No te quiero solo para acostarme contigo." el azabache siente la necesidad de aclararlo, y al chico junto a él se le  rompe el corazón al ver lo vulnerable que parece en ese momento, dándose cuenta de que él no ha sido el único afectado por las palabras de su hermano. "Es decir, no es como si vaya a negarme si pasa, pero sabes que eso no es lo que me interesa de ti. Quiero besarte, hacerte reír,  abrazarte, pasear de la mano, ir a citas, hacerte una playlist, que pintemos un cuadro, conseguir que Aura al menos me dirija la palabra, presentarte a mi gato, que conozcas  a mis hermanos, decirle a todo el mundo que el chico más increíble de todo el instituto es mi novio..." el azabache siente sus mejillas  colorearse bajo la mirada de Apolo, sin estar muy seguro de haber hecho lo correcto declarándose.

Tras escuchar sus palabras, Apolo siente que jamás ha sido tan feliz en toda su vida. Incluso el frío parece haber desaparecido, y un rayo de solo parce tratar de colarse entre las nubes. Porque eso es lo que causa Bruno en él, toda su tristeza y su inseguridad parce desaparecer cuando está con él, dando paso al más profundo sentimiento de euforia.

"Yo también quiero todo eso." le asegura el peliazul, y es la primera vez que Bruno lo ve sonreír de forma sincera en todo el rato que llevan allí sentados. "Sobre todo lo de la playlist." bromea, con una sonrisa burlona mientras el azabache se pasa la lengua por los labios con indignación. "Y, ¿desde cuando tienes un gato?" pregunta con confusión, frunciendo las cejas con confusión mientras una pequeña sonrisa de labios cerrados surca su boca.

"Desde los trece."  responde el azabache resoplando. "¿Tienes alguna pregunta más?" quiere saber, con las cejas en alto mientras Apolo niega con la cabeza, todavía sonriendo. Y Bruno nunca creyó poder enamorarse de una simple sonrisa.

"Nop." susurra el peliazul, acercándose a él para dejar un pequeño beso sobre sus labios. "También me gustas mucho, Bruno." le asegura, con las mejillas rojas mientras el azabache siente que morirá de felicidad. 

"Eso es genial, porque sería un poco raro salir contigo si no te gusto." ironiza el azabache, haciendo que Apolo suelte una pequeña risa.

"¿Entonces estamos saliendo?" pregunta con las cejas en alto y una gran sonrisa.

"No tan rápido, pitufo. Me encantaría que fuésemos novios desde ya, pero creo que tienes algo que solucionar antes." le recuerda el de cabellos azabaches, refiriéndose claramente a su discusión con Ares.  

La sonrisa de Apolo decae, mordiéndose el labio con culpabilidad. "Le dije cosas horribles." le confiesa. mientras Bruno le acaricia la mejilla con cariño.

"¿Lo pensabas de verdad?" quiere saber, con voz dulce, mientras su pulgar traza líneas sin sentido sobre su piel.

"No..." la respuesta de Apolo no tarda en llegar. Sus palabras habían estado guiadas por la rabia, él no pensaba realmente nada eso con respecto a su hermano.

"Pues díselo." murmura Bruno, sonriéndole de forma tranquilizadora. "Y entonces tú y yo seremos la pareja más envidiada de todo el instituto." asegura, inflando el pecho de forma altanera.

Apolo es incapaz de retener una carcajada, golpeándolo en el pecho, haciendo que Bruno aproveche el movimiento para agarrar su muñeca y tirar de su cuerpo hacia el suyo, plantando un beso en sus labios. 

Y, como siempre que el azabache lo besa, Apolo se queda sin aliento.

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